Más riesgoso el micrófono mañanero
Armando Ríos Ruiz miércoles 26, Abr 2023Perfil de México
Armando Ríos Ruiz
¿Por qué, cuando un alto funcionario público enferma o refleja malestares de salud se ocultan los hechos con el silencio y en este sexenio le han agregado a ese mutismo las mentiras, quizá porque hasta en eso, los que deben dar la cara están obligados a copiar al Presidente que impuso dicho estilo?
El domingo pasado, de acuerdo con la versión del periodista Joaquín Chan Caamal, del Diario de Yucatán, el presidente López Obrador sufrió un desvanecimiento durante una reunión en Mérida, acompañado de una complicación cardiaca y esto dio origen a un mundo de especulaciones.
Las redes sociales se llenaron de opiniones en pro y en contra de la salud y el destino del mandatario, lo mismo que de opiniones de personas dedicadas a verter dictámenes sobre el diario acontecer político de México, que ocurre en cualquier momento de nuestro devenir.
Además, para nadie es desconocida la precaria salud del Presidente, desde que experimentó el primer infarto en el año 2013. No era candidato y por lo tanto, no había nada que ocultar. Un hijo suyo hizo saber que no asistiría a una reunión en el Senado debido al percance, mientras en reuniones particulares de todos los mexicanos se hablaba de verdad o de mentira.
Muchos especularon en diferentes sentidos. Inclusive se escuchó que no quería opinar sobre la reforma energética y urdió el infarto. Los cercanos dijeron que se trató de la obstrucción de una arteria coronaria que se destapó con éxito, después de que el enfermo llegó al hospital con un fuerte dolor de pecho.
Pero las enfermedades también evolucionan con el paso del tiempo y en la cabeza de tirios y troyanos permanece desde entonces la imagen o la idea de un hombre que a simple vista no está sano. Su porte. Su caminar y hasta su voz cansados denuncian enfermedades de todo tipo, que los médicos, sin hacer ninguna auscultación, adivinan con tino milimétrico.
Negar el verdadero estado de salud de los altos servidores públicos es un estilo viejo que a mi parecer sobra. Que además, en este momento, somete a la población mexicana a la exacerbación de los ánimos, toda vez que el enfermo ya se encargó y ha continuado decidido a mantenerlos así: enfrentados por sobre todas las cosas. Con palabras benevolentes y hasta cariñosas para sus consentidos y con denuestos hirientes a los que ha escogido para enemigos.
En mucho tienen la culpa los que se apresuraron a decir que la versión periodística de Yucatán es mentirosa, como el vocero, Jesús Ramírez, quien intentó tapar el sol con un dedo. El cuento no lo hubiera tragado ni un retrasado mental, por el solo hecho de pensar en un hombre cuya salud forzosamente se ha deteriorado desde el primer infarto.
Pero los encargados de diferentes actividades cercanas al primer mandatario, como de Seguridad, de Economía y de Salud, también se reunieron urgentemente, para acordar cómo informarán sobre su estado, en la conferencia madrugadora. Pienso que no hay mejor versión sobre eso, que la verdad.
Un acuerdo habla por sí solo de idear argucias que no conducirán a nada. Si la verdad es que por tercera vez está contagiado por Covid, que se diga sin tapujos. Con el conocimiento del caso de algún médico que no sea López-Gattel, a quien de plano, ya no le salió bien aquella lisonja desmesurada de que el Presidente no puede contagiarse por ser más fuerte que Supermán.
Si la enfermedad es de alto riesgo, entonces también habría que saberlo. Ocultar los hechos no llevará a ningún alivio. Más alivio llevaría apartarlo de las tareas cotidianas y obligar al paciente a vivir la vida en la quietud de su rancho, rodeado del hermoso follaje de la selva chiapaneca.
Más riesgo para él, sería permanecer frente al micrófono mañanero haciendo rabietas, enfrentado a los problemas que él mismo ha creado contra todo lo que se mueve y lanzando todos los disparates que conoce, a los miles de enemigos inspirados en el sopor de sus fantasías.