Un Tsuru y una bicicleta
Alberto Vieyra G. viernes 14, Jul 2023De pe a pa
Alberto Vieyra G.
¿Cuál es la diferencia entre un destartalado y contaminante Tsuru y una ecológica bicicleta?
Usted estará de acuerdo conmigo en que un automóvil viejo es por añadidura, un vehículo contaminante del medio ambiente porque arroja partículas de plomo y contaminantes de ruido por encima de los 50 decibeles considerado científicamente por la ONU, mientras que una bicicleta es práctica y no contamina con partículas que están causando una catástrofe con el cambio climático.
El cambio climático, deteriorado por los mortíferos gases que arrojan al ambiente más de mil 400 millones de automotores en el mundo y que a punto están de provocar la catástrofe que viene, es un tema para reflexionar y concientizar el daño que hacen a la madre tierra todo ese universo de mortíferos automotores, sino también los casi 19 mil aviones comerciales y las flotas de los principales ejércitos de las potencias mundiales.
¿Por qué hablo de un contaminante Tsuru y una bicicleta?
Bueno, a riesgo de que me asesine o queme en leña verde el inquilino de Palacio Nacional con su mordaz populismo en las mañaneras, me ha llamado poderosamente la atención que el ciudadano Presidente está desbocado obsesivamente en atacar a la inminente candidata presidencial del Frente Opositor Amplío, Xóchitl Gálvez quien se mueve por todos lados a bordo de su bicicleta sin “tamales”, que no contamina como lo hacía la tartana en la que se movía AMLO para dar un subliminal mensaje de ser un político jodido y austero al que se le quemaban las habas por mandar a la rechintola a los que él llamo “la mafia del poder”.
¿Recuerda usted a AMLO en ese proletario Tsuru?
Sí, AMLO contaminaba con su chatarra llamado Tsuru y Xóchitl Gálvez no, pero AMLO se mofa de ella diciendo que anda en una bicicleta y que sólo le faltan los tamales al tiempo que esboza una sarcástica risotada como la de un Ecoloco, siendo éste otro grosero ataque de misoginia y racismo que terminarán por llevarla a Palacio Nacional, cuyas puertas se negó a abrirle AMLO para darle el derecho de réplica por otro ofensivo comentario presidencial y con lo cual desacató la orden de un juez para que AMLO le abriera los micrófonos de las mañaneras como lo mandata la Constitución, que otorga el derecho de réplica cuando algún mexicano es atacado en los medios de comunicación.
Vaya manera de mofarse de los mexicanos aspiracionistas. Mofa merecerían los tamales de chipilín con los que AMLO agasaja a empresarios, representantes diplomáticos en México, gobernadores y otros actores políticos a los que invita a almorzar o comer en Palacio Nacional dando una imagen de un Presidente austero, cuando en realidad se exhibe como un Presidente negrero.
Parecía que la sucesión presidencial en favor de Claudia Sheinbaum estaba más que cantada, pero a AMLO se le apareció el diablo y ahora no haya cómo parar la xochitlmanía.
Seguramente que la semana pasada, AMLO tuvo que tomar altas dosis de passiflorine para bajarle a su PH, sobre todo cuando el historiador Enrique Krauze, al que AMLO tacha de ser “un traficante del periodismo”, escribió un demoledor artículo para el The Washington Post en el que acusa a López Obrador de “asesinar” con su infame retórica de injurias que emplea contra sus críticos de la prensa y adversarios políticos, a los que no baja de “fifís y corruptos”, algo impropio en un jefe de Estado.
Enrique Krauze hace un símil entre López Obrador y el Rey Enrique II, quien, para liquidar al arzobispo inglés, Thomas Becket preguntaría: “¿no hay nadie capaz de librarme de este cura turbulento?”. Más rápido que de prisa no faltó un arrastrado asesino que dio muerte al cura, pero el rey dijo que sus declaraciones habían sido “malinterpretadas”. Pero, ahora AMLO diría es “un complot para derrocarme”.