Las tristes defensas del Presidente
Armando Ríos Ruiz miércoles 21, Feb 2024Perfil de México
Armando Ríos Ruiz
El Presidente se ha empecinado en vivir inmerso en el pasado e inclusive en pretender regresar a él en todos los aspectos. En el político. En las ideas. En el atraso. En el autoritarismo. De acuerdo con sus propias expresiones e intenciones, su principal objetivo ha sido acabar con la corrupción, pero del pasado. No con la que hoy envuelve en un lodazal inmenso a su propia administración.
Esta es intocable y permite que se revuelquen en el limo a sus incondicionales y lo que es peor, a sus familiares más cercanos. A quienes suele exonerar con la palabra. Con sólo decir que los actos exhibidos en torno a la familia real son mentiras, como si fueran emitidas por el dios inmaculado que le hicieron creer que representa y que estamos todos obligados a creer.
La verdad es que la sociedad mexicana piensa por sí misma, porque se debe a sus propios principios de libertad. No permite que un aspirante a dictador le dicte pautas a seguir, fuera de la razón, porque es capaz de advertir con certeza lo que es bueno y lo disparatado que un supuesto mesías pretende imponerle.
Esas actitudes sólo son para sus mentalmente atrasados seguidores. Dispuestos a defenderlo con todo. Incapaces de advertir que los alimenta como a animales, con dádivas que se traducen en agradecimientos y estos en votos, intención final de su ruindad, como la de todos los dictadores. Incapaces de prevenir que, una vez logrado su propósito, se acabarán esas prebendas.
Lo peor de todo es que no se dan cuenta que contribuyen con esas intenciones incalificables del gobernante, a destruir el país. A llevarlo a la pobreza extrema, en la que todo mundo dependa de sus limosnas. Piensan que su palabra es bendita y si dice que son sus enemigos los que mienten, le creen fehacientemente y no se atreverían a contradecirlo, aunque no los escuche.
El hartazgo tuvo resonancias internacionales en la concentración del domingo pasado, con alrededor de 700 mil asistentes en el Zócalo, reducidos a 90 mil por la observación oficial, en la que retumbaron sonoros gritos del más reciente mote ganado a pulso: “¡narco presidente!”, que mereció el repudio y la descalificación del mismo referido, como era de esperarse.
Su rabia lo llevó a manifestar que está protegido ante esos señalamientos que han llenado las redes sociales. Con bots, según sus palabras. Y lo sabemos de sobra. Son muy pocos los que no pueden imaginar que ha construido una sobreprotección con las dádivas que han colmado a la clase militar. Con la creación de la Guardia Nacional que hoy no sabemos a ciencia cierta para qué sirve y con la calidez y dispensas que prodiga al crimen organizado.
Insiste en lo que cualquiera persona común, con una inteligencia normal, sin genialidades, interpreta de inmediato como el deseo ferviente de un individuo que cree poder desviar la atención hacia su persona, con decir que es honesto y que exige pruebas que confirmen el nuevo mote. El caso es que esas personas también saben que el sobrenombre obedece a una investigación de la DEA.
¿Cuál sería entonces la diferencia entre García Luna, que le ha merecido años mencionar y él? Pues indudablemente una muy grande. El policía protegió y extorsionó a algunas organizaciones criminales y el otro, hasta les ha construido carreteras para facilitarles el trasiego de drogas. Los ha felicitado públicamente después de amedrentar, amenazar, secuestrar y asesinar a enemigos de Morena durante campañas electorales. Su agradecimiento lo ha hecho público él mismo.
Fue él quien reconoció haber dado orden de dejar en libertad a Ovidio Guzmán, hijo de El Chapo, cuando ya estaba detenido. Según él, porque así evitó muertes inocentes, que sonó meramente a una excusa para deslindarse de una irresponsabilidad mayor, pero que pocos creyeron. Es decir, los indicios en su contra y a favor del crimen los ha aportado él mismo y nadie más.
Todos estos indicios que ha proporcionado en su contra, acaban de ser coronados con las noticias en Estados Unidos y en Alemania, de que recibió dos millones de dólares de esas manos. ¿Cómo negar?