Fracasar con estilo
Opinión miércoles 3, Ene 2024Filosofía Millennial
H. R. Aquino Cruz
- “Gol gana” planteará una pregunta por las equivalencias entre la derrota y el fracaso. Mostrará que perder no siempre es fracasar y que ganar no siempre es tener éxito
Las interpretaciones excesivamente optimistas de la realidad humana buscan darle siempre un valor positivo aún a las experiencias más adversas y negativas. De ahí que surja la narrativa en la que el fracaso es sólo otra cara de la victoria.
En principio el concepto no suena nada incorrecto: parte del ensayo es el error y, a la postre, del ensayo y del error surge el trabajo preciso, pulido, exacto, eficiente y, quizá, destacado. Con todo, la idea pierde de vista la fría naturaleza de los hechos humanos: simplemente son.
En ocasiones un fracaso no es, en sí mismo, un acto significativo que construye una narrativa ulterior sino simplemente es eso, un fracaso. Un error, un trabajo mal hecho o un esfuerzo insuficiente.
En la tónica opuesta, las narrativas recurrentes del cine motivacional de Hollywood han erigido como un prolífico subgénero las historias de éxito deportivo. Normalmente construidas sobre las ruinas de una tragedia de equipo o una tragedia de vida que se logra superar con base en arduo trabajo o con base en una conexión humana que entrega como resultado final el éxito.
Dentro de este modelo narrativo se inscribe Gol gana o Next Goal Wins del director neozelandés Taika Waititi. Inspirada en hechos reales y en el documental homónimo de Mike Brett y Steve Jamison, la cinta sigue la historia del entrenador Thomas Rongen quien toma las riendas del Equipo Nacional de Futbol de Samoa Americana después de que dicha selección haya experimentado la peor derrota en la historia del futbol internacional —perdiendo 31 a 0 frente a la Selección Nacional de Futbol de Australia.
Desde ahí, Waititi construirá, con su característico sentido del humor ácido, irreverente y, en ocasiones, planamente puberal; un relato sobre el choque cultural, sobre el trabajo en equipo y sobre el valor de la construcción de una comunidad como cimiento para los logros individuales y colectivos.
En su centro, la cinta de Waititi pondrá atención en la historia de Thomas Rongen como un entrenador desafanado, desinteresado y escéptico que se integra a la vida de Samoa Americana como un mero ejercicio de tedio. Un hombre fracasado que ve en una oportunidad “irrelevante” una ocasión para seguir hundiéndose en la nada.
Por otro lado, Gol gana se centrará en la historia de Jaiyah Saelua, la primer jugadora transgénero en competir en un Juego Clasificatorio Oficial para la Copa del Mundo. Inserta en la idiosincrasia polinesia, Jaiiyah es una fa’afafine, es decir, es una persona perteneciente al tercer género concebido por las culturas del continente oceánico: aquel que se da en las personas que naciendo dentro de una categoría biológica asumen roles, características y una identidad no binaria, o bien, una identidad que integra elementos tanto masculinos como femeninos.
Así, con estos dos hilos conductores, Waititi desplegará una entretenida y divertida muestra de su particular estilo para narrar historias; toques de drama, mucha comedia y algunos giros narrativos compondrán un trabajo cumplidor que, sin embargo, no logrará tomarse con seriedad total ni con total profundidad el sustrato de su materia histórica de trabajo y que sí se tomará tantas licencias creativas como le sean útiles para sostener una historia desenfadada y de mero entretenimiento.
Con todo, como una tangente de significado, la película logrará poner en pantalla la pregunta por el valor del fracaso. En específico, por la definición de qué es fracasar o, mejor dicho, por el carácter relativo de lo que es fracasar.
Gol gana planteará una pregunta por las equivalencias entre la derrota y el fracaso. Mostrará que perder no siempre es fracasar y que ganar no siempre es tener éxito. Mostrará que el fracaso en sí mismo no es un objeto negativo o una ocurrencia trágica. Mostrará que a veces fracasar es neutral o que fracasar es la base para una identidad comunitaria que construye una esperanza compartida.
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