Peces gato
Opinión miércoles 20, Dic 2023Filosofía Millennial
H. R. Aquino Cruz
- Una historia de una mujer sufriendo los efectos del Virus de Inmunodeficiencia Humana (VIH) que entre tanto caos en su vida será capaz de voltear a su costado a ver a una mujer que padece una soledad abismal
Después de formular una reflexión sobre la aclamada Tótem y con un panorama cinematográfico escampado, no quería dejar pasar la oportunidad de escribir sobre una joya de la cinematografía mexicana que ha pasado relativamente obviada por muchos comentaristas de cine a pesar de haber formado parte de la más reciente lista de “100 Mejores Películas del Cine Mexicano” conformada por críticos y especialistas: dirigida por Claudia Sainte-Luce en 2013, Los insólitos peces gato.
Una película inspirada en una experiencia real de su guionista y directora que tiene en su centro a una familia caótica que gravita alrededor de una matriarca, Martha, quien enfrenta el día a día de vivir con Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida (SIDA).
La historia parte de un retrato de la profunda soledad de Claudia —la protagonista— quien busca sobrevivir como una joven independiente en la ciudad de Guadalajara; su autonomía se verá retada cuando la mujer deba atender un malestar gástrico que la posicionará en una cama de hospital junto a Martha.
A partir de este fortuito encuentro Claudia y Martha verán sus mundos paulatinamente cruzados desarrollando una historia de adopción, solidaridad, compañía y vinculación profundamente humana.
El poder de Los insólitos peces gato proviene, en primer lugar, de una historia corazonada, cómica, incidental, graciosa, dramática y esperanzadora que logra traducir el sentir de una escritora real al lenguaje de la cinematografía de ficción.
En segundo lugar, la puesta en escena del día a día de un grupo de hijos atendiendo a una madre y conviviendo con las naturales disfunciones de una vida familiar matizada provee a esta película de un ritmo fluido de naturalidad que acentúa las fibras de realidad que la componen.
En tercer lugar, un elenco inmejorable que construye una dinámica narrativa que se siente más real que la pantalla y que robustece la potencia emotiva, humana y empática que guarda la galardonada cinta.
Una sublimación de la vida real a través de una representación artística que cobra su propia vida, sus propias formas y sus propias especificaciones y que, sin embargo, sostiene un flujo perenne de dramatismo real, de emotividad existencial y que petrifica en imagen móvil un recuerdo transformado en cine.
Tal como los peces gato —también llamados bagres— la película de Sainte-Luce aparentará ser una cosa que no necesariamente es. Aparentará ser el relato de una mujer solitaria que se solidariza con una familia en apuros pero, en realidad, será una historia del poder humano de la visibilización.
Una historia de una mujer sufriendo los efectos del Virus de Inmunodeficiencia Humana (VIH) que entre tanto caos en su vida será capaz de voltear a su costado a ver a una mujer que padece una soledad abismal. La historia de un ser humano en dolor que reconoce a su lado a un ser humano que necesita ser visto, acompañado, arropado, adoptado. Una Martha que entre tanto caos logra ver con el alma —empatizar— con una persona desconocida.
Con Los insólitos peces gato resulta imposible no conmoverse y no recordar a esas personas que, alguna vez, en los más lúgubres de nuestros días, se atrevieron a mirarnos humanamente. A extendernos una mano, a acompañarnos en nuestros dolores, a darnos un lugar dónde ser escuchados o dónde ser leídos.
A esas personas que, como los peces gato, aparentan ser seres humanos a los que nosotros les aportamos algo cuando, en realidad, han sido ellos los que nos han salvado a nosotros.
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