Alexis y Kike vs el capacitismo
Opinión miércoles 6, Dic 2023Filosofía Millennial
H. R. Aquino Cruz
- Ojitos de huevo se atempera en una estructura convencional y por momentos melodramática que, sin embargo, permite transmitir destellos de la robusta complejidad de vivir con una discapacidad
Hace casi cinco años dediqué uno de mis primeros textos en este proyecto al género cómico del roast y, puntualmente, a un duelo de comediantes entre Alexis Arroyo “Ojitos de Huevo” y Kike Vázquez. Ambos standuperos; el primero ciego y el segundo con parálisis cerebral.
En aquella ocasión reflexionaba sobre el valor profundo de aprender a reírse de uno mismo y sobre el modo en que la comedia puede convertirse en un canal oblicuo para la empatía: la risa no discrimina por sí misma porque el humor se puede hacer sobre todos.
En una sociedad que tiende a la elevación metafórica y simbólica de sus hechos —como en las sociedades latinoamericanas en general y la sociedad mexicana en específico—, la comedia se convierte en un territorio común mediante el cual nos hacemos conscientes de realidades que nos son ajenas.
Así, con una aguda visión racional, la serie de televisión Ojitos de huevo se encarga de transportar a una comedia dramática el discurso y las preocupaciones sociales que tanto Vázquez como Arroyo han imprimido en sus monólogos y, en general, en sus espacios de divulgación cómica y personal.
La serie sigue a una versión ficcionalizada de Ojitos que decide independizarse con la misión de convertirse en un exitoso comediante de stand up. El show, en nota cómica, se centra en las dificultades del joven ciego para escapar de la sobreprotección de sus padres y la malcomprensión de su entorno sobre lo que significa vivir sin la capacidad de ver.
En esta aventura Alexis estará acompañado por su mejor amigo Carlos —interpretado por Vázquez—, quien también vive con una discapacidad —parálisis cerebral—, y por el grupo de nuevos amigos que irán formando a lo largo del camino.
Con la oportunidad de convertirse en un espacio para compartir y hacer patente la experiencia vivencial de su protagonista, Ojitos de huevo se atempera en una estructura convencional y por momentos melodramática que, sin embargo, permite transmitir destellos de la robusta complejidad de vivir con una discapacidad.
Pero esta robusta complejidad no se traduce en el pernicioso, simplón y extendido discurso que malentiende a las personas con alguna diversidad funcional como “ángeles”, “bendiciones” o seres especialmente valientes.
Ojitos de huevo ve a sus protagonistas como lo que son: seres humanos comunes y corrientes que tienen la particularidad de contar con la falta o la limitación de alguna facultad física o mental que imposibilita o dificulta el desarrollo socialmente convencional de la actividad de una persona.
En otras palabras, seres humanos que no “están aquí para darnos una lección sobre lo afortunadas que son las personas “normales”” sino seres humanos cuyo recorrido funcional en este mundo no se ciñe a las convenciones que se han erigido en el nombre de una normalidad capacitista que es incapaz de comprender que no todos existimos dentro de cierto espectro normativo de funcionalidad. Es decir, que no todos los seres humanos caben dentro de una determinación única sobre lo que se supone que es una funcionalidad fisiológica normal.
En este sentido, Ojitos de huevo esclarece hábilmente la profundidad de sus personajes. Son jóvenes que quieren enamorarse, que tienen deseos sexuales, que les gustan algunos excesos, que dicen malas palabras, que son moralmente cuestionables en ocasiones, que tienen sueños, que cometen errores y que, simplemente, buscan ser tratados de acuerdo a su singular normalidad.
Personas que no son inconscientes de su diversidad funcional en lo más mínimo —¡ellos sí la viven en carne propia!— pero que no ven en esas singularidades un motivo para ser tratados como héroes forzados o como víctimas imposibilitadas.
Personas, que simple y llanamente, quieren poder llevar a cabo su búsqueda por la felicidad en los términos de su cotidianidad. Sin ser excluidos —por exceso o por defecto— a partir de las necesidades no-normalizadas que puedan tener.
Personas que no quieren ser minimizadas como “héroes”, “valientes”, “lecciones de vida” o “bendiciones” ni menospreciadas porque sus aptitudes funcionales no se ciñen a lo que se ha establecido como una normatividad funcional.
En el camino, Ojitos de huevo construirá una historia de comedia disfrutable, de drama pertinente y hasta de un relativo romanticismo optimista. En sus mejores momentos, logrará trasmitir qué se siente vivir en los zapatos de una persona con diversidad funcional y, sobre todo, logrará destacar al ser humano común y corriente que empañan las malcomprensiones culturales que quieren ver en una persona ciega a una persona unidimensional.
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