Barbie estereotípica
Opinión miércoles 26, Jul 2023Filosofía Millennial
H. R. Aquino Cruz
Desde sus inicios en la actuación, el trabajo de Greta Gerwig se caracterizó por una especial consciencia de su contexto y una correlación privilegiada con las expresiones cinematográficas de su época.
Primero, como una figura referente del subgénero mumblecore en el cine independiente —identificado como un movimiento artístico caracterizado por un estilo naturalista cercano a los reality shows y mockumentaries (falsos documentales). Después, como una actriz reconocida en el cine y la televisión popular —Frances Ha le valió una nominación a los Globos de Oro, fue elegida como la protagonista del cancelado spin off de How I Met Your Mother, How I Met Your Dad, y su vigencia actoral se ha extendido a la reciente White Noise. Eventualmente, con una aclamada carrera como directora que le ha valido múltiples nominaciones a los Premios Oscar de la Academia.
De este modo, el énfasis como cineasta de Gerwig dio como resultado la refrescante, inteligente y corazonada, Lady Bird, y una ingeniosa, meticulosa, reflexiva y propositiva nueva adaptación fílmica del clásico de la Literatura Inglesa, Mujercitas. En ambos casos, con un claro discurso feminista subyacente dentro de una lógica realista, empática y contemporánea que brilla por su naturalidad —sin halos de impostura— y su elocuencia.
Durante este proceso y por su parte, Mattel inició el desarrollo de un proyecto liderado por su icónica muñeca, Barbie. Tras una década de ires y venires y la consideración de diversas actrices, productores y directores para el proyecto, la compañía juguetera encontró en Margot Robbie a su protagonista y en Greta Gerwig a su directora y co-escritora.
Surgió así Barbie en medio de una sorprendente campaña publicitaria —marcada por el llamado Barbenheimer— que alimentaba la curiosidad por lo que una cineasta tan habilidosa como Gerwig haría con uno de los referentes culturales de la feminidad pop.
El resultado es una película de fantasía cómica que pertenece al reino de lo imaginario —rozando lo surreal, lo absurdo y lo satírico. El resultado es una bomba comercial que se ha convertido en la película dirigida por una mujer más taquillera de la historia en su fin de semana de debut. El resultado es una película que ha tenido una recepción —por la crítica y por el público— dividida.
El argumento de Barbie nace en Barbieland, la tierra imaginaria de la icónica muñeca de Mattel donde la diversidad y la feminidad reinan. Allí, conocemos a la Barbie estereotípica —“lo primero que piensas cuando piensas en una Barbie”, explicará—, nuestra protagonista y nuestra guía en el mundo rosa, alegre y perfecto de la fantasía infantil.
Las cosas tomarán un tono disruptivo cuando Barbie estereotípica empiece a disonar con su entorno a través de una crisis existencial —“¿alguna vez han pensado en la muerte?”— que develará un problema multidimensional. La consecuencia, que Barbie deberá viajar al mundo real y buscar la solución a su dilema ontológico. El problema, que el mundo real no es tan simple como Barbie lo imagina y que su figura no es exactamente el símbolo de empoderamiento femenino que ella cree.
Así, Gerwig nos presentará la historia de una travesía de idas, vueltas y regresos que deconstruirán, reconstruirán y afianzarán la identidad de la muñeca que demostró a millones de niñas que son capaces de ser lo que ellas quieran ser. Una historia de introspección y autodescubrimiento mediada por la fantasía y la versatilidad —casi absoluta— de su naturaleza imaginativa.
Ésta naturaleza imaginativa e “ilógica” ha sido parte de las críticas que se han dirigido a Barbie que parece establecer una premisa potente con la que no siempre resulta robustamente coherente. Sin embargo, es esta “incoherencia” parte del hábitat natural de un objeto artificioso que es, eminentemente, el medio de una idealización proyectiva de la feminidad.
Gerwig es claramente consciente de esto durante el film y lo expresa con comedia, con sátira y con absurdidad directa. Es consecuente con las necesidades de un juguete que forma parte de una semántica “irracional”, no natural, no real. Fantasiosa, imaginaria y lúdica.
