La oposición y la prensa, inermes
¬ Luis Ángel García lunes 3, Abr 2023Por la Derecha..!
Luis Ángel García
Desde el púlpito del Salón Tesorería de Palacio Nacional, un cada día más intolerante y autócrata Presidente descalifica, incluso desde la ilegalidad y con tono totalitarista, a la oposición, a la prensa y todo personaje o ciudadano que ose contravenir los postulados del proyecto político de la 4T o cuestione los pronunciamientos de quien se ha convertido en un mandatario absolutista, donde palidecen Luis XIV y su “El Estado soy yo” o Carlos I y su arrogancia de imperio global “En mi dominio nunca se pone el sol” Esa megalomanía cobra nueva forma, con la ya clásica frase “a mí no me vengan con que la ley es la ley”.
Así, este sexenio se ha encargado de suplantar la constitucionalidad, el Estado de Derecho para erigirse en una deidad que decide sobre la vida o muerte de cada habitante de este país, como los emperadores romanos que con el dedo índice decidían el destino de esclavos y gladiadores. La 4T ejerce la patria potestad de los mexicanos y por eso derrumba todas las instituciones democráticas, autónomas e independientes. Una sociedad acrítica es representada por un Ejecutivo omnímodo, omnipresente y omnipotente que determina el futuro de la población.
Con gran cobardía los dueños de los grandes medios de comunicación aceptan que el solitario de Palacio insulte a sus reporteros y descalifique a sus empresas. Más aún, le publican todos sus insultos.
En ese paraíso terrenal sobran las instituciones que organizan y ciudadanizan las elecciones, cuando el supremo las puede controlar, o ¿por qué transparentar la actuación de los servidores públicos y exigir la rendición de cuentas si por de faul el patriarca define lo que es honestidad, perdona los pecados del pasado y disimula los del presente? Desde el ex Palacio Virreinal se califica la nueva moral pública, se establecen nuevos estándares de bienestar y se rechaza toda atrevida conducta “aspiracionista” que pretenda que el mexicano busque y logre una mejor calidad de vida. En la educación, se regresa al oscurantismo, al dogma como regla, a la instrucción mediocre que rechaza la excelencia y la competitividad leal con respeto a las reglas. La ciencia al servicio de la ideología es lo que priva hoy.
Como en la novela 1984 —aunque la narrativa oficial pondera más la Rebelión en la Granja—, el contemporáneo Big Brother asume todas las responsabilidades para que nosotros sólo seamos felices. En ese nuevo Estado es innecesaria la Constitución porque él aplica las normas y entonces son innecesarios el INE, el INAI, las universidades autónomas, la Cofece, el Inegi, entre otros organismos que tienden a desaparecer o ser mediatizados como el Banco de México.
La pobreza es el nuevo indicador del bienestar, donde sobra la clase media y sólo se tolera a los ricos si son moderados en sus ganancias y generan el empleo que no puede procurar el gobierno. El miserable se debe conformar con los subsidios electorales que les asigna el Estado a través de los programas sociales. Para ser feliz no es necesaria la educación ni la información; hay que renunciar a la buena ropa, al automóvil nuevo —para eso están los carros “chocolate” y contaminantes que regulariza el gobierno, aunque ello represente la pérdida de empleos en la industria automotriz mexicana—, y las diversiones, solo las gratuitas en el Zócalo.
Ese es el futuro inmediato de México si no exigimos el golpe de timón, las nuevas generaciones merecen un país próspero, vivir en un verdadero Estado de Derecho, aspirar a una mejor calidad de vida, participar de la movilidad social y alejarse de la pobreza con más y mejores empleos, preparados para competir en un mundo globalizado y no subsistir en una aldea utópica. En las próximas elecciones ni un voto a la 4T, no dejemos que el destino nos alcance.