El Metro: mantenimiento o terrorismo
¬ Luis Ángel García lunes 16, Ene 2023Por la Derecha..!
Luis Ángel García
El sábado 7 de enero, el Sistema de Transporte Colectivo sufrió un fatídico accidente entre las estaciones La Raza y Potrero de la Línea 3 con una prometedora estudiante universitaria fallecida y un centenar de lesionados. La tragedia agarró mal parada a la administradora de esta ciudad capital; con el pretexto de dar una conferencia sobre su exitosa gestión en la CDMX en Morelia, Michoacán, se placeaba la “corcholata” favorita de la 4T. En las redes sociales le llovieron las críticas por haber abandonado el barco y la obligaron a retornar en un helicóptero del gobierno estatal, aeronave que el mandatario local ofreció, en campaña, vender para evitar los viajes de funcionarios en actividades particulares.
Más allá de las razones reales que provocaron el choque de trenes, el accidente abolló la imagen de la jefa de Gobierno, quien no tuvo una estrategia eficiente de manejo de crisis ni control de daños. Afortunadamente no falleció el conductor del convoy, porque hubieran hablado de una falla humana. Para desgracia de la administración capitalina —que todavía no se recupera del mortal desastre de la Línea 12 del Metro, donde perecieron, por negligencia y corrupción, casi treinta personas—, la “regenta” no logró justificar su tardía reacción ante la contingencia ni contrarrestar las versiones de que el accidente ocurrió por falta de mantenimiento.
Trabajadores del Metro declararon sobre las malas condiciones del transporte por falta de presupuesto e informaron de las fallas en casi todo el sistema, contrario a la narrativa oficial de “que se ha invertido como nunca en mantenimiento”. Es evidente la negligencia de los directivos. No hay sistema de control y operación computarizado, todo se hace manualmente y por comunicación telefónica con los conductores, hay deficiencias en la señalización e iluminación, entre otras carencias. Recordemos que hace un par de años se incendió el “cerebro” de la Línea 1 y 2, incluso una policía auxiliar, presa de pánico, se aventó al vacío. Hay evidencias del abandono que han hecho las autoridades de uno de los medios de transporte más utilizado por los capitalinos, ya que mueve a seis millones de personas al día.
Como no se pudo culpar al factor humano ni comprobar “la inversión millonaria en mantenimiento”, la imagen de la precandidata presidencial fue en picada; por ello tuvo que salir al “quite” el inquilino de Palacio Nacional y hablar de una campaña de desprestigio orquestada por los conservadores para demeritar a la niña de sus ojos. Pero tampoco eso pudo empatar el marcador y, asesorados por una “mente brillante” urdieron la perversa hipótesis del sabotaje. Intereses oscuros y manos misteriosas provocan eventos atípicos que poner en riesgo la seguridad de los usuarios. Rápidamente echaron mano de la Guardia Nacional. Seis mil elementos —más que los destacamentados en varias regiones de 29 entidades, vigilan andenes, accesos e instalaciones, aunque no tuvieron un gran debut.
Llama la atención la peregrina idea de que la problemática del Metro es un problema de seguridad pública y no de seguridad industrial. Si en realidad estuviera en riesgo la seguridad ciudadana, la protección de su patrimonio o incluso de su vida, hubieran contratado más elementos de la Policía Auxiliar o de la Bancaria e Industrial —que prestan un servicio razonablemente aceptable—, para resolver el conflicto, pero hacer uso de las fuerzas armadas y la presunción de los sabotajes, es tanto como aceptar que existen actos terroristas en el Metro, como sucedía en Londres, Madrid o París. Poco creíble la versión de los sabotajes y tan aventurada proposición no ayuda en nada a la atribulada jefa de Gobierno.
La verdad es que poco importa a las autoridades la seguridad física de los usuarios, por lo que la presencia de los militares puede deberse a una intención política de desactivar o al sindicato, cuyo líder lleva más de cuatro décadas confrontando a las administraciones —aunque ahora ofrezca sus servicios y apoyo a la profesora Delfina Gómez en el Edomex—, y quieren quitarle el control sobre la operatividad del Metro o buscan acostumbrar a la ciudadanía a ver en las calles y en el transporte a los militares, como parte ya de la cotidianidad o paisaje urbano. En cualquier escenario, mal negocio para la jefa de Gobierno.