Barbarie y sadismo
Alberto Vieyra G. martes 2, Abr 2024De pe a pa
Alberto Vieyra G.
Impera en México la barbarie y el sadismo. Atrás quedaron para la historia más de 70 años de paz social, en la que nuestros antepasados presumían que se podían amarrar a los perros con longaniza en nuestra casa. Fueron las felices décadas de paz social en las que México logró una transformación histórica en las que imperaban unas instituciones fuertes y una carretada de libertades. El crimen de la pequeña Camila en Taxco, Guerrero, y la barbarie contra sus sádicos verdugos, dando muerte a una de ellas la mamá de la amiguita y salvándose de milagro dos asesinos que iban a ser linchados por la gente enardecida y la ausencia total del gobierno de Guerrero, de Taxco, y el fallido estado de Derecho, nos hablan de que México necesita y con urgencia un régimen que no de abrazos a criminales y aplique con todo el rigor las leyes y el estado de Derecho para evitar que Fuenteovejuna se siga haga justicia por propia mano.
Sí, barbarie y sadismo le dieron la vuelta a la nación azteca en plena Semana Santa.
¿Pero, qué es el sadismo?
El sadismo es la plena distorsión y perversión de todo lo que tiene que ver con la sexualidad provocando actos de crueldad en otra persona.
Donatien Alphonse François de Sade, conocido como el Marqués de Sade que vivió entre 1740 y 1814, escribió dos novelas clásicas hasta ahora prohibidas Justina y Julieta.
En Justina, el Marqués de Sade nos habla de las virtudes de una joven mujer llena de virtudes; pero en Julieta, nos refiere los actos más inmorales que puede cometer un ser humano para convertirse en una persona rica al precio que sea. Julieta, era de esas mujeres que le daban vuelo a la hilacha y se desenvolvía entre la sociedad de alta alcurnia esa que finge públicamente virtudes que no tiene, pero que en privado suele practicar todo género de actos inmorales y diabólicos.
Hace ya casi una década que la periodista jalisciense, María Antonieta Astorga, presentó su libro Carriolas vacías, en el que de manera valiente denunciaba terribles actos de sadismo en contra de niños y niñas muchos de los cuales dejaron carriolas vacías, porque desaparecieron misteriosamente y todo gracias a que sus padres los confiaban a personas que creyeron que eran buenas o bien intencionadas, pero resultarían auténticos demonios.
La periodista narraba como supuestos turistas que se hacían pasar como representantes de prestigiadas revistas y de empresas productoras de alimentos para bebés, solían contactar a las madres de niñas y niños guapos y les ofrecían un billetote para que posarán en esas revistas para esas fábricas de alimentos y supuestamente se los llevaban para entrenarlos para las sesiones fotográficas para varios días. Regresaban con ellos y pagaban lo convenido, pero a la hora de que las mamás bañaban a sus hijos descubrían que habían sido violados.
Algo idéntico ocurrió en Taxco, Guerrero. Pidieron que Camila fuese a jugar a la casa de su mejor amiguita, pero se descubriría que la mamá de su amiga se dedicaba al secuestro junto con cómplices que solían actuar como sádicos violadores sexuales. La trágica historia la conoce por desgracia todo México. Los inservibles gobiernos no se ocupan de la justicia y ante el vacío de poder, la enardecida turba se hace justicia por propia mano. La barbarie en Guerrero y en casi todo el país urge que sea enfrentada por quien realmente quiera gobernar a México, pero jamás con la continuidad de los segundos pisos que no es otra cosa más de “los abrazos, no balazos”.
¿Qué se necesita para acabar con ese México bárbaro y sádico?
En primer lugar, que actúe el gobierno y el Estado con todo el poder de la ley para evitar que Fuenteovejuna siga haciendo justicia por propia mano. Dos, urge una nueva cultura para detener la podredumbre social; tercero, que los padres jamás confíen que sus hijos se vayan a jugar con amiguitos e incluso con familiares, y cuarto, que los padres de familia dejen de comprarles teléfonos celulares porque esos dispositivos alejan a los hijos de los presentes y los acercan a los peligros.