Fue el Waterloo de Calderón, PAN y PRD
Roberto Vizcaíno lunes 4, Jul 2011Tras la puerta del poder
Roberto Vizcaíno
- Es por demás obvio que en estos próximos 75 días el puntero presidencial priísta habrá de transformarse de gobernador en el precandidato que todas las encuestas dicen que es
Los primeros reportes indicaban anoche que los candidatos a gobernador del PRI habían arrasado en el Estado de México y Coahuila, y ganado con una amplia e irrefutable ventaja en Nayarit y en las principales alcaldías de las 84 que estuvieron en juego en Hidalgo.
De ratificarse los porcentajes por los que se decía ganaban los candidatos tricolores en esos tres estados a sus opositores del PAN y PRD (por casi 40 por ciento en los casos del Edomex y Coahuila, y por 16 por ciento en Nayarit), el proceso electoral de ayer domingo prefigura sin duda lo que podría ocurrir en la presidencial del domingo 1 de julio del 2012.
Habría ahora que confrontar los resultados depurados en cada caso con las encuestas previas, a fin de ver que tanto se acercaron o en qué y en dónde difirieron.
Sin embargo, los datos circulados y sumados a los triunfos alcanzados entre 2006 y hoy, indican que el PRI logró reposicionarse en el país y que llegará a la presidencial en su mejor momento, luego que hace 11 años no pocos lo declararon como un partido sin futuro y absolutamente muerto.
Los dos argumentos esenciales esgrimidos entonces por los analistas y politólogos, y refrendados por la mayoría de los políticos, luego de que el panista Vicente Fox le ganó contundentemente al priísta Francisco Labastida, eran que el PRI simplemente no podría sobrevivir sin contar con un Presidente de la República de extracción tricolor, y sin el dinero que le daba tener el control del poder.
Hubo académicos e intelectuales que compararon lo ocurrido entonces al PRI con el destino que corrieron otros partidos en el mundo, para llegar a la misma conclusión: el PRI estaba muerto. Junto con la derrota electoral, el tricolor tuvo que enfrentar una crisis económica severa que luego se agudizó con la multa que por mil millones de pesos le impuso el IFE por el asunto del “Pemexgate”. Por eso y otras circunstancias, por aquellas fechas se llegó incluso a especular que los priístas tendrían que vender los edificios y terrenos de la sede nacional de Insurgentes y Buenavista para que se construyera ahí un Perisur del centro de la ciudad.
Sin embargo, hoy a 11 años de aquel desastre y a contrapelo absoluto de aquellas predicciones, el PRI es de nuevo el partido más votado por los mexicanos. Eso quedó ratificado ayer en el Estado de México, Coahuila y Nayarit, así como en las principales presidencias municipales de Hidalgo.
Pero no sólo eso. Lo ocurrido ayer en esos 4 estados al parecer indican que lo que señalan prácticamente todos los sondeos y encuestas más serias, es apenas un reflejo de lo que ocurrirá dentro de un año cuando en los comicios del domingo 1 de julio se elija al nuevo Presidente de México; a los 500 diputados federales y a los 128 senadores: al nuevo jefe de gobierno, los 16 delegados y los 66 asambleístas del DF, así como a los gobernadores de Guanajuato, Jalisco, Morelos y a los alcaldes y diputados locales de esas entidades.
Frente a todo esto, lo ocurrido a principios de este año en los comicios a gobernador en Baja California Sur y Guerrero, donde los candidatos del PRI no ganaron, al parecer queda en el olvido.
Hay que decir que en Guerrero los priístas fueron expulsados hace 6 años de la gubernatura, debido a pugnas internas aún no resueltas y en el de Baja California Sur desde hace 2 sexenios, igualmente por conflictos entre grupos y personajes tricolores.
La otra cuestión que no hay que olvidar, es que los candidatos del PRD y PAN ganadores en esos estados son ex priístas, quienes apenas días antes todavía militaban en el Revolucionario Institucional, como el año pasado ocurrió también en los casos de Puebla, Oaxaca y Sinaloa. Sin embargo, existen otros elementos que hay que tomar en cuenta.
Pese a las aparentemente inmejorables perspectivas, antes de la elección presidencial del 1 de julio de 2012, los priístas encabezados por el coahuilense Humberto Moreira y su puntero Enrique Peña Nieto deberán pasar otras dos aduanas.
La primera aduana es la elección de gobernador del domingo 13 de noviembre en Michoacán, y la segunda la del domingo 5 de marzo de 2012 para renovar 125 alcaldes y las 75 diputaciones locales en el Estado de México.
