El debate que nunca fue
¬ Luis Ángel García miércoles 10, Abr 2024Por la Derecha..!
Luis Ángel García
El debate de las candidatas a la Presidencia de la República no modificará en lo más mínimo la intención del voto de los ciudadanos en los próximos comicios del 2 de junio. Cada partido mantendrá su voto duro y la diferencia la harán los indecisos, esos que se han negado a revelar su preferencia y que representan el 20 por ciento del padrón electoral. La aspirante que venza al abstencionismo será la próxima mandataria de este país.
Los políticos mexicanos no han entendido el objetivo de los debates. Creen que es una tanda de carpa donde, como bufones, hay que enlodar al rival, exhibir mutuamente sus miserias y forzar un humorismo involuntario. Lo peor es que sólo hacen perder su tiempo a las audiencias, las cuales pudieran ocuparlo en programas de entretenimiento familiar.
Quién no vio el debate no se perdió de nada, porque no se conocieron propuestas y peor aún no dijeron cómo harían posible esas promesas. Con el formato rígido del debate, poco pudieron intercambiar ideas, sólo insultos y reclamos. Se vio lo que todos sabemos, una candidata oficial que demostró el talante del que está hecha, prepotente y altanera. Si algo dejó su participación es el cinismo con el que seguramente gobernará, si llegara a ganar. Poco le importó los reclamos a su actuación política administrativa o ser reconocida como un títere del inquilino de Palacio Nacional. Su cinismo le sirvió como impermeable, todo se le resbalaba.
Por eso llaman la atención los post debates en medios electrónicos, donde se definió, entre analistas, quién había ganado el debate. Pero ¿cuál? Ninguno de los participantes presentó plataforma, programa o propuesta de gobierno. Enumeraron proyectos, aunque no los aterrizaron ni dijeron cómo los financiarán. De ese circo no pudo salir un vencedor. Los políticos ya no representan posturas ideológicas -propósito de los partidos para acceder al poder-, tampoco hacen converger plataformas electorales y mucho menos presentan planes de gobierno. Craso error de los analistas, opinadores y oficiosos panegiristas que declaran triunfadores del debate, o las ya desgastadas y desacreditadas casas encuestadoras que insisten en hacer trajes a la medida con hechizos resultados para satisfacer a sus clientes. Nadie pudo haber ganado el encuentro televisivo porque no se debatieron propuestas. Decir que el elector decantará su sufragio por tal o cual candidato después de haber visto “el debate” es un argumento falaz.
A pesar de que existe una crisis en el sistema pluripartidista, el ciudadano es fiel a las organizaciones políticas, de tal suerte que los simpatizantes de la 4T votarán por la inexpresiva, prepotente y cínica candidata de la 4T, mientras que los que estén a favor del frente, lo harán por Xóchitl, mientras que el representante de Movimiento Ciudadano mantendrá su papel de esquirol y, entregado al poder, restará boletas a la oposición. La diferencia estará en el porcentaje que abstencionistas o indecisos que salgan a las urnas. Aquí puede influir, más que el voto útil o de castigo, el voto del miedo, esa propaganda negra que se realiza desde Palacio Nacional para intimidar al electorado con la amenaza fingida del tigre suelto, de la violencia que genera el crimen organizado, de la intención de preparar un golpe o autogolpe de Estado. Eso puede favorecer a la anodina candidata oficial, la que garantiza no sólo la continuidad de un proyecto político, sino la impunidad para los miembros del gabinete y traficantes de influencias que favorecen a sus partidarios. El debate que nunca fue no puede tener un ganador, pero si vimos el talante de los aspirantes. La decisión está, más allá de la anunciada posibilidad de anular los comicios para perpetuarse en el poder, en la voluntad ciudadana y votar no por personas sino por programas. De ganar el autoritarismo, la culpa será de la sociedad, hija de la mala vida, tal vez porque está en nuestros genes necesitar de gobiernos autoritarios. Allá ellos y su mala cabeza.