Pero Barbie no se queda allí, Gerwig da el paso siguiente develando un claro discurso feminista que se revela como el trasfondo de esta idealización. Gerwig critica a su Barbie sin dejar de reconocerle el papel de modelo a seguir con el que irrumpió en la cultura en 1959 —al respecto, la brillante escena símil a 2001: odisea del espacio resulta ilustrativa.
Gerwig enfrenta a Barbie al mundo del patriarcado, a la realidad compleja de la feminidad en el mundo real y proyecta las confusiones e impotencias propias de la experiencia de ser mujer en el mundo contemporáneo.
Subraya contundentemente: “Es literalmente imposible ser mujer. […] me parte el alma que no creas ser suficientemente buena […] Es como si siempre tuviéramos que ser extraordinarias, pero de algún modo, siempre lo estamos haciendo mal. […] Siempre tienes que destacar y siempre ser muy agradecida. […] No debes envejecer nunca, nunca ser grosera, nunca presumir, nunca ser egoísta, nunca fracasar, nunca tropezar, nunca mostrar miedo, nunca ser impertinente. Es muy difícil y es demasiado contradictorio […] Y resulta que no sólo estás haciendo todo mal, sino que todo es tu culpa. Ya me cansé de verme a mí misma y cada una de las mujeres del mundo hacer hasta lo imposible para que los demás nos quieran”.
En un primer momento, Barbie de Gerwig exhibirá cómo la perfección modélica —que representa una Barbie estereotípica o un Ken estereotípico— es la responsable de una opresión sistemática que produce insatisfacción existencial —tanto a hombres como a mujeres. Enfatizará en la necesidad del autoconocimiento y la autoconsciencia como medios para sentirse suficientes en un mundo hiperexigente — sentirse “(K)enough”.
En un segundo momento, avanzará a una cuestión bastante más filosófica y abstracta: la aprehensión de lo femenino —lo humano— en los términos de la abstracción conceptual versus lo femenino —lo humano— como creador de significado en el mundo. En otras palabras, una abstracción de Barbie arrojará la pregunta por la brecha entre la idea y la vivencia; entre el ideal y la agencia creativa —el hacer inherente a lo humano.
El ideal como un incentivo proyectivo que nos ayuda a elucubrar lo que queremos ser. La agencia creativa como el reto existencial de ser lo que queremos ser en nuestro hacer. El ideal como una inerte meta —que puede estar hecha de mero plástico— y el hacer como una consecuencia de ser en el mundo.
Al fondo de Barbie, queda la pregunta por lo que esta película podría haber sido sin la injerencia inevitable —y sutilmente señalada por la propia Gerwig— del corporativismo del que la muñeca es una cara: ¿qué habría sido de una representación fílmica crítica, satírica y propositiva de Barbie sin los compromisos mercadológicos en los que la inserta Mattel?
Quizá, la pregunta es tan ociosa como preguntar ¿cómo se distingue Barbie y su mensaje de un sistema consumista y capitalista? Después de todo “se lo que quieras ser” podría ser el lema mismo del capitalismo —consume lo que quieras consumir, compra lo que quieras comprar: se lo que quieras ser siempre y cuando tengas el dinero suficiente para serlo.
Al final, en términos de mercado Barbie ha cumplido con las expectativas que se le asignaron, quizá, sacrificando una parte de su posible consistencia artística. Con todo, el trabajo de Gerwig resulta consecuente con la directora y es un poderoso reflejo del mundo en el que Barbie vive hoy.
Quizá a lo que atendimos en las salas de cine al ver Barbie es al nacimiento de una nueva Barbie estereotípica. Fiel a su tradición disruptiva y feminista en tanto que proyecto de una nueva forma de ser mujer y propositiva en la honda abstracción de proponerle a las mujeres de hoy desembarazarse de los modelos rígidos de la feminidad abrazando el valeroso reto de ser lo que quieran ser a través de su hacer.
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