En el caso de Michoacán, habría que repetir que, con los apabullantes resultados electorales de ayer, el presidente Felipe Calderón y su partido, así como el PRD, quedan contra la pared.
Para Calderón y el PAN será esencial emplearse a fondo en Michoacán, ya que este es el estado donde nació el Presidente y donde ahora la candidata blanquiazul a la gubernatura es nada más y nada menos que su hermana, Luisa María Calderón.
Pero sobre un triunfo del PRI en este estado, significaría que la estrategia de golpeteo realizada por Calderón desde Los Pinos en los años anteriores, con el uso por demás público, abierto de los delegados federales de prácticamente todas las secretarías y los enormes recursos presupuestales a su disposición contra el tricolor, simplemente no ha servido de nada.
Por más que los ha combatido, los priístas han ganado una a una las gubernaturas más importantes y así han recuperado en lo que va de este sexenio, Querétaro, San Luis Potosí y Yucatán, y estuvieron a punto de hacerlo en Baja California y BCS.
Ni qué decir que a pesar de haber perdido Sonora y Sinaloa han logrado retener todas las demás para sumar ahora 19 en total, una más respecto de las que tenían en el sexenio de Vicente Fox.
En este entretiempo, los tricolores han ganado además la mayoría de las diputaciones locales y las presidencias municipales, así como aumentar de 105 a 237 las diputaciones federales.
Esa es la base con que ahora llegan a las puertas de la presidencial del 2012.
Pero en Michoacán no sólo tendrán que enfrentar todo lo que representa el poder y los recursos presidenciales, sino la reacción del PRD.
Y es que de ganar ahí el candidato del PRI, Fausto Vallejo, significaría para el partido del sol azteca perder el control de un estado gobernado los últimos 10 años por perredistas.
Eso significaría un severo golpe para su propia existencia, luego que en los dos últimos años perdió además las gubernaturas de Zacatecas y Baja California Sur, y de que existe una amenaza real de que el tricolor o el PAN le puedan arrancar también no sólo algunas delegaciones capitalinas sino la propia jefatura de gobierno en el DF.
El primer e irrefutable indicio de que todo esto lo veía venir Calderón, fue su aceptación ante el periodista Ciro Gómez Leyva el martes pasado, respecto de que el PRI estaba 30 puntos arriba del PAN en todo el país.
En esa ocasión aceptó además que el puntero sin competidores panistas era el gobernador mexiquense Enrique Peña Nieto, a quien se negó a calificar como un peligro para México.
Días antes el propio ex presidente Vicente Fox había dicho lo mismo. Quizá las fuentes de información de uno y otro panistas hayan sido las mismas. Hoy podría asumirse que simplemente fueron avisados desde una semana antes del desastre que iba a significar las elecciones de ayer en el Estado de México, Coahuila, Nayarit e Hidalgo.
Dentro de este contexto, es que en los próximos 75 días, justo los que le faltan a Enrique Peña Nieto para entregarle el poder a Eruviel Ávila, cambiarán los ritmos y acciones de los partidos.
Con estos resultados y perspectivas no hay duda que Peña Nieto se habrá de quitar el cerco de silencio que se ha autoimpuesto respecto de su inclusión a la carrera presidencial para evitar una sanción por parte de las autoridades electorales.
Es por demás obvio que en estos próximos 75 días el puntero presidencial priísta habrá de transformarse de gobernador en el precandidato que todas las encuestas dicen que es.
La revaloración que a partir de los resultados de ayer deberán hacer todos los actores políticos y sus partidos, tocará sin duda no sólo directamente al presidente Felipe Calderón, al PAN y sus muchos precandidatos, sino en primerísimo lugar a Andrés Manuel López Obrador y a Marcelo Ebrard.
AMLO simplemente fue reducido a prácticamente nada en el Estado de México, donde impuso la candidatura de Alejandro Encinas bajo el argumento y la percepción de que la campaña que inició él mismo con recorridos por todos los municipios mexiquenses, lo había hecho recobrar la fuerza que tuvo en esta entidad en 2006.
Y Ebrard deberá repensar si sus aspiraciones presidenciales tienen realmente base de operación política y futuro cierto, luego de que envió a todo su grupo de expertos en comicios al Estado de México apoyados con enormes recursos, sólo para encontrarse con esta derrota.
Luego de todo esto queda un escenario por demás interesante que, insistimos, todavía tiene varias aduanas enfrente.