Atole con la mano
Armando Ríos Ruiz viernes 8, Mar 2024Perfil de México
Armando Ríos Ruiz
En campaña, el Presidente hizo muchas promesas, de las cuales muchas permanecen incumplidas. Como aquella de amnistiar a los delincuentes y de solucionar el supuesto acertijo de Ayotzinapa, inclusive con presentar vivos a los estudiantes desaparecidos en Iguala, cuando ya habían transcurrido cuatro años de su desaparición, la noche del 26 y el siguiente día, de septiembre de 2014.
La primera de estas dos tuvo una solución más que mejor. Inventó la frase que catapultó a los criminales a las puertas de la gloria, con la invención de la frase que acabaría con ellos desde la raíz. Tal vez mágica: “abrazos, no balazos”. ¿Para qué quieren amnistía, si hoy, después de cinco años, son los dueños y señores de todo México y cuentan con un poder superior al más codiciado por los políticos, con la complacencia de la más encumbrada autoridad?
Respecto a la segunda, se antoja preguntar: ¿quién estuvo o aún está detrás de la desaparición de los normalistas, de cuyo caso se ha dicho, fueron asesinados y quemados en el basurero de Cocula? Esta pregunta es porque el gobierno de Enrique Peña Nieto dio la impresión, desde que ocurrieron los hechos, de ocultar información o de encubrir a algún personaje muy poderoso, con amplias ligas con el crimen organizado.
Y a cinco años de esta administración, el Presidente que prometió aclarar el asunto. A punto de irse y aún dice que se investiga y que pronto va a recibir a los padres demandantes de información, ¿qué promete a estas alturas, cuando se agotaron las esperanzas por no existir un ápice de conocimiento extraordinario de la situación que ha causado sólo desaliento y desesperación en los buscadores?
Se vio urgido a prometer que en unos 20 días recibirá a los padres, luego de conocer que éstos estrellaron una camioneta contra una de las puertas de su palacio en el centro de la ciudad o frente al Zócalo, cuando ofrecía una más de sus aburridas conferencias mañaneras a su bola de paleros.
El hecho ocurrió anteayer. Presuntos estudiantes de la normal de Ayotzinapa estamparon una camioneta contra una de las puertas del fuerte en donde se resguarda el Primer Mandatario, en la calle de Moneda. Quitaron vallas metálicas que suplen la falta de un foso que, por razón desconocida ha olvidado construir el habitante de esa casona solariega.
Lo anterior, imbuidos de esa desesperación que ha ocasionado durante cinco años del actual gobierno, la falta de respuestas concretas. Bernabé Abraham Gaspar, padre de uno de los normalistas, dijo en el noticiero de Ciro Gómez Leyva, que el Presidente es un traidor. Creyeron en él y ahora se niega a recibirlos. ¿Si como dice el Presidente, los escuchará en unos 20 días, ¿habrá verdades o sólo más atole, ya no con el dedo, sino con toda la mano?
El mandatario dijo no tener miedo porque en todas partes lo cuida el pueblo. Tal vez quiso decir con esta frase, que el Ejército, la Guardia Nacional y los criminales son el pueblo. Porque también los padres de los normalistas lo son y si estos fueron los causantes reales de los hechos contra la puerta de su palacio, pues no dieron muestras de ningún respeto a su investidura, hoy hecha trizas.
Pero los pensantes opinan diferente. Han elucubrado seriamente en el sentido de que pudo tratarse de un auto atentado o de un montaje y que pudo ser el mismo jefe del Ejecutivo quien planeó el suceso, conocedores al fin de sus reacciones y de su capacidad para desviar la atención sobre hechos que lo incomodan sobremanera y que hoy no lo dejan dormir en paz.
¿Qué mejor que estrellar una camioneta contra su palacio y echar culpas por todos lados para provocar una reacción de rechazo y coraje contra los conservadores que quieren regresar al pasado? Guadalupe Acosta Naranjo, quien lo conoce muy bien, elucubró en este sentido.
Conoce muy bien al personaje y la calle de Moneda, prácticamente cerrada al tránsito de automotores y resguardada con uniformados. ¿Cómo hicieron los atacantes para abrirse paso? ¿Pidieron permiso y les fue concedido?