Murió un dinosaurio sagrado
Alberto Vieyra G. martes 11, Jul 2023De pe a pa
Alberto Vieyra G.
Murió un dinosaurio político sagrado. No todos los días ocurren muertes iguales en México. Fue un mexicano culto con un acervo de casi 27 mil libros en su biblioteca privada. Desde niño fue un genio: Fue campeón nacional de oratorio y declamación.
Fue un político honesto por los 4 costados y harto conocedor de la ciencia política; fue dirigente nacional de 3 partidos políticos con registro nacional: PRI, PARM y PRD, algo único en el mundo; fue secretario del Trabajo; titular de Educación Pública; presidente de la Cámara de Diputados; representante de México ante la ONU, diputado, senador y sólo le faltó ser Presidente de México,habría hecho una nación culta. Fue artífice fundamental del pluralismo político y democrático en México.
¿Ya adivinó de quién le estoy hablando?
Sí, de Porfirio Alejandro Muñoz Ledo y Lazo de la Vega, un político de izquierda moderada y sin cuyo activismo político no puede concebirse que el actual presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, haya obtenido la silla presidencial. Porfirio Muñoz Ledo junto con Cuauhtémoc Cárdenas, Ifigenia Martínez, Ignacio Castillo Mena y otros políticos probos protagonizaron en 1987, la histórica desbandada priista que fracturó al partido tricolor desde la cúpula hasta los cimientos de ese partido fundado por Plutarco Elías Calles en 1929. Desde 1988, el PRI dejó de ser el partido del carro completo
Fuera del PRI, Muñoz Ledo y los ya mencionados conformarían el desaparecido Frente Democrático Nacional, papá del PRD, y el PRI perdería por primera vez su mayoría calificada de 335 diputados en la Cámara baja, pues apenas consiguió en las elecciones federales de 1988, consiguió 257 diputados conocidos como “la mayoría raquítica”. Esa odisea política solamente pudo lograrla un dinosaurio sagrado.
Pero, también Muñoz Ledo acabaría con el “día del Presidente”. El 1 de septiembre de 1988 en San Lázaro, cuando Miguel de la Madrid rendía su sexto informe de gobierno. De pronto, una voz bien timbrada que resonó en el recinto parlamentario clamaba “señor Presidente, una interpelación” y luego otra vez “señor Presidente, permítame…”, la misma petición en 3 ocasiones. La Cámara se había convertido en un manicomio y al grito de ¡fuera, fuera, fuera…! Los porros priistas exigían que Muñoz Ledo abandonara el salón de sesiones. Lo tuvo que hacer escoltado por una nube de reporteros parlamentarios y al transitar por el pasillo central no menos de 3 lambiscones le lanzaron a Muñoz Ledo feroces puñetazos, unos dieron en el blanco, pero uno de ellos lanzado por el entonces gobernador de Aguascalientes, Miguel Ángel Barberena Vega se impactó en mi impecable grabadora que ese día estaba estrenando.
En 1989, fui invitado a los festejos del bicentenario de la Revolución Francesa. En la histórica avenida de los Campos Elíseos me topé con Porfirio Muñoz Ledo. Ya éramos amigos desde unos 10 años atrás. Al llegar al evento oficial del histórico bicentenario, Muñoz Ledo descubrió que había olvidado en el hotel su invitación. Esperamos unos 5 minutos para que unos guardias de seguridad le indicaran al presidente francés, Francois Mitterrand, que en la puerta se encontraba el senador Porfirio Muñoz Ledo. Mayúscula fue mi sorpresa cuando el mismísimo Francois Mitterrand salió a recibirlo y juntos se encaminaron hacia el palco de honor. Desde entonces conocí la talla de un Porfirio Muñoz Ledo que ayer murió casi al cumplir 90 años.
Los propios franceses me habían dicho en la víspera de aquel aniversario, que Muñoz Ledo era uno de los políticos más cultos y honestos de México, razón por la cual dos de las importantes universidades francesas lo invitaban entre 4 y 6 ocasiones al año a dar conferencias a las que asistía la crema, la nata y el jocoque de los franceses.