Un sirviente que ya no sirve
¬ Francisco Reynoso jueves 18, May 2023Triple Erre
Francisco Reynoso
Está claro: El Partido Verde, sin lugar a dudas el partido con la peor reputación, ya no le sirve al presidente López Obrador. Y en Morena preparan las cosas para darle un puntapié en el trasero y deshacerse de él.
Las declaraciones de Mario Delgado Carrillo no dejan lugar a dudas. Quizá no tuvieran relevancia si el presidente nacional de Morena las hubiese pronunciado de motu proprio. Pero Delgado sólo es el muñeco de ventrílocuo del señor de Palacio Nacional.
El ultimátum planteado por Delgado Carrillo incluye también al Partido del Trabajo, pero evidentemente el PT se cuece aparte. Alberto Anaya es un peón incondicional de López Obrador. Si le dice párate de cabeza, Anaya se para de cabeza. Y si le pide que se arroje a las vías del tren, Alberto se tira, pero se levanta ante que pase en ferrocarril.
El PT fue aliado de Morena desde las elecciones presidenciales de 2018. Anaya se la jugó con López Obrador. El Partido Verde, liderado por Carlos Puente en esos días, optó por hacer alianza con el PRI y apoyar a su candidato presidencial: José Antonio Meade, el más gris que ha tenido el PRI en toda su historia —quizá sólo lo supere Pascual Ortiz Rubio, “El nopalito”—.
En el proceso presidencial de 2018, el Partido Verde mostró que se degradación es progresiva, acelerada e inevitable.
Porque el Partido Verde, fundado por Jorge González Torres y heredado a su cachorro Jorge Emilio González Martínez, ha sido bufón del poder desde su origen en 1986. En el año 2000, se alió al PAN y a Vicente Fox para llegar al poder; obtuvo casi 6 millones de votos y contribuyó con casi 40% al triunfo del botudo.
En 2006, cambió de color en su alianza estratégica. Optó por unirse al PRI y a su candidato presidencial Roberto Madrazo. La derrota de ambos fue estrepitosa. El Verde sólo obtuvo 2 millones de votos. En 2012, con Enrique Peña Nieto, la suerte le cambió, porque regresó a Los Pinos con una cosecha menor a 3 millones de votos; su contribución al triunfo del copetes fue mínima: 5.5 por ciento.
En 2018, el Partido Verde tuvo su peor momento. En alianza con el PRI y Meade apenas recogió 1 millón de votos en las urnas. Su destino parecía estar definido. Pero la habilidad de sus líderes lo sacó a flote. De repente el Verde apareció junto a Andrés Manuel López Obrador y decidido a defender con su propia vida si era preciso, las reformas de la Cuarta Transformación.
Ese amor verde nunca convenció del todo a López Obrador. Y su decisión de deshacerse de “amigos” incómodos se empezó a ver cuando López ordenó suprimir la cláusula de vida eterna de su reforma electoral.
López dejó a los partidos aliados sin garantía de cubrir el 3% de la votación obligatoria con bolsas que le prestara Morena. El Presidente los condenó a rascarse con sus uñas.
Y ahora López Obrador mandó a Mario Delgado para darles un ultimátum: Se unen a Morena en Coahuila, bajan a sus candidatos a gobernador Ricardo Mejía, del PT, y Lenin Pérez, del Verde, o en 2024 buscan otro árbol que les dé sombra.
López Obrador es mañoso. Sabe que PT y Verde no bajarán a sus candidatos porque los inventaron justamente obedeciendo órdenes de Morena. Lo que López quiere es que no gane Armando Guadiana y el PRI respete el pacto de dejar pasar sin sobresaltos ni problemas a Delfina Gómez. López quiere gobernar el Estado de México con una mujer que sea garantía de lealtad a ciegas, es decir, que haga exactamente lo que se le ordene.
El doble juego de López Obrador parece perverso. Y es, en efecto, perverso y maquiavélico, muy al estilo del hombre de Palacio Nacional.
El corrido de la “corcholata”
La “corcholata” favorita estrenó corrido. Se lo hizo uno de esos grupos norteños afectos a los narcocorridos. Está lejos de tener la calidad musical del que le hicieron Los Tigres del Norte a López Obrador, pero lo más importante para los seguidores de Claudia Sheinbaum es que cada día se afianza más en la delantera de la carrera presidencial.
El equipo de apoyo y promoción de la jefa de Gobierno de la CDMX está haciendo un trabajo excepcional. Es innegable que Claudia ya sea la “corcholata” más conocida en todo México y además la han posicionado bien en el ánimo de la gente.
No deja de ser penoso que la mayor popularidad de la recién estrenada abuela Claudia provenga de los conciertos musicales que se organizan en el Zócalo de la Ciudad de México, entre ellos los de Rosalía y Grupo Firme. Y que estos conciertos se hayan convertido en un negocio harto productivo para Ángel Gómez Concheiro, hijo de Pablo Gómez, titular de la UIF, y de Elvira Concheiro, Tesorera de la Federación.
La verdad es la verdad
y no admite otros datos