Impunidad, divino tesoro
Freddy Sánchez lunes 25, Mar 2024Precios y desprecios
Freddy Sánchez
“Aquí hay más de mil años de cárcel”…
Eso acostumbraba decir un asiduo concurrente a los actos políticos fueran del sello partidista que fueran.
En su opinión, no había cosa más parecida entre los practicantes de la política que su inclinación a incurrir en actos deshonestos para amasar grandes fortunas.
Algo que era factible sin mayores complicaciones salvo cuando alguien faltaba a la lealtad o se “saltaba las trancas” siendo menester aplicar algún correctivo mandándolo unos años a la cárcel, en especial si su acumulación de riqueza se había dado de manera escandalosa trascendiendo a la opinión pública.
Lo cual no sucedía con un alto número de políticos que supuestamente en el pasado se hicieron multimillonarios en su tránsito por cargos institucionales o de elección popular y por lo regular lo que hubieran hecho incurriendo en abusos del poder, no recibía castigo alguno.
Así que, en concordancia con aquello de encontrarse con “mil años de cárcel”, en las reuniones de políticos quizás debería uno añadir que también suele darse un encuentro con “mil años de impunidad” de presuntos sinvergüenzas dedicados a distintas tareas oficiales.
Un asunto que desde la óptica actual del gobierno en turno fue cosa del pasado.
Con funcionarios institucionales y representantes populares conformantes de lo que se ha catalogado como “el viejo régimen” en el que su críticos suelen decir que hubo muchos políticos dedicados a obtener dinero a manos llenas cometiendo un amplia gama de corruptelas en asociación con hombres de negocios o convirtiéndose ellos mismos en emprendedores de actividades empresariales surgidas al amparo de sus influencias gubernamentales.
Los contratos a modo, con licitaciones o sin estas, para favorecer los intereses de aliados en el provechoso negocio de la corrupción, según los descriptores de aquellos tiempos se dieron hasta el hartazgo sin que la mano de la ley actuara puntualmente contra los corruptos.
Por eso se suele asegurar que en la época de gloria del priismo, panismo y perredismo con mandos federales o regionales, la suma de los que abusaron de sus empleos para ganar dinero ilegalmente rebasa con mucho la cantidad de unos cuantos que han tenido que enfrentar a la justicia habida cuenta de sus voracidades inmorales.
Cuántos pues de quienes estuvieron en la burocracia nacional y en las representaciones populares antes del arribo de la Cuarta Transformación al poder presidencial cometieron una y mil fechorías que los volvieron flamantes propietarios de bienes inmuebles, grandes inversores de negocios y titulares de jugosas cuentas bancarias dentro y fuera del país sin haber tenido una sola acusación penal por actos de corrupción.
De acuerdo con las estimaciones que hoy se hacen del pasado de la corrupción en México, los amasadores de riquezas mal habidas fueron tantos que ni siquiera es posible tener un idea de los que figuran en la lista de malandrines con fueros para robarse el bienestar de los demás por sus habituales y descaradas o encubiertas patrañas para sacarle un provecho personal a sus conductas deshonestas.
Eso mismo que no pocos siguen viendo en el ejercicio público y político en los tiempos que corren.
De tal suerte que en la lucha contra la corrupción podría pensarse que hoy como antes sigue vigente la idea de “impunidad divino tesoro”.