Candil de la calle…
¬ Luis Ángel García miércoles 13, Dic 2023Por la Derecha..!
Luis Ángel García
Un gobierno rebasado por el narcotráfico, el cual le ha quitado la gobernabilidad y ensangrentado al país con más de 175 mil asesinatos, no tiene el diagnóstico de las adicciones en el territorio nacional y cinco años después empieza a levantar el censo para conocer la dimensión de un grave problema de saludad pública que amenaza con convertirse en un tema de seguridad nacional. Sin embargo, en temas como las elecciones en otros países y su forma de gobierno -donde existe un claro intervencionismo del inquilino de Palacio Nacional en la autodeterminación de los pueblos-, el Presidente decide darle clases de moral al Tío Sam y recriminarle que no tiene un programa que frene el problema de la narco dependencia porque no inculca valores éticos y sociales a sus jóvenes.
A diferencia de la postura del gobierno mexicano que niega la magnitud de los consumidores de estupefacientes en nuestra nación, la Casa Blanca reconoce que es un problema de seguridad interior y que por el fentanilo mueren más de cien mil jóvenes estadunidenses al año. También asumen las agencias norteamericanas que son el mayor mercado para las drogas y que es el territorio con más adictos en el mundo. Con la salvedad de que los americanos sí miden la dimensión del problema, tienen estadísticas actualizadas de sus enfermos y cuentan con programas de prevención y rehabilitación, cosa que no sucede con nuestras autoridades sanitarias. Hay un desface de cinco años respecto de la encuesta sobre adicciones, pero se intuye que crece el consumo.
También saben que el mayor proveedor de estupefacientes que inunda el mercado yanqui está precisamente al sur de su frontera y que los cárteles mexicanos no sólo introducen los opiáceos y otras drogas sintéticas por la porosa línea limítrofe llena de corrupción y complicidades de las autoridades mexicanas que permiten el libre tránsito de las mercancías ilícitas, las que también son comercializadas allá por los barones de la droga de este país.
Sin embargo, el gobierno tiene otros datos, y niega que en nuestro suelo se produzca, fabrique y exporte el fentanilo en sus diversas presentaciones. Pero la terca realidad se empecina en contradecir la narrativa oficial, no sólo con el descubrimiento y requisa de la droga sintética en aduanas y aeropuertos, sino con la propia información de las autoridades militares que dan cuenta de la destrucción de cientos de centros clandestinos de fabricación y de distribución. Cierto que los percusores químicos del fentanilo provienen de China, pero entran de manera ilegal por puertos y aeropuertos con la anuencia las propias autoridades aduanales, hoy a cargo de soldados y marinos.
Por eso no tiene cara el Ejecutivo para señalar a los gringos por omisos o ser una sociedad en decadencia permisiva con sus jóvenes que, desde la perspectiva del tabasqueño, crecen silvestres como la hierba. Primero hay que atender el grave enigma de las adicciones en México, cuyo diagnóstico está desfazado al menos cinco años. No saben cuántos adictos hay, qué consumen, qué ocasiona el fenómeno de las adicciones, qué políticas públicas se deben implementar para la prevención y rehabilitación de los sectores vulnerables, así como el combate al crimen organizado.
No estamos bien ni de buenas en materia de adicciones y muchos menos podemos ser candil de la calle y oscuridad de la casa para dar lecciones de moral o inducir criterios de comportamiento a otros gobiernos en asuntos que son de política interior, asunto que solo compete a los norteamericanos. Mejor redefinan la fallida estrategia -si en realidad lo es-, de abrazos y no balazos, y estructuren una política punitiva que someta al crimen organizado, porque no solo se trata del problema de las adicciones como ítem de salud pública sino de descomposición social y ruptura del pacto social como sucedió en Texcaltitlán. Más que dar consejos deben recuperar la gobernanza.