Se cayó el sistema
Freddy Sánchez miércoles 3, Ene 2024Precios y desprecios
Freddy Sánchez
Una democracia abandonada a su suerte es como una cárcel sin rejas. En donde los abusos y las arbitrariedades las pueden cometer impunemente los que realmente tienen el poder.
Y no parece existir mejor forma de alertar sobre la imperiosa necesidad de evitar que los organismos independientes y autónomos se mantengan fuera del alcance de cualquier grupo político o económico con intereses electorales que imponer a los demás.
Lo reciente del Trife, cuanto ha ocurrido en el INE y lo que viene pasando en la Suprema Corte de Justicia de la Nación, ameritan “abrir bien los ojos” a efecto de que desde la sociedad civil se proteja la imparcialidad de toda instancia legal con atribuciones para intervenir en cuestiones democráticas.
Desde la organización hasta la realización y certificación de las competencias para la definición de puestos de elección popular en aras de no abrir espacios que sean ocupados por afanes de manipulación.
A nadie se puede culpar de querer falsificar la democracia con el interés de anular el derecho colectivo a elegir con libertad a los representantes del pueblo en los cargos democráticos.
Para hacer algo así habría que tener “los pelos de la burra en la mano” o exponerse a ser visto como calumniador en especial si a la ligera se señala con un “índice de fuego” a los actuales responsables institucionales de la 4T con cargos populares legítimamente adquiridos.
Pero, lo que sí es de señalar es que cualquier acción pública o civil encaminada a desaparecer y crear nuevas instancias de control democrático y de justicia requiere el consenso de todas las fuerzas políticas para evitar que unos “se sirvan con la cuchara grande” en perjuicio de otros.
Y es que si algo caracterizó las actividades políticas electorales en México a lo largo de muchos años de un PRI invencible hasta que llegó la alternancia fue la simulación electoral mediante “paleros” de una ficticia oposición, compra del voto, maniobras subrepticias y demás burdas o ingeniosas tracalerías con el mismo resultado.
O sea, darle al poder en turno los cargos electorales a su amplia satisfacción y “regarle” posiciones populares en menor cuantía a los cómplices del engaño y de plano “migajas” a una minoría de opositores de verdad que comúnmente eran el equivalente a “voces en el desierto”.
Lo que dijeran y propusieran ni quien siquiera lo escuchara desde el poder de los operadores rapaces de una democracia simulada.
Cuidar pues que la voluntad popular se mantenga lo más a salvo posible de manipulaciones tramposas es de capital importancia en los tiempos que se viven en el país.
De ahí que sea menester impedir que manos ajenas a la voluntad popular decidan a qué hombres o mujeres elegir o no hacerlo para los cargos de gobierno en México.
Y en ese contexto, hay que decirlo sin tapujos. Mal y de malas estaríamos si los órganos electorales y de justicia pierden su autonomía e independencia propiciando un manoseo de las elecciones a conveniencia de quienes mediante artimañas logren controlar los medios para contar los votos y dirimir controversias.
Así que nunca más es deseable que volvamos a escuchar lo que dio origen al Instituto Nacional Electoral y que en tiempos de Miguel de la Madrid antes de enterar a los habitantes del país acerca de la voltereta nocturna que quitó a Cárdenas y puso a Salinas en primer lugar de las boletas electorales se anunció: “Se cayó el sistema”.