La candidata de las mentiras
Armando Ríos Ruiz viernes 17, May 2024Perfil de México
Armando Ríos Ruiz
Siempre he pensado que la hoy candidata a la Presidencia, Claudia Sheinbaum, ha ocupado cargos importantes, no por su capacidad, que jamás ha podido mostrar. Sino simplemente por ser bastante allegada al tabasqueño por mostrarle fidelidad y obediencia ciegas, dos ingredientes que son necesarios entre quienes se dedican a la actividad política.
Si somos honestos, esa falta de capacidad se nota en su forma de expresarse. De discurrir frente a un problema. De dar una respuesta. Su potencial intelectual es demasiado pobre y eso la desespera para aterrizar en su realidad autoritaria, con la denuncia en su gesto. De un mal humor provocado por esa terrible carencia. Es obvio que un psicólogo puede dar una mejor opinión.
La mía, que puede no ser tan calificada, me insiste en que necesita del auxilio de otros para abastecerse de una idea o que debe emplear un tiempo razonable para digerirla y después emitir un juicio medianamente aceptable. Cuando responde un cuestionamiento con urgencia, simplemente dice disparates que la ponen en ridículo. O sencillamente emplea el recurso de su mentor: el de la mentira absurda.
El versado maestro Víctor Olivares, licenciado en Periodismo y Medios y, además, máster en Teoría de la Cultura y Psicoanálisis por la Universidad Complutense de Madrid, hace la siguiente observación. Se refiere a ella desde que se convirtió en jefa de Gobierno de la Ciudad de México, cuando sufrió una visible mutación de personalidad. Dice textualmente:
“ Poco a poco comenzó, como si de un personaje kafkiano se tratara, a adquirir matices de voz, gesticulaciones, movimientos y una personalidad que hoy resulta difícil diferenciar de la del presidente Andrés Manuel López Obrador, como si de un doble se tratara, revelando lo que en psicoanálisis se define como una introyección manifiesta de la investidura objetal (presidencial, en este caso) y una identificación (deglutativa, para Sheinbaum) como correlato narcisista con el líder del movimiento autodenominado Cuarta transformación.”
Claudia insiste en que, como jefa de Gobierno, se anticipó a resolver todos los males, como bajar hasta el piso los índices de violencia e inseguridad, por citar un solo renglón. Lo que deviene en una de tantas mentiras que Impunidad Cero, la organización de la sociedad civil que estudia, analiza y visibiliza el problema de la impunidad en México, con el fin de combatirla, desmiente sin proponérselo.
Explica que, en México, de cada 100 delitos que se cometen, se denuncian sólo 6.4. De cada 100 delitos denunciados se resuelven sólo 14. Quiere decir que la probabilidad de que un delito se resuelva es de sólo 0.9 por ciento. De ese tamaño es la impunidad, afirma. Agrega además que sólo 10.3 por ciento de las personas confía en las instituciones de procuración de justicia.
El desconocimiento de los políticos por los problemas que vive México es tan grande y tan grave hoy, que piensan que cualquiera puede ocupar un cargo público y dar buenos resultados. La realidad ha demostrado que los ocupan por el prurito de salir de pobres, porque lo único que vemos es que se dedican a saquearlos y a dar el mínimo resultado, con la anuencia del Primer Mandatario.
En el caso de Claudia, confió la secretaría de Seguridad Pública a un bisoño policía sin la experiencia mínima en problemas citadinos y con un historial poco recomendable, más apegado a tratar con narcotraficantes, sin la mínima idea de resolver problemas de tránsito ni de perseguir delincuentes en la capital, como los cárteles que tienen en jaque a la clase productiva.
Los conflictos viales se agudizaron escandalosamente. Con absoluta seguridad y con conocimiento de causa, digo que el señor García Harfuch y la candidata, nunca imaginaron que hay solución. Fui asesor de un secretario de Seguridad Pública y testigo de cómo, el señor Pedro Luna Castro, conocedor como nadie de esos asuntos, desataba nudos viales en un par de horas.
Pero a problemas inclusive peores, estamos expuestos mientras contemos con autoridades ignorantes, que resuelven los asuntos nodales con mentiras.