Hasta hoy, todos coludos
Armando Ríos Ruiz viernes 12, May 2023Perfil de México
Armando Ríos Ruiz
En los años que lleva el actual gobierno. En la antesala de la despedida del sexenio, todos los mexicanos deberían haberse dado cuenta ya de que no ha existido uno solo que sea diferente en cuanto al abastecimiento de dinero para que, una vez sin trabajo, los funcionarios puedan darse todos los lujos posibles.
Antes se hablaba del año de Hidalgo y se dividían las administraciones en tres etapas: dos años para permitir al anterior, a quien daba entrada al nuevo mandatario, meter la mano en las decisiones nacionales. Dos años para mandarlo a volar, en pos de ejercer el propio gobierno y dos años para robar bajo el lema inventado por el pueblo en que se menciona al héroe de la patria.
Este sexenio ha sido diferente en muchos aspectos. Todos negativos. No en el de acumular dinero pasa sí. Desde el principio y hasta hoy, se impuso la novedad de entregar, sin licitar, contratos supermillonarios a amigos y parientes. Esto invita a pensar mal y a suponer con 100 por ciento de certeza, que un buen porcentaje se queda en las manos de quien los otorga.
Han sido destruidas demasiadas instituciones sin rendición de cuentas, cuyos presupuestos, algunos piensan, han ido a engrosar la idea de que su destino está en los programas sociales de dádiva bimestral a ancianos, a jóvenes y a cuantos puedan aportar votos a Morena. No se trata de una práctica generosa, sino del prurito de conseguir agradecidos para las elecciones.
El problema es que, como todos, el gobierno no gasta lo que devenga, porque no produce nada para tener ganancias. Gasta el dinero del pueblo y muy mal. Cuando se mete a administrar, también lo hace de pésima forma. Por eso dijo una vez un Premio Nobel de Economía que si México administrara arena, en un año tendría que importarla.
Desde el principio, el actual gobierno comenzó a tirar y tirar dinero. Inició con la destrucción del aeropuerto de Texcoco, modelo en el mundo y echó al pozo sin fondo 565 mil millones de pesos, de acuerdo con un dictamen de la Auditoría de la Cuenta Pública 2019. Esta edificación traería divisas de múltiples maneras, pero el odio a todo lo que huele a pasadas administraciones pudo más que la cordura en el ánimo del nuevo mandatario, para destruirlo y sustituirlo con otro que hoy no ofrece absolutamente ni vuelos siquiera.
Sólo por concepto de deuda, el monto que tiene que desembolsarse este año, es de 3.4 por ciento del PIB. Es decir, un billón 79 mil millones de pesos para enfrentar el compromiso. Esto quiere decir que tendrá que afrontar el costo de la deuda pública más alta durante los últimos 27 años.
Revela que se gobierna sin ninguna conciencia. Con nulo conocimiento del Ejecutivo en materia económica o con oídos sordos a los que deben prevenirlo, sin éxito, de que el dinero no nace en macetas. Debido a esta inconsciencia, se gobierna con el convencimiento de que México posee arcas de numerario inagotables que se llenan solas como si fueran mágicas.
Lo anterior quiere decir que el manejo del gobierno es pésimo, inconsciente y dedicado a todo lo que significa un comportamiento meramente personal, que da importancia a los renglones menos sensibles en la gobernanza, como las elecciones y la destrucción de instituciones. Como la imposición de obediencia a uno de los poderes, como el Legislativo, que debería ser independiente por su igualdad con el Ejecutivo.
El dinero también se va en la manutención de hijos que no hacen absolutamente nada, pero que viven como príncipes y en el consentimiento de otros que sirven como damas de compañía, pero que se sirven del poder para satisfacer demandas de los mejores amigos, a quienes consiguen contratos millonarios cuyas ganancias deben ser forzosamente repartidas.
No hay pues, ninguna diferencia con los anteriores, a los que diariamente se elude como los peores. Y que conste: el espacio no da para decir más, pero basta para darnos cuenta de lo que realmente ocurre.