El turno de la Corte
Armando Ríos Ruiz lunes 6, Mar 2023Perfil de México
Armando Ríos Ruiz
Por más que los columnistas de diferentes medios del país no quieran, tienen que abordar casi todos los días temas relacionados con el señor López Obrador. Es nada menos que Presidente de uno de los países importantes del mundo, pero su timón dirige la barca por las aguas más turbulentas que conoce, con una decisión notoriamente enfermiza de estrellarla contra el más amenazante arrecife. Aunque parece que le gustan más las que desconoce, tal vez porque siente un placer inexplicable por los peligros sorpresivos.
No tiene la mínima capacidad para reconocer sus desatinos y esa situación lo obliga a defenderlos, sin recapacitar en que es un hombre con virtudes y con defectos, como cualquiera otro. Su ego estratosférico lo hace creer que es infalible, aunque reconocidos psicólogos lo ubican como un hombre cuyo ego no encuentra límite. Insensible al dolor ajeno. Inclusive de los pobres a los que dice amar y según se sabe, en la realidad los desprecia profundamente y los utiliza para conservar el poder el mayor tiempo que sea posible, con dádivas que lógicamente no pueden resistir, como el dinero bimensual.
Un hombre así es incapaz de amar. Pero sus seguidores no lo saben por su probada ignorancia. Así continuarán hasta que el tiempo los separe.
Siempre tendrá enemigos, porque los fabrica. Si se olvida un instante de México, los encuentra en otros países. Ahora, entre otros, ha dado en arremeter contra la ministra presidente de la Corte, Norma Piña, sólo por el inmenso pecado de haber dado muestras de querer ejercer su cargo con absoluta responsabilidad, como uno de los tres poderes que debe manejarse con independencia, como marca nuestra Carta Magna.
Saludable, desde luego, porque se vislumbra que no se someterá a la voluntad y al capricho de quien da más muestras de creer con toda su inconsciencia, que es el dueño de México y que si quiere, puede hundirlo cuando desee. Con decisiones inclusive crueles, como abandonar a su suerte a los niños enfermos de cáncer, feminicidios y crímenes que diariamente se cometen por decenas en todos los rincones de México. La capital, en manos de su favorita, es ya observada como el epicentro de la criminalidad del mundo entero.
Quisiera que fuera como sus indignos amigos, Claudia Sheinbaum o Adán Augusto López, ansiosos y felices de parecerse a él. Sin luz ni ideas propias, sino especies de clones formados a semejanza de su dios tabasqueño, desprendidos de uno de sus cabellos o de un pedacito de su piel Macuspana.
Ya la llamó protectora de corruptos. Aunque hasta hoy no se sabe que haya protegido a Manuel Bartlett, a Rocío Nahle, a Napoleón Gómez Urrutia o a aquellos que reparten a diestro y siniestro, adjudicaciones directas súper millonarias sin licitar y a tantos y tantos morenistas que hoy pueblan su firmamento político.
Se adivina que el gesto del tabasqueño obedece al prurito de arrancarle una decisión a su favor, cuando llegue el momento de que la Suprema Corte decida el destino de su plan B de la reforma electoral, que hoy no tendría ningún problema, si la presidencia de éste poder hubiera recaído en manos de su incondicional, Yasmín Esquivel, acusada de plagiar documentos universitarios que la convirtieron hasta en doctora en Derecho.
Si la presidente de la Corte fuera como dice y además la más corrupta de su gabinete, pero plegada a sus designios, hoy la defendería contra viento y marea, con su acostumbrada frase salvadora: “yo confío en ella”.
Pero ahora la responsabiliza con ese filo irracional, que” ha desatado una ola de resoluciones en favor de los presuntos delincuentes. Pero nadie ha notado que defienda a Bartlett, a Rocío Nahle, a Napoleón Gómez Urrutia o a Nestora Salgado o a sus funcionarios que confieren contratos millonarios sin licitar.
¿Alguien sabe que defienda a cárteles de la droga o que felicite a los delincuentes por haberse portado bien durante algún período de elecciones?