Caso clínico
Francisco Rodríguez lunes 1, Mar 2010Índice político
Francisco Rodríguez
LOS ODIOS DE Felipe Calderón son ya un caso patológico. Junto con sus colaboradores ha asumido actitudes características de los patanes, quienes de acuerdo al diccionario, se comportan de forma ignorante, tosca y grosera.
Peor todavía. Cuando es pillado con “las manos en la masa”, invariablemente encuentra culpabilidades en otros, con lo que pretende eludir su responsabilidad.
De tal dio muestra un par de veces la semana anterior. La primera, en la reunión de mandatarios latinoamericanos celebrada en Quintana Roo, cuando el presidente del Ecuador, Rafael Correa, denunció que un organismo internacional formado por 33 países condenó a su país al incluirlo en una lista de naciones que se prestan al blanqueo de dinero con fines terroristas, lo que negó y condenó. Y dio a conocer que en ese grupo había tres países ahí representados, México, Brasil y Argentina, que no sólo votaron a favor de la sanción, sino que nada hicieron para evitarlo.
Calderón ofreció una disculpa a Correa: “Averiguaré quiénes son esos funcionarios mexicanos y los motivos de su actuación. Lamento que esto haya causado un perjuicio a Ecuador.”
¡Otra vez, como en el caso de quien prácticamente ya es ex secretario de Gobernación, no sabe Calderón lo que hacen sus colaboradores!
Sucedió de nueva a cuenta a media semana, cuando la gobernadora de Yucatán, Ivonne Ortega, acusó recibo de las actitudes patanescas de los colaboradores militares y civiles del ocupante de Los Pinos.
No sólo los reconvino en público, volvió a hacer cara -como en la tonadilla de Pedro Infante- de “yo no fui, yo te lo juro que yo no fui”, y otra vez dijo ser ajeno a las descortesías, las groserías, la innecesaria rudeza en contra de la mandataria peninsular y de sus colaboradores en aquella administración estatal.
¿Dónde anda el señor Calderón que no se entera de lo que, en su representación, hacen sus colaboradores? ¿En Babia? ¿En la luna? ¿Será que le informan por la tarde y a él se le olvida todo a la mañana siguiente? ¿Lagunas mentales? ¿Tan grandes, como para que nos invite a todos a esquiar en ellas?
Nada de ello, pues hasta donde es sabido, tal actitud invasiva e irrespetuosa de las autoridades le-gí-ti-ma-men-te electas se repite en una y otra de las entidades que no son administradas por el Partido Acción Nacional. Lo han hecho público el perredista Leonel Godoy y, apenas, la priísta Ortega Pacheco, pero se da a todo lo largo y lo ancho del territorio nacional, sobremanera en los estados con gobernadores que “le caen gordo” a Calderón.
Tres ocasiones, por ejemplo, ha sucedido en Veracruz. La última en una visita del michoacano a Coatzacoalcos. De ahí que Fidel Herrera, contrariado por el trato a su homóloga de Yucatán, haya demandado al ocupante de Los Pinos que ponga orden entre sus colaboradores.
Más allá de las palabras, el coahuilense Humberto Moreira sí puso manos a la obra cuando, en la primera quincena del último noviembre, no hizo nada para impedir que la fanaticada del futbol le recetara sonora rechifla al michoacano.
Las actitudes de Felipe Calderón podrían considerarse pueriles. Las del niño travieso, vengativo, buscabullas que, tras su chiquillada, se esconde tras las faldas maternas y señala a los demás.
Pero Calderón ya no es un niño. Es, en apariencia, un adulto que “haiga sido como haiga sido” tiene enormes responsabilidades para con el país y, sobremanera, para con quienes en él habitamos.
Que ostente actitudes infantiloides es enfermizo.
Un caso clínico, pues.
Debe haber por ahí un “Programa de Doce Pasos” que se ajuste al control de su padecimiento, ¿no cree usted?
Índice Flamígero: Al igual que hace un par de semanas lo hiciera su esposa, Margarita Zavala, el señor Calderón también externó el enorme resentimiento que en Los Pinos tienen a Luis Inacio “Lula” da Silva. Que Brasil, repitió el michoacano, tiene un mayor número de asesinatos que México y que aún así el país sudamericano va a organizar los juegos olímpicos y el torneo mundial de futbol. Si la envidia fuera tiña… los Calderón definitivamente serían impresentables. + + + Y ya el propio ocupante de Los Pinos confesó el fracaso de su “política” de comunicación. Tiene que pagar las notas para que le sean publicadas. Lo peor, es que es un gasto inútil que proviene de los recursos de los contribuyentes.