Músculo social
Carlos Ramos Padilla martes 20, Feb 2024Se comenta sólo con…
Carlos Ramos Padilla
¿Qué significa la concentración (no plantón, no marcha, no manifestación) de este domingo en defensa de la democracia? ¿Un desahogo? ¿Una afrenta?
La participación y movilización social voluntaria y libre es un factor de cambio muy importante. Llenar el zócalo de la CDMX es muy representativo, no solamente por el número de asistentes, sino porque representa el corazón político, legal, religioso y de mercadeo más importante de la nación.
Es el corazón mismo de los poderes. Es, además, arrebatarle a los políticos oportunistas las plazas públicas que nos pertenecen y que no son su propiedad temporal para lucirse.
Este domingo se volvieron a cambiar las señales de la necesidad de un cambio, de mostrar a una comunidad informada y activa. Es, una vez más, observar que Xóchitl le gana a Claudia la llamada intercampaña con una organización pacífica, familiar y ejemplar. Es fortalecer la idea de que muchas encuestas están amalgamadas y compradas, intencionalmente manipuladas.
Pero este músculo social no debe detenerse en ocupar espacios físicos como el Zócalo sino ejercer su derecho a expresarse en las urnas porque, a decir verdad, quien ha dado paso a las imposiciones es la abstención que sí es responsabilidad de los ciudadanos.
Los indecisos y los apáticos dan sitio a que las elecciones las ganen, en muchos casos, los muy posibles perdedores que se dedican a comprar lealtades con limosnas pasajeras.
Este domingo fue diferente porque no hubo camiones pagados con nuestros impuestos para acarrear a gente pobre que necesita recursos. No hubo clientela cautiva de partidos políticos.
Estaba lleno de familias y mujeres. La idea es defender a nuestro país, a la democracia, a la integridad de las instituciones, al combate a la corrupción y a la violencia, al engaño y la mentira.
Es demostrar que aquel que ganó valiéndose de los poderes hoy amuralla su casa, el Palacio, para defenderse de la sociedad pensante atribuyendo que el salvajismo que él mismo ha fomentado sería un factor visible. Se equivocó nuevamente.
Ahí, en el Zócalo, se ha exigido la defensa de la legalidad y cientos de personas han colocado ofrendas a las puertas de la Suprema Corte de Justicia dejando un claro mensaje: el regreso del Estado de Derecho. El termómetro social de alguna forma ya está hirviendo y esa si es una transformación.
Desde que era jefe de Gobierno a López Obrador se le ha exigido transparencia y rectitud, dos elementos ausentes en su biografía personal.
Se iniciaron las inconformidades públicas y a esto, con enorme soberbia, calificando a los participantes de “pirrurris” ahora convertidos en “conservadores corruptos”, una etiqueta de “marcha de la derecha”.
El autoritarismo de Palacio está en peligro. La sociedad en todo el país está expresando su hartazgo a un gobierno incompetente e incapaz de llamar a la unidad.
La sociedad hoy sí está dispuesta a romper las fórmulas partidistas de ganar elecciones por ellos y entre ellos usando recursos del Estado. Con lo ocurrido este domingo los pronósticos se rompieron.
Han crecido notablemente los arrepentidos de haberle dado su confianza al “rayito de esperanza”, ese mismo que les ha arrebatado hasta el seguro popular.
Y el Zócalo se llenó de personas con identidad propia, sin las cobardes capuchas, todas con nombre y apellido. La elección del 2 de junio no está definida, eso es evidente. México ya no quiere ser gobernado por paristas universitarios, secuestradores de pozos petroleros y oportunistas sin escrúpulos.
La cimentación política de muchos de ellos descansa en la muerte de miles y miles de mexicanos caídos por la violencia o por acciones irresponsables desde las oficinas públicas.
La tragedia del Metro, la pandemia, el apoyo al crimen organizado, la impunidad a los corruptos, las obras faraónicas absurdas cobrarán la factura pero aún más, el desprecio a los emprendedores, a los triunfadores, a una sociedad trabajadora.
AMLO prometió vivir en una modesta casa de renta, cerca del Zócalo, ni eso cumplió y ahora pretende hacer creer que Palacio Nacional es su propiedad y, por tanto, puede heredarlo en su “testamento político”.