Buscando a Frances
Opinión miércoles 10, Ene 2024Filosofía Millennial
H. R. Aquino Cruz
- Los resultados de “Finding Frances” y el final efectivo de Natha For You delinearán un señalamiento clarísimo: no hay finales felices, aunque los haya.
Hace poco más de un año tuve la oportunidad de escribir por primera vez del que me parece uno de los comediantes más importantes de nuestra época: Nathan Fielder. Reflexionando, en aquella ocasión, sobre The Rehearsal o El ensayo y sobre el modo en que dicha serie televisiva alcanzaba el nivel de un cuestionamiento por la ontología del entretenimiento que retaba las líneas entre lo real ficticio y lo real real.
Para adentrarme en el tema, repasaba un poco de la Historia del Entretenimiento y, puntualmente, sobre el modo en que realizadores como Fielder se han encargado de profundizar un gusto contemporáneo por el falso documental o mockumentary y por las series críticas de los reality shows y la telerrealidad que establecen una legítima pregunta por el lugar que le queda a la autenticidad en un mundo de ficción construido por cámaras, simulaciones y parafernalias.
Hablaba, en aquella oportunidad, sobre Nathan For You o Nathan al rescate, la serie que diera a conocer a Fielder en los Estados Unidos y que, por fin, ha sido estrenada en Latinoamérica a través de Paramount+.
En el show, Fielder interpreta a una versión ficcionalizada de sí mismo que parodia a los empresarios que se suelen ver en reality shows de emprendimiento. Nathan usa su experiencia como hombre de negocios para ayudar a empresas poco exitosas a alcanzar una superación comercial. El problema —la comedia— surgirá cuando los pequeños empresarios escuchen consejos disparatados y absurdos por parte de Fielder que, sin embargo, estarán dispuestos a probar.
A lo largo de sus cuatro temporadas, el show —original de 2013 a 2017— no reparará en embarcarse en los más ingeniosos juegos de incomodidad cómica, simulación de la realidad, sátira corporativa y humor negro variopinto.
Nathan al rescate pasará por zoológicos locales, cafeterías, heladerías, proyectos de Navidad en verano, vendedores de casas, espiritistas, taxistas, autolavados, mudanceros, imitadores y hasta proyectos de escapismo y equilibrismo para ironizar con la realidad de nuestro siglo veintiuno y su década pasada con un agudo sentido del absurdo.
Como pasa con pocos shows de esta índole, el trabajo de Fielder tendrá la característica de exhibir un progresivo sentido de madurez conceptual y evolución. Sus conceptos se mostrarán paulatinamente más pulidos hasta alcanzar una postre por momentos oscuramente abstracta pero que, de igual modo, entregará joyas cómicas, sarcásticas, satíricas y observacionales impecables.
Así, en su camino de desarrollo, Nathan For You decidirá despedirse con un episodio doble especial titulado “Finding Frances” o “Buscando a Frances” en el que ya se anunciarán los favores aclamados de los más reciente proyectos del comediante —The Rehearsal y la serie The Curse— pero donde, sobre todo, se cimentarán las bases de un reconocimiento generalizado por retar los límites de la mera ficción y la realidad.
El episodio se centra en Bill Heath, un colaborador ocasional del programa que se ostenta como un imitador de Bill Gates —claramente no un imitador muy preciso ni hábil. Según explica Nathan Fielder, en alguna grabación, Heath le cuenta la historia de su vida y le confiesa que lleva años buscando reencontrase con el amor de su vida, Frances. A partir de esta situación, Fielder dedica los últimos dos episodios de su show a desplegar una investigación para dar con el paradero de la amada de Bill.
En principio, la historia pinta para ser una búsqueda cliché del amor perdido y se antoja como una ocasión para un final de ensueño. Sin embargo, en el mundo de Fielder nada es despojado de su carácter decadente ni espontaneo ni vivencial ni irónico.
En el camino Fielder tendrá la oportunidad de conocer la historia de Bill. La historia de un joven apuesto que decidió dejar todo atrás por el sueño de convertirse en una estrella de cine. Ahora, con setenta y ocho años, Bill es un mal imitador de Bill Gates cuya mayor oportunidad ha sido aparecer en un show de comedia en una calidad meramente humorística.
Un hombre que renunció al amor de su vida, a la estabilidad de su familia y a la realidad que conocía para buscar un éxito del que se creía merecedor pero que simplemente nunca llegó.
El doble capítulo no escapará a las estructuras satíricas de Fielder ni dejará de lado las oportunidades de complicar su trama en favor del entretenimiento. Se sentirá como un corolario homogéneo de un show hecho de pequeños experimentos cómico-documentales que, a la vez, logrará culminar un trabajo consistente que delata su evolución y el fondo agudo de su crítica social.
La crítica a las narrativas del éxito, la crítica a las narrativas aspiracionales vacías, la crítica a las meritocracias farisaicas y la contundencia con la que la vida nos entrega incertidumbre, insatisfacción y realidad compleja.
Un haz de luz, un haz de realidad, que entrega un iluminado ejemplo sobre una vida que se entrega a la inocencia juvenil de la aspiración por el éxito; ejemplo sobre el remordimiento de la vida sacrificada por una nada; ejemplo sobre la vida de un hombre que se cree merecedor de cierta bienaventuranza que le retribuya por el dolor y la tragedia que han acompañado su vida.
Como en todos los trabajos de Fielder, la realidad brillará entre la ficción y la ficción se elevará a una patencia tan densa que podría confundirse con la realidad. Como en todos los trabajos de Fielder, no será sencillo distinguir dónde empieza lo planeado, lo controlado y lo ensayado y dónde lo meramente espontáneo. Y, sin embargo, la real lección existencial que esconde la historia de Bill Heath se hará tan presente como la crítica a las luminarias que significa: el éxito no es para todos; el éxito, a veces, nunca llega; el éxito no es la vida.
A manera de epilógo y con esta ambivalencia ficticia-realista, los resultados de “Finding Frances” y el final efectivo de Natha For You delinearán un señalamiento clarísimo: no hay finales felices —aunque los haya—, no hay clímax sublimadores. Hay vida, hay proceso, hay camino. Hay un día más —mientras lo haya—; hay más oportunidades para fracasar. O no.
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