Derecho familiar
Opinión miércoles 19, Jul 2023Filosofía Millennial
H. R. Aquino Cruz
Una de las consecuencias previstas para la actual Huelga de Actores y Guionistas de Hollywood será el retraso —que ya se está dando— de muchas producciones o su eventual cancelación y, como consecuencia, un crecimiento en la producción de reality shows —que implican un menor uso de guionistas y actores profesionales— y de producciones extranjeras —fuera del microcosmos hegemónico de la industria del entretenimiento estadounidense.
En esta coyuntura, tuve la oportunidad de toparme con una producción canadiense que se construye sobre las bases del género del drama y la comedia legal pero que, en su desarrollo, se revela como una pieza única, de carácter propio y que refleja una realidad política y social distinta a la que suelen presentar las series sobre abogados estadounidenses.
Family Law sigue a Abigail Bianchi, una abogada que, después de tener problemas con el alcohol, es suspendida y condicionada por el Colegio de Abogados de Canadá. La situación la lleva a necesitar un abogado que sirva de garante y responsable de sus prácticas legales para que ella vuelva a ejercer su profesión.
Así, encuentra en Harry Svensson a su tutor. El problema, Svensson es el padre de Bianchi, con quien la abogada tiene una relación distante después de años de alejamiento y abandono. Por si fuera poco, Harry trabaja al lado de los dos medios hermanos de Bianchi, con quienes ella nunca se ha relacionado, y se especializan en una materia inexplorada para Abigail: el derecho familiar.
De este modo, la historia de Abigail se convierte en una historia familiar, de reconexión y vinculación con una parte de su vida que ha negado y de rehabilitación personal, por un lado, y, por otro, en una comedia-drama legal que explora los casos que se dan en materia familiar dentro del país parte de la Mancomunidad Británica de Naciones.
Este segundo punto resulta especialmente interesante por la tradición liberal, igualitarista, moderada y de justicia social que ha distinguido a Canadá en las últimas décadas y que contrasta claramente con la constante pugna interna estadounidense entre la socialdemocracia y el republicanismo —que suelen ser las directrices en las que se insertan sus tramas legales.
De esta manera, los capítulos de Family Law lidian con casos como la lucha de una pareja con Síndrome de Down por conservar la custodia de su bebé, la lucha de un joven que busca su emancipación para evitar ser enviado por sus padres a un “campamento de conversión”, los conflictos legales entre los miembros de una relación poliamorosa, la mala praxis de una clínica de inseminación, la lucha de una adolescente trans por sus derechos para iniciar una terapia de reemplazo hormonal, el conflicto legal de una pareja dividida por el sectarismo, o, en un tono más cómico, la lucha por la custodia de un perro, el conflicto legal entre un hombre de cuarenta años y sus padres por el desalojo del hijo y el pleito legal de una pareja por una infidelidad dentro de un videojuego online.
De este modo, dentro de las coordenas sociales, legales y políticas de Canadá y con una representación franca de la idiosincrasia específica del país norteamericano, Family Law destaca por un tono afable, entretenido y ligero que, de manera cadente, transita a dilemas genuinamente complejos y característicos de una sociedad multiculturalista.
Demuestra esa cara amable y simpática que ha hecho famoso al país de la Commonwalth dentro de la cultura popular pero también deja entrever que, más allá de las apariencias, existen problemas serios, complejos, graves y novedosos para el mundo que estamos viviendo.
Crecer en una familia de abogados es algo que he tenido la fortuna y la desgracia de experimentar —como todo, tiene sus cosas positivas y sus cosas negativas. De ahí me proviene una afición por los dilemas legales —y las aporías lógicas— y una cercanía lógica con el género del entretenimiento legal —desde sus La Ley y El Orden hasta sus Better Call Saul. Y de ahí me viene un reconocimiento de que esta historia es una peculiaridad narrativa que brilla, sobre todo, por su canadianidad.
En el mundo del entretenimiento Hollywoodense existe una clara impostura que busca propagar un discurso de diversidad, multiculturalidad e inclusión. Si bien este rasgo es —opino— en lo fundamental positivo nunca queda claro hasta dónde esta intención es algo más que una mera estrategia mercadológica.
En el caso de Family Law, como parte del entretenimiento canadiense, queda claro que su interés por la diversidad y la multiculturalidad surge desde las condiciones de una realidad con la que se convive: la tradición política y social de Canadá.
Con ello, lo que reluce es una consciencia de que el conflicto denso, complejo e intrigante no desaparece con un aparato de interpretación multicultural; por el contrario, matiza que los conflictos familiares que desembocan en la esfera legal existen y existirán siempre que exista la humanidad. Que la familia es un ente vivo y que, como todo lo vivo, no se deja de mover.
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