Honradez, valor perdido
¬ Luis Ángel García miércoles 17, Ene 2024Por la Derecha..!
Luis Ángel García
La honradez ha dejado de ser signo distintivo de los políticos mexicanos, principio ético que evoca rectitud, integridad y honestidad. La antítesis de lo honesto lo ejemplifica la frase del Alazán Tostado, Gonzalo N. Santos, “la moral es un árbol que da moras y si no para qué chingaos sirve”. Esa conducta poco ética de los militares, políticos y caciques del siglo XX se personifica, remasterizado, con la estirpe torcida de la 4T. Falso resultó el apotegma de no robar, no mentir, no traicionar. En el primer cuarto de la presente centuria, la corrupción es un mal endémico que practican lo mismo miembros distinguidos de los partidos políticos que personajes sobresalientes de la 4T, amigos y familiares de la casa presidencial, y cuando se habla de corrupción no sólo es la práctica del soborno, el cohecho y los moches, sino también los acuerdos que se hacen por debajo de la mesa para cobrar el pago de favores electorales con posiciones en la administración pública, el poder legislativo o la asignación de notarías. Más grave aún son los deshonestos arreglos con el crimen organizado para influir en los comicios o incluso pedirles permiso para que los delincuentes garanticen la realización de los mismos.
La honestidad valiente que tanto se pregonó resultó un engaño, una falsa promesa de campaña para incrementar la popularidad del inquilino de Palacio Nacional y desacreditar a la oposición. No sólo la familia presidencial, el mismo líder moral de la 4T pasó la charola entre los empresarios en más de una ocasión para fortalecer “el movimiento” o los moches que hizo la ahora flamante gobernadora del Edomex al trasquilar los salarios de los empleados municipales para la causa del tlatoani. Ni hablar de los sobres amarillos o los chantajes al empresario Carlos Ahumada. No tiene la conciencia tranquila ni puede presumir el pañuelito blanco.
Pero dos casos pintan de cuerpo entero la idiosincrasia de nuestros políticos. La denuncia pública que hizo la controvertida ex directora de la agencia de noticias Notimex, quien jugó el papel de esquirol para acabar con ese medio del Estado mexicano, despedir a todos los trabajadores y romper la huelga legal de los periodistas. No tuvo empacho en cerrar las corresponsalías en el extranjero y dejar sin trabajo ni indemnización a quienes enviaron su información por años. Cumplió su papel como personera de Palacio, derruyó una institución que representaba no a un gobierno sino al Estado mismo. Pensó que su fidelidad iba a ser recompensada. Craso error. Por ello, como venganza, denunció una deshonestidad a la que se prestó. Pedir, al más puro estilo texcocano, el moche del 20 por ciento de las indemnizaciones de los trabajadores de Notimex para apoyar la campaña de la “corcholata” preferida. Obvio, las involucradas lo negaron, exigieron pruebas, pero como ella misma afirmó, los cochupos no se firman ante notario.
Esa es la naturaleza de nuestros políticos, nada honestos, nada honrados, nada éticos. Por eso se ve como algo natural que, en las alianzas por conveniencia -más personales que políticas-, se llegue a ciertos acuerdos en lo oscurito para vender caro el amor, o mejor dicho, el apoyo a ciertos candidatos, quienes al conseguir el triunfo deben ceder algunas posiciones o, incluso, recompensar en numerario esas adiciones.
La honestidad es cosa del pasado, los hombres de poder se manejan como caterva de corruptos que ya no se unen por principios ideológicos o afinidades éticas, sino por intereses muy personales, por la ambición de poder y el enriquecimiento de camarillas. Velar por las necesidades del pueblo sólo es una figura retórica para ganar votos. Si la honestidad no da moras, para qué chingaos sirve.