Impunidad criminal
Freddy Sánchez jueves 18, Abr 2024Precios y desprecios
Freddy Sánchez
El endurecimiento de las penas contra los delitos es o no la mejor forma de abatir los índices de criminalidad en México.
Una parte de la sociedad posiblemente lo apoya y exige que cada vez sean más rigoristas las leyes penales hasta que se logre parar los embates del crimen organizado.
La idea de aplicar la pena de muerte contra algunos hechos delictivos donde la violencia se traduce en los más deleznables asesinatos suele ser una exigencia permanente en un sinnúmero de los familiares de víctimas mortales.
De hecho, cuando grupos ciudadanos han procedido a vengar una muerte matando a los presuntos autores materiales de una privación de la vida se considera como algo justo y necesario.
Y además de ello, una medida extrema que tendrá mucho de cuestionable, pero que se traduce en desalentar actos de violencia criminal en los lugares donde sus pobladores tienen fama de “hacer justicia con sus propias manos”.
De ahí la impresión de que no son pocas las personas que consideran que la dureza de sanciones contra responsables de comportamientos fuera de la ley, en especial donde existe la crueldad de asesinos sin escrúpulos, es mínima respecto a la gravedad de los delitos cometidos.
Por lo mismo se suele ver con beneplácito que se realicen reformas legales para hacer más severas las penas contra el hampa en general y los matones en particular.
En ese aspecto, es de señalar que en los últimos sexenios incrementar penas de cárcel para inhibir el delito ha sido una estrategia constante en las acciones legislativas federales y locales.
Una amplia variedad de conductas delictivas se sancionan con mayores penas porque así lo han considerado menester los encargados de recoger el sentir ciudadano para convertirlo en leyes contra las actividades ilícitas.
El mejor ejemplo lo es que la pena máxima por la comisión de algunos delitos pasó de 40 a 70 años, además de que al someterse a distintos juicios penales a uno o varios individuos, la suma de sus condenas a veces sobre pasa los doscientos años de cárcel.
Algo que, naturalmente, termina por ser una falacia si se considera que los condenados a todos esos años de prisión no pueden vivir tanto tiempo y mediante juicios de amparo están en condiciones de unificar las penas en su contra y purgar sólo una de las dictadas por los jueces. O sea la máxima en el momento en que fueron consignados penalmente.
En ese contexto, puede una estar cierto de que las condenas de cárcel que exceden las penas máximas legalmente permitidas son un mito que, además, no ha logrado abatir los índices del crimen en el país.
Al respecto, basta mencionar que en el sexenio de la Cuarta Transformación los asesinatos cometidos han superado con creces los que ocurrieron en los sexenios de Salinas, Zedillo, Fox, Calderón y Peña Nieto.
Y aparte de eso, ahora se cometen otros ilícitos que antes se cometían en menor medida o de plano no se tenía registro de los mismos como es el caso del cobro de piso.
Una nueva modalidad delictiva que afecta directamente el sano desarrollo de las actividades productivas a falta de seguridad patrimonial e incluso riesgo de muerte de quienes no aceptan las descaradas extorsiones que se cometen en su contra sin que el endurecimiento de las penas sea un antídoto eficaz contra la impunidad criminal.