La guerra de los teléfonos
Alberto Vieyra G. miércoles 28, Feb 2024De pe a pa
Alberto Vieyra G.
Los mexicanos vivimos en tiempos de canallas.
¿Recuerda usted la exitosa novela de Lillian Hellman, que retrataba magistralmente la persecución y guerra que Joseph Raymond McCarthy, célebre por haber creado aquella comisión senatorial gringa que perseguía a comunistas y socialistas, incluyendo actores y escritores de Hollywood y que terminó destrozando las vidas de cientos de familias en Estados Unidos, Europa y México?
Bueno, pues en México estamos en tiempos de guerra electoral, en tiempos de canallas. La guerra la declaró el llamado narcopresidente AMLO al revelar el número telefónico de la corresponsal del New York Times, Natalie Kitroeff y como por arte de magia fueron filtrados a la opinión pública los números telefónicos de la “corcholata” amlista, de un hijo del Presidente y del vocero presidencial a los que les llueven ajos y cebollas, mucho odio; mientras que a su oponente la bicicletera Xóchitl Gálvez, le llueven carretadas de adhesiones y una que otra amenaza intimidatoria. Una auténtica guerra de teléfonos.
Debe quedarnos claro a los mexicanos que el único autor de este tiempo de canallas se llama AMLO, quien desde que arribó al poder se dedicó a sembrar el odio y la confrontación en la nación azteca.
¿Resultado de esa perversa e inmoral forma de gobierno? Ingobernabilidad y confrontación entre el México de los ricos y el México de los pobres. En rigor, la división entre los mexicanos ha sido el gran acierto gubernamental de este nauseabundo sexenio.
En este tiempo de canallas, vale la pena recordar la respuesta cínica y nada caballerosa que el Presidente le ofreció a Jésica Zermeño, corresponsal de Univisión, cuando le pregunto:
-¿Por qué lo hizo?
“Bueno, primero ustedes –con todo respeto–, quienes hacen un periodismo diría faccioso, porque nada más se inclinan en favor de grupos de intereses creados, no hacen un periodismo para todos, están demasiado cercanos al poder económico y al poder político (…). A ustedes, con todo respeto, les da mucho por ver la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio. Ustedes se sienten bordados a mano, como una casta divina, privilegiada. Ustedes pueden calumniar impunemente, como lo han hecho con nosotros (…) y no los puede uno tocar ni con el pétalo de una rosa…”.
Como usted puede notar, el Presidente le está echa y echa gasolina al fuego. No ha entendido que el cuarto poder tiene mucha valía y que pelearse con la prensa no es la mejor táctica política, aunque quien se dice víctima sea en realidad el verdugo de una prensa que lo encumbró en el poder y ahora quiere sacarle los ojos a todos los periodistas de México y el extranjero, que lo critican poniendo fin a una infame creencia que lo equiparaba como el falso mesías.
Hoy, AMLO se hace pasar como la gran víctima y chilla por todo. Esgrime que su investidura presidencial merece respeto y producto de los ataques de los medios de comunicación que hacen eco del “presidente narco” y de que sus hijos se convirtieron en lo más corrupto de la era sexenal, AMLO presume que “él tiene autoridad moral y política”. Ese término de la moral, no pocos recuerdan al folclórico ex gobernador de San Luis Potosí, Gonzalo N. Santos, cuando equiparaba a la moral con un árbol que da moras.
Bueno, sin lugar a dudas que estamos en tiempos de canallas cuando se supone que las elecciones federales del 2 de junio deberían ser de civilidad política y no de un trasnochado circo, maroma y teatro.