1985: un terremoto nos cambió
¬ Arturo Ríos Ruiz miércoles 20, Sep 2023Centro..!
Arturo Ríos Ruiz
- La capital parecía bombardeaba
- Miles de muertos por doquier
Hace 38 años y un día, la Ciudad de México, principalmente, se sacudió como nunca por el terremoto que casi acabó con el Centro Histórico, también conocido como el primer cuadro de la capital. El reloj marcaba las 7.19 horas e inició con un leve vaivén que nos alertó en la redacción del Sol de México, en su edición de Mediodía.
Me tocaba cubrir la fuente de lo que fue el Departamento del Distrito Federal, que le cambió el nombre Cuauhtémoc Cárdenas, el primero de izquierda en destronar al PRI en esa posición tan importante del país. Fui el primer reportero de un medio escrito en salir a reportear el suceso. Jacobo Zabludovsky lo fue por la radio.
El primer espectáculo que se observó fue una capa de humo y polvo, carreras desquiciadas por temor y damas desmayadas; la ciudad parecía haber sido bombardeada. Mi amigo Arnulfo Magaña, motociclista de la policía, se presentó a auxiliarme y realizamos un recorrido suficiente para relatar el desastre en que quedó la urbe.
Mi papel, además de reportero, era columnista, me acercaron los datos que casi dos decenas de edificios derrumbados, eran propiedad gubernamental y que al menos una docena eran propiedad de Ramón Aguirre, el regente, como se conocía entonces el cargo.
En mi columna comenté lo anterior con mi punto de vista pleno de críticas a la administración de Aguirre, además su negocio personal desde el importante cargo en el gobierno de su amigo Miguel de la Madrid Hurtado.
A las dos horas en que se publicó la edición, era costumbre de todos buscar el lugar que ocupaba la nota principal en la que participé, pero la columna con mis consideraciones fue omitida. En aquellos tiempos no se podía preguntar el por qué no se publicaba algo y sólo apechugué.
Más tarde, me enteré que la institución Departamento del Distrito Federal mantenía un jugoso convenio publicitario, el más importante de la edición. Entendí resignado y fue parte de mi experiencia en el periodismo, cuando uno es pieza relativa y su libertad, está condicionada a intereses del patrón.
Todos los que recorrimos el desastre, en aquel 1985, quedamos marcados por la tragedia tan monstruosa; miles de muertos bajo los escombros, anécdotas inimaginables por su crudeza, otras simpáticas que se volvieron chistes.
Entre las últimas, hubo una que no me olvido, que fue creación del vulgo: La primera dama, Paloma Cordero, recorría la zona de Tlatelolco, con varios edificios derrumbados, la señora caminaba entre el polvo y ladrillos acompañada de Nancy Reagan, esposa del presidente de los Estados Unidos.
Pero los mexicanos siempre convertimos la desgracia en chiste: brotó la chuscada en medio de la tragedia: Que al llegar las damas a Tlatelolco, la señora Cordero dijo a la estadounidense: “Señora Reagan, usted disculpe el tiradero”.
La realidad es que la señora Cordero realizó un papel ejemplar en apoyo a su esposo, el Presidente y siempre ejerció un papel encomiable en aquella administración.