Más quiero a mi perro
Freddy Sánchez martes 1, Nov 2022Precios y desprecios
Freddy Sánchez
“Él es el hermano que nunca tuve”, solía decir de Alfredo Del Mazo, el finado ex presidente Miguel de la Madrid.
Y muchos llegaron a dar por hecho que justo el aludido sería su sucesor. El elegido, empero, resultó Carlos Salinas de Gortari.
Es probable entonces que así haya sido porque como tantos otros que están pensando en “heredar” su poder al más confiable entre sus subalternos terminan por preferir a quien podría ser el equivalente: “Al hijo (o en estos tiempos la hija) que le gustaría tener”.
El caso es que quienes en México han ocupado la Presidencia del país, poco creíble es que se abstuvieran de intervenir en lo más mínimo en la “nominación” del que deberá sucederle en el cargo dejando al libre juego de las fuerzas políticas la designación de un posible sucesor.
El que más o el que menos, obviamente, en sus aspiraciones personales difícilmente puede renunciar “al derecho” que le da el poder y su capacidad de maniobra política para apoyar una candidatura presidencial que se amolde a sus intereses. No hacerlo sería lo mismo que se dice sobre la temeridad de “dejar la iglesia en manos de Lutero”.
Lo mismo que dar cuidado de una granja a unos lobos hambrientos o una despensa llena de víveres a alguien que sintiéndose el dueño de lo recibido lo usará a su plena satisfacción. En fin, lo cierto es que en la azarosa tarea de elegir sucesores presidenciales los jefes del Ejecutivo en turno no siempre han tenido “la mejor puntería”.
Antes de que Zedillo metiera a la cárcel a Raúl hermano carnal de Carlos Salinas de Gortari, hubo otros incidentes que dejaron en claro que aquel que entrega el poder presidencial deja de hacer su voluntad para que este privilegio lo tenga el que llega sin tener que guardar consideraciones de lealtad o gratitud por el apoyo para llegar a la primera magistratura.
López Portillo lo padeció con el encarcelamiento de dos amigos: Durazo y Díaz Serrano. Anteriormente, el propio “Jolopo”, prácticamente desterró a Luis Echeverría con encomiendas trasatlánticas. De Salinas de Gortari que en calidad de hijo político de Miguel de la Madrid asumió el mando presidencial, podría decirse que su trato para el ex Presidente fue amistoso sin imponerle “cuotas de humillación” que le hubieran causado alguna decepción por la decisión adoptada al escoger a la persona que lo sucedería en el cargo.
Algo muy diferente de lo que ocurriría justamente a Salinas con Zedillo al tener que apechugar con las acusaciones penales contra su hermano y de hecho sufrir desde entonces un trato estigmatizante de quienes lo señalan como un ejemplo de la más execrable corrupción del poder. Así las cosas, cada que llega un nuevo jefe del Ejecutivo federal, los que estuvieron antes son puestos bajo la mira de la crítica social, en la mayoría de los casos fustigando su desempeño y reconociendo poco o nada las buenas obras de su gobierno.
Que lo digan si no, el propio Salinas, Zedillo, Fox, Calderón y Peña Nieto que en la óptica de la Cuarta Transformación representan un pasado de “putrefacción” política, económica y social derivado del abuso, la simulación y el saqueo habidos en México en tiempos de la tecnocracia.
Las culpas, pues, hacia los gobiernos anteriores tienden a señalarse con índice de fuego. Y más cuando lo relevos surgen de disputas carentes de poder. En ese sentido, hay quienes dan por hecho que Andrés Manuel tendrá el buen tino de apoyar la candidatura de la persona, (hombre o mujer), que no defraudará su confianza a la hora de decidir por quién optar para sucederlo, considerando que Morena no parece tener rival enfrente que le arrebate la Presidencia. Un error de cálculo, lógicamente, le podría significar al Presidente en turno sufrir un descolón del sucesor o sucesora ante un repentino cambio de actitud y de trato para él.
Baste recordar lo que se atribuye a un escritor británico haber externado alguna vez: “entre más conozco a los hombres más quiero a mi perro”.