La obnubilación de una sociedad
¬ Luis Ángel García lunes 29, Ene 2024Por la Derecha..!
Luis Ángel García
Funcionó durante los regímenes de la Alemania nazi y de la dictadura soviética, la población elevó a rango de deidades a sus líderes y creyó a pie juntillas que todo se lo debían a ellos y que en un mundo feliz todo era gracias a un gobierno protector y proveedor de los satisfactores necesarios para sobrevivir con el esfuerzo mínimo. La gente, en esos casos, se acostumbra a recibir los apoyos asistenciales sin mayor obligación que el mantener, mediante el voto, a ese régimen paternalista que todo lo provee.
Esos gobiernos, indudablemente, llegan engañosamente al poder con un respaldo ciudadano muy alto, con índices de popularidad impresionantes, arropados por ofertas atractivas de reivindicación social y de estigmatización de los aparentes enemigos públicos que dan rostro al resentimiento social. Generalmente, esos malosos son gobiernos anteriores y adversarios políticos, los empresarios como depredadores y expoliadores del pobre o los opositores por razones raciales, religiosas o ideológicas. Se exalta la visión maniquea de la historia y el odio social.
No sólo son Hitler, Mussolini, Stalin o Franco, también Juan Domingo Perón y Evita, los Castro, Ortega, los Kissner, los Ortega, Chávez, Maduro, Morales, y en buena medida los golpistas militares latinoamericanos, entre otros. Todos ellos han querido imponer un proyecto político con base en la manipulación de las conciencias. Para ello no sólo se han valido de la usurpación, el uso de la fuerza, la represión castrense, los golpes de Estado y la traición, sino de la manipulación de las conciencias.
Eso lo hacen mediante el control de la información, el manejo de la comunicación. Desde las estrategias de difusión hasta la publicitación de los programas sociales. Pero la venta del personaje dictatorial no recae sólo en sus propuestas o acciones simuladas de gobierno, debe ser una acción machacona que impacte en el sentimiento colectivo. Eso lo ha hecho bien el inquilino de Palacio Nacional en favor de su instituto político, el cual no cuaja como partido.
Le ha funcionado el sometimiento de las masas en función de sí mismo y de su, ahora cuestionada, popularidad; tampoco su candidata trae su arreste, pero insiste en incrementar la obnubilación de los electores. En ese sentido procura, aunque ya sin conseguirlo, la intención del voto de los más jodidos y de los amlovers, los cuales viven esa obnubilación como en la era del nazismo o del estalinismo. Les vendieron la idea de que había que acabar con los depredadores del pueblo, los oligarcas que explotaban al pobre. ¿Les dará tiempo para mantener sus falaces ofrecimientos?
La gente creyó en el populismo demagogo, pero luego llegó la catástrofe. Una costosa guerra mundial provocó el suicidio de Hitler y la muerte violenta del Duce; más tarde, la defenestración de Evita y de los golpistas sudamericanos, esperemos el derrocamiento de los nuevos usurpadores y dictadores.
Pero qué queda en el imaginario colectivo, la idea de que en los regímenes autoritarios y con poca democracia se vive bien, se puede sobrevivir y se ve como naturalidad la ayuda asistencialista del gobierno, la gente se acostumbra a recibir dádivas a cambio de nada, se exige del Estado la obligación de proveer al paisano de lo indispensable a cambio de sólo extender la manita.
Esa negación inconsciente de que alentamos un estado autoritario es parte de la estrategia para aceptar el destino manifiesto. Es bondadoso “nuestro viejito” que nos da todo y lucha contra los malos, como Quijote contra los molinos de viento. Somos similares a los alemanes y soviéticos que estaban agradecidos con sus verdugos. Aceptaban hambre y migajas a cambio de una lealtad forzada. Tristemente esa es nuestra realidad y poco hacemos, como ciudadanos, para protestar contra esos regímenes totalitarios que nos roban la libertad y la posibilidad de progresar. Luchemos contra la ceguera colectiva —eso es la obnubilación—, que no es un destino manifiesto.