De la charlatanería a la ciencia
¬ Francisco Reynoso martes 25, Jun 2024Triple Erre
Francisco Reynoso
Días después de entregar el bastón de mando de la Cuarta Transformación a Claudia Sheinbaum, el presidente López Obrador destacó la enorme diferencia en la preparación académica entre él y su entonces “corcholata” presidencial.
Esa disimilitud educativa que López manejó como chistorete será trascendental para el futuro de México. De facto marcará el fin de un sexenio de charlatanería para dar paso a uno que soporte sus decisiones y acciones en la ciencia.
López Obrador dijo que Claudia Sheinbaum “es una mujer de grandes sentimientos, honesta, con principios y, sobre todo, muy preparada… tiene doctorado”.
El Presidente se quedó corto: Sheinbaum es doctora en ingeniería ambiental y, además, tiene maestría en ingeniería de energías y licenciatura en física; estudió en la Universidad de California en Berkeley.
“Yo de milagro llegué a la licenciatura…”, reconoció López Obrador sin entrar al tema de los años que tardó en hacer su examen final y en pasarlo para obtener el título.
Existe otra enorme diferencia entre el licenciado -de milagro- López Obrador y la doctora Sheinbaum.
Andrés Manuel siempre está pensando en el pasado, en los españoles que vinieron a conquistar Tenochtitlán y se pasaron de gandallas con los naturales y, sobre todo, con las naturales; y dedica gran parte de su tiempo y de su inteligencia al pasado neoliberal de corruptos fifís cómplices de los cochinos ricos y que se sentían dueños de México.
Y en cada mañanera se remite a tiempos de la Colonia, de la reforma y su ídolo Benito Juárez -porque si Juárez no hubiera muerto, todavía viviría- y deambula por el territorio del México revolucionario con su villano preferido Porfirio Díaz y el bambarria de Madero.
Y mientras López Obrador vive en el pasado, Claudia Sheinbaum piensa en el futuro, en un México con desarrollo científico y tecnológico, en un México no con pobres muertos de hambre a los que el gobierno les dé limosnas a través de sus programas sociales para que puedan subsistir, sino en un México sin pobres.
En 2020, cuando llegó a México la epidemia del coronavirus, López Obrador presumió que él, y la mayoría de la población, se protegía con imágenes religiosas… habló del “detente satán maldito… no abuses de tu poder, si a todos quieres joder, a mi… ya sabes qué”.
Y con supercherías y otras babosadas y otros babosos como el doctor Hugo López-Gatell, López Obrador quiso enfrentar a la Covid-19. Y eso le costó a México 808 mil 619 vidas de mexicanos y mexicanas, niños, adolescentes, adultos y ancianos.
El gobierno de México no acepta ese total de defunciones causadas por la Covid-19, unas de manera directa y otras por falta de atención oportuna o atención inadecuada.
La Secretaría de Salud reconoce un saldo de 333 mil muertos. Sin embargo, el Inegi y una Comisión Especial de Investigación tienen documentadas las defunciones derivadas de la epidemia que, con todo y las imágenes religiosas de López y sus ritos de fetichismo y superchería, pasaron de 808 mil.
Otra gran diferencia entre la política de merolico de López Obrador y la científica de Claudia Sheinbaum se reflejará en el trato que el Ejecutivo le dé a las universidades públicas de México, fundamentalmente a la Universidad Autónoma de México, a la que Andrés Manuel declaró la guerra pública y abiertamente.
Para empezar, la Presidenta Electa nombró al ex rector de las UNAM, Juan Ramón de la Fuente, secretario de Relaciones Exteriores.
Y anunció la creación de una nueva secretaría: Ciencia, Humanidades e Innovación. Será, explicó, la propia Claudia, la que transformará el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología al que López Obrador también atacó, persiguió y calumnió a todos los científicos vinculados. A todos, se recordará, los quiso meter a la cárcel. Hasta hace poco se libraron de esa persecución perruna iniciada en Palacio Nacional.
A López Obrador no le interesa la ciencia; lo aburre, no le entiende, la cree inútil. Prefiere, ahora que el país padece índices terribles de sequía que amenazan la producción de alimentos, recurrir a estrategias probadas y emanadas del pueblo sabio. Por ejemplo, clavar un cuchillo en la tierra para atraer a las nubes de agua.
Ese es López Obrador, un político extraordinariamente inteligente para hacer grilla, para ganar elecciones, para manipular multitudes, para lavarle el cerebro a los pobres, pero negado con la ciencia y la tecnología.
Claudia Sheinbaum es la otra cara de la moneda. La Presidenta Electa no es muy buena para la “tenebra” política, para exigir y lograr lealtad incondicional y a toda prueba a sus colaboradores, pero es una mujer científica, que sabe que en ella puede estar el progreso de México y de su pueblo bueno, sabio y, en su mayoría, muerto de hambre.
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y no admite otros datos