Las autodefensas o la seguridad retorcida
¬ Luis Ángel García lunes 3, Jul 2023Por la Derecha..!
Luis Ángel García
Muy lamentable el asesinato de Hipólito Mora, creador de las guardias comunitarias o grupos de autodefensas en Michoacán, pero más dramático es el reconocimiento de la existencia de estos cuerpos de seguridad que reflejan la claudicación del Estado en su función primigenia de garantizar la seguridad y el patrimonio de los ciudadanos mediante el monopolio del uso legítimo de la fuerza. Condenable que el Presidente escurra el bulto y niega su responsabilidad constitucional y jurídica sobre el clima de inseguridad que se vive y quiera responsabilizar a su eterno villano favorito, Felipe Calderón, de la trágica muerte del líder de las autodefensas en La Ruana, una más de las 160 mil que se registran en lo que va del sexenio de la 4T.
Hay que recordar que las guardias comunitarias, grupos de civiles armados —mayoritariamente aguacateros o limoneros—, que se defienden de los cárteles criminales como Los Caballeros Templarios ante la inacción, omisión o la incapacidad de los gobiernos federales, estatales y municipales para combatir a la delincuencia organizada que tenía y tiene asolados a los agricultores de la zona. La fallida guerra calderonista contra los narcotraficantes obligó al gobierno peñista a legalizar a las guardias comunitarias e incluso permitirles el uso de armamento para su defensa.
La administración de la 4T y su falta de estrategia en materia de seguridad pública reactivó la labor de las autodefensas ante el vacío gubernamental, quien, además, enfrenta la falta de gobernanza en el 81 por ciento del territorio nacional por la influencia de los delincuentes en esas zonas.
La aceptación de las guardias comunitarias es la derrota del Estado de Derecho, es la abdicación del gobierno, imposibilitado de dar certeza jurídica y proporcionar la seguridad pública que merecen los gobernados; es la ruptura del pacto social y regresar a los tiempos de la justicia de propia mano. La falta de gobernabilidad hace que retrocedamos a los tiempos de la barbarie, donde cada uno se proporciona seguridad o se hace justicia a sí mismo. Pero no necesariamente las guardias comunitarias han restablecido la paz ni han acabado con la extorsión a los agricultores ni frenado la expulsión de los lugareños que son despojados de sus tierras. El propio Hipólito vivió en carne propia la muerte de su hijo en un enfrentamiento con narcotraficantes.
Además, el proyecto de las autodefensas rebasó el objetivo de las mismas, ya que en el reclutamiento de los efectivos no se controló el ingreso de delincuentes y de los propios narcotraficantes, cuyas células, lejos de dar seguridad a los aguacateros y limoneros, asumieron las actividades ilícitas del crimen organizado, por lo que en muchas regiones, las guardias comunitarias controlan el tráfico de drogas, se dedican a la extorsión, al cobro por derecho de piso, al secuestro y la venta de protección. El aguacatero Mora no fue un techado de virtudes, ya que en dos ocasiones estuvo procesado en los Estados Unidos por problemas de estupefacientes.
Nunca fue una buena idea la creación de las guardias comunitarias, ya que lejos de cooperar en la solución al problema de la inseguridad que, insisto, es la negación del Estado a cumplir con su función básica, sólo incrementó las actividades ilícitas de los grupos de autodefensa, los cuales fueron infiltrados por los delincuentes en detrimento de los verdaderos agricultores. Lamentable la muerte violenta de Hipólito Mora, la cual deber ser una llamada de advertencia al gobierno federal para que asuma su responsabilidad, no entregue la plaza y no endose culpas al pasado. No es buena opción que los ciudadanos se den protección a sí mismos, es tiempo de que el gobierno ejerza el uso legítimo de la fuerza contra la delincuencia organizada.