Sucesión presidencial
Armando Ríos Ruiz miércoles 18, Ene 2023Perfil de México
Armando Ríos Ruiz
Con nulos recursos discursivos, imaginativos, de carisma, de persuasión, Claudia Sheinbaum ha extraviado terreno en su aspiración a la Presidencia de la República, después del reciente accidente del Metro, en el que perdió la vida una mujer y más de un centenar de usuarios resultaron heridos. Su vida política está reducida a depender en todo del actual Presidente. En permanecer bajo su sombra protectora y en copiar sus palabras. No hay para más.
Siempre pensó que emularlo al pie de la letra le acarrearía la misma suerte que ha envuelto a su jefe. Su estrategia, en efecto, le ha bastado para que el político tabasqueño deposite en ella toda su confianza y la haga ver como su favorita en la sucesión. Tampoco nada podría ser mejor para el Presidente, que la señora lo releve en el cargo, porque es quien ofrece sin ninguna duda y mejor que nadie, que don Adán Augusto, inclusive, la prolongación del mandato.
Sólo tomó en cuenta al líder. Se olvidó por completo de otro ingrediente que se suma como obligación firme y decidida: Cultivar y preservar con toda la fuerza de su corazón, de su ánimo y de su inteligencia, durante el tiempo que fuera necesario, la estima de la ciudadanía que es la que juzga las acciones buenas y malas de los políticos y que castiga la ineficiencia, las demostraciones de ineptitud en los cargos públicos, que en el caso de doña Claudia, han sido repetitivas.
Su actuación al frente del Gobierno de la Ciudad de México ha sido francamente desastrosa, sin glorias qué aplaudir. Pero no conforme con esta situación, le ha agregado distancia a su encomienda, en aras de hacer campaña abierta en pos de la primera magistratura, que ha dejado expuestas las carencias de los servicios públicos, reflejadas en el abandono del Metro, que reclama con vidas y con heridos su falta de atención.
A escasos días del último suceso lamentable en el Sistema de Transporte Colectivo, una encuesta ya dice que Marcelo Ebrard se colocó a la cabeza de los posibles candidatos, con 37 por ciento de las preferencias. Es, por cierto, el único que ha brillado en los eventos más importantes de esta administración. Es quien se ha llevado el reconocimiento, mientras el gran jefe hace el ridículo internacional, calificado por algunos gobiernos como el gran dictador.
En esa encuesta, la señora aparece con 34 por ciento. Pero en el escenario de la guerra de números y de preferencias acaba de agregarse Ricardo Monreal, finalmente aceptado por el gran elector. Jugó muy mal sus cartas y ahora se muestra tardíamente dispuesto a disputar el principal escalón político. Se insiste en que, finalmente, acabaría en la jefatura de Gobierno de la capital y que de hecho, éste sería su premio de consolación, toda vez que en 2018 le fue arrebatada con argucias que a nadie convencieron.
En un programa televisivo, otra empresa encuestadora da el primer lugar a don Adán Augusto López, quien haría también un magnífico papel como el primero en el escenario o en este teatro, pero el segundo en el mando, que seguramente cedería con todo gusto a su paisano, el actual Presidente. Por ahí existe una liga de muchos años, de cuando ambos eran muy jóvenes, que los mantiene hermanados con ligas de agradecimiento.
Las encuestas son realizadas por empresas erigidas para ganar dinero. Se venden muy caras y dicen lo que el contratante quiere. Pero es posible palpar en el ánimo de los votantes que hay cierta inclinación para un determinado aspirante y un desdén marcado para otros. Como hoy se ven las cosas, la mujer que ha permanecido bajo la protección del que manda, ha comenzado a desdibujarse, mientras otros empiezan a emerger ante las preeminencias populares.
Mientras tanto, la oposición aún discute sobre su futuro candidato. El senador Santiago Creel tiene la mano levantada desde hace mucho tiempo, en un terreno aún indefinido, a pesar de que el tiempo avanza implacable. Muchos más, sin ninguna posibilidad están apuntados por si algún golpe de suerte pudiera actuar en su favor, pero con posibilidades demasiado remotas.