El destino de América Latina
Armando Ríos Ruiz miércoles 22, Nov 2023Perfil de México
Armando Ríos Ruiz
Casualmente me encontraba en Buenos Aires, Argentina, el 22 de octubre pasado, cuando se celebraron las elecciones presidenciales y por costumbre y vocación, pregunté a cuantos ciudadanos encontré a mi paso, más politizados que en México, a fuerza de vivir error tras error, sobre el resultado en la primera vuelta, en la que Sergio Massa, ministro de Economía, resultó ligeramente arriba del 36 por ciento de la votación, contra Javier Milei, con 30 por ciento.
Esta circunstancia obliga en ese país a realizar una segunda vuelta que, para evitarla, el ganador debe obtener más de 10 por ciento, que acaba de celebrarse el pasado 18 del presente mes, con el triunfo para Milei, el candidato ultraderechista y advertido inclusive como perturbado mentalmente. Lo apodaban El Loco cuando jugaba futbol en el Chacarita Junior. Hoy habla con su perro.
En la segunda vuelta el domingo pasado logró imponerse a Massa con 55.69 por ciento. 11.39 por ciento arriba o 14 millones de votos más que otro presidente durante los últimos 40 años. “Hoy dimos el primer paso para la recuperación de la Argentina”, afirmó en su primer discurso como presidente electo, el capitalizador del llamado “voto bronca”, o de los jóvenes cansados de lo ya conocido y dispuestos a experimentar el cambio.
Después de las elecciones de noviembre, la ciudadanía que respondió mis preguntas aseguraba que no había para donde hacerse. O caía en manos de Massa, el ministro de Economía que prácticamente llevó al desastre a Argentina, o con el ultra derechista que pretende dolarizar el país. Ambos son un serio peligro. La ultraderecha y la izquierda en el mundo no han dado jamás soluciones.
Argentina sufre un colapso económico que lo mantiene en 140 por ciento de inflación y de acuerdo con algunos expertos, llegará con Milei a 200. La gente votó por los dos extremos que permanecieron en disputa, aun cuando uno es acusado de ser el causante del desastre y ambos del peligro de agravarlo.
Para muchos argentinos, es inexplicable el fenómeno y al hablar de lo que ocurre en materia electoral, afirman que están a la par y hasta peor que en México, país que sólo es superior en narcotráfico y en asesinatos. Pero igual en decisiones del electorado, que ha preferido llevar a la Presidencia a los peores elementos, que sólo se empeñan en conservar a la ciudadanía que vota, con dádivas pecuniarias. Aunque allá, menores en cuantía.
Algunos opinan que Argentina no tiene solución. Va al desastre, dicen y no hay forma de rescatarlo con medidas que se antojan descabelladas, como la que ofrece Milei con la dolarización inexplicable. Hoy, muchos sobreviven con la venta de trabajos manuales y en busca de comida en los botes de basura.
Pero los latinoamericanos parecen convencidos al azar. Sin reflexionar el voto. Aunque las dádivas no funcionaron esta vez en ese lugar austral. Tan mal están, que prefirieron voltear exactamente al extremo opuesto porque muchos piensan que si un dólar cuesta más de mil pesos, las ganancias por sus servicios serán equivalentes, pero en dólares. Nada más lejano.
El destino de muchos países en América Latina está hoy en manos de gobernantes que sólo ocupan cargos muy importantes para perpetuarse en ellos engordando sus cuentas bancarias dentro y fuera de sus países y adoptando todas las medidas para perpetuarse en ellos, mientras la población empobrece vertiginosamente, confiada aún de que será rescatada.
En los ojos de los habitantes de ese lugar del cono sur, América Latina ofrece un futuro siniestro, si los ciudadanos no despiertan y deciden mejor su propio futuro. Pero la realidad sólo ofrece desesperanza, porque, por más que existen ejemplos, los errores persisten y los resultados son pésimos augures.
Mientras tanto, en México estamos a la vuelta de repetir el error o de enmendarlo o por lo menos de creer que podemos enmendarlo. Hemos tenido una prueba que pronto será de seis años, casi, y el resultado ha sido el desastre en todos los rubros, con una Presidencia empeñada en llevarnos al infierno.