La democracia a la mexicana
¬ Augusto Corro jueves 15, Feb 2024Punto por punto
Augusto Corro
Sin duda, la democracia a la mexicana es de las más caprichosas del mundo. Así lo reflejan las sumas de dinero que se invierten en las jornadas electorales y en el mantenimiento de los partidos políticos. Los beneficios de esas derramas económicas alcanzan a beneficiar a los legisladores por tres o seis años. Esto último se ve claramente en el exagerado número de diputados y senadores.
Por ejemplo, la Cámara de Diputados Federal se integra por 500 diputados y diputadas electos por el principio de mayoría relativa, en igual número de distritos uninominales y electos por el principio de representación proporcional, mediante el Sistema de Listas Regionales, votadas en circunscripciones. Lo mismo ocurre con los senadores y senadoras que suman 128; 64 de ellos electos por los principios de mayoría relativa, y 32 de primera minoría; y 32 de representación proporcional, conocidos como plurinominales o “pluris”.
Los 300 diputados de mayoría relativa son elegidos uno por cada distrito; y los otro 200, los de representación proporcional, son elegidos por listas de cinco circunscripciones. Así, cada partido presenta una sola lista de la que se seleccionarán a los “pluris”, de acuerdo con la proporción de los resultados de la elección. El método se utiliza también para designar a 32 senadores. En ese sector de la política no hay sobresaltos y todo marcha bien en materia de disciplina.
El problema verdadero se presenta en la relación de los legisladores con sus electores, pues los políticos, una vez en el cargo, se olvidan de sus promesas de campaña. Su principal labor es la de levantadedos. Y, precisamente, ahora Morena, el partido oficial, tiene como meta ganar las elecciones presidenciales y el mayor número de legisladores para controlar el Congreso y continuar su proyecto de la Cuarta Transformación (4T), que encabeza el presidente Andrés Manuel López Obrador.
En la democracia a la mexicana no importa mucho que los candidatos a cargos de elección popular sean verdaderos desconocidos. ¿De dónde surgen los aspirantes a diputados o senadores? De las camarillas de amigos o conocidos o de los pagos de favores. No es fácil conocer al diputado que, supuestamente, lo representa. En las campañas, abundan las fotografías, mantas, etc. de los candidatos, pero con el paso de los días, todo se olvida. A los diputados no se les vuelve a ver; menos a los senadores.
Tendrían que expedirse nuevas leyes que obligaran a los legisladores más contacto con los ciudadanos que, dicho sea de paso, se encuentran en el abandono total. En las alcaldías, los problemas abundan y no hay un representan a quién pedirle ayuda. ¿Quién atiende el problema del transporte público que es insuficiente en la Ciudad de México? ¿Quién se encarga de la lucha contra la extorsión? ¿Y la escasez de agua? ¿Y la vivienda?
Tenga usted la plena certeza que los problemas de la metrópoli seguirán, quienes se encuentran en la comodidad de gozar de un cargo público no se van a interesar en las carencias de una población que además vive una espiral de violencia. Los representantes populares no tienen el interés real de buscar soluciones a los conflictos que son innumerables y que les estallan en las manos.
En fin, puede apostar a que el diputado de su distrito difícilmente atenderá quejas. En su curul revisará a cada rato su teléfono para distraer la mente. Tres años de “levantadedos” no fueron suficientes para satisfacer sus sueños. Son muchos los diputados que buscarán la relección. No olvidar que el fuero beneficia a los legisladores. Los protege de fechorías para que vivan tranquilos.
¿Usted qué opina amable lector?