El destino de los mexicanos
Armando Ríos Ruiz viernes 19, Ago 2022Perfil de México
Armando Ríos Ruiz
En esta confrontación contra el crimen organizado, que goza de todas las ventajas para someter a quien desee, porque no existe la mano fuerte que decida ponerle un alto, que en todo caso sería el gobierno, quien pierde es la población indefensa y expuesta a sus embestidas con armamento suficiente y con la decisión de asesinar sin el menor remordimiento.
El Presidente decidió entregar la gran plaza que representa el país entero, desde antes de llegar al cargo. Seguramente instado por un acuerdo por razones que muchos mexicanos imaginan y que se traslucen con el trato minuciosamente afectuoso a la gran familia de Sinaloa, a la que prodiga amabilidad extrema y promesas, como la de intermediar para lograr de las autoridades de Estados Unidos, clemencia para el otrora capo indomeñable.
Pero no pudo haber urdido una frase menos convincente para disfrazar ese pacto del que muchos hablan: “abrazos, no balazos”, dizque