La incomodidad del nuevo mote
Armando Ríos Ruiz miércoles 13, Mar 2024Perfil de México
Armando Ríos Ruiz
Hay dos sucesos que parecen haber llegado a lo más profundo del gigantesco ego del Presidente, que le han provocado una incomodidad infinita. Mucho peor que una filosa y puntiaguda piedra en el zapato durante una larga marcha de protesta para gritar a todo pulmón algún supuesto fraude en su contra y que, de veras, le han quitado el sueño e inclusive le han borrado la sarcástica sonrisa que lo distingue.
En primer lugar, la derrota de 2006 frente a Felipe Calderón, en busca de la Presidencia de México. Tanto le dolió que juró vengarse del michoacano y de muchos políticos del momento, según hace constar Elena Chávez en su libro El Rey del Cahs, enterada de los acontecimientos del personaje, como funcionaria y compañera sentimental de uno de los colaboradores más apreciados del tabasqueño.
La tribuna mañanera le ha servido para hacer notar que le es imposible olvidar el supuesto fraude en las elecciones presidenciales que perdió entonces y que el pasado es el mejor y único modelo de corrupción y de pésimos ejemplos políticos que ha vivido México en manos de los “neoliberales”, término que usa para designar a cualquiera que no esté de acuerdo con él y con sus magníficos moldes de gobierno.
El segundo acontecimiento puso a nuestro mandatario en la mira de muchos países del mundo, que se han hecho preguntas sobre sus posibles vínculos con organizaciones del narcotráfico, derivadas de publicaciones en Estados Unidos, en el prestigiado diario The New York Times, que habla de un financiamiento a su campaña presidencial de 2006, de cuatro millones de dólares.
El tema le mereció el mote de Narco Presidente, que supone haber llegado para quedarse, avalado por las propias conductas del mandatario, como visitar con insistencia la sierra de Sinaloa, considerada emblema del narcotráfico mexicano y permitir un gobierno paralelo establecido por todas esas organizaciones en el territorio nacional entero, que siembra el terror y es felicitado por el mismo Presidente “por portarse bien” durante elecciones, con secuestros, intimidaciones y asesinatos.
Hoy, ya menudean en las redes sociales, videos que exhiben a esos delincuentes en diferentes poblaciones del país, a la hora de exigir información fidedigna a personas escogidas para el caso, mediante palizas que les propinan por fallar y con amenazas de muerte si no cumplen, sin que el gobierno se preocupe por lo que ocurre, salvo para repetir que sus abrazos funcionan. ¡Ahí están los hechos!
Pero algo que ha llamado mucho la atención, para su estricto y concienzudo razonamiento, es uno en el que aparecen debidamente formados. Sin pestañear un segundo. Con la firmeza del soldado entrenado en los medios castrenses. Con cuerpos moldeados en el físicoculturismo. Con armas reglamentarias y con un vocabulario normal, pero con ciertos refinamientos, de un supuesto Cártel del Noroeste, que lo deslinda del financiamiento ilegal para su campaña de 2006.
¿Por qué una supuesta asociación delictiva tuvo interés y principalmente preocupación en elaborar una película para asegurar que el Presidente es totalmente ajeno a cualquier situación fuera de la ley para la realización de una de sus campañas? ¿Qué espera a cambio o por qué debe importarle, cuando es bien sabido que hoy tienen permiso para actuar a sus anchas sin lisonjear a nadie?
¿O es que la nueva función de una supuesta organización criminal tiene ya la encomienda de hacer el papel de vocera y de desmentir lo que publicó el diario estadounidense y otro más en Alemania? ¡Nomás eso faltaba!
La situación despertó sospechas en muchas personas, sobre todo en las que están ligadas con la información, pues obliga a elucubrar en un montaje mandado a hacer a la medida del funcionario de más alto rango, para quitarse de encima ese apodo que obviamente, le cala hasta los huesos. Igual que otro de muy triste memoria, cuando quiso hacer un chiste que, según él, le acarrearía simpatías y grito frente al micrófono: “fuchi…” que se enquistó en los habitantes del país que gobierna.
Lo anterior refleja una sensibilidad muy limitada. Se ha circunscrito históricamente, a someterse a su propio guion, de aparecer ante las clases marginadas como uno de ellos y no necesita de nadie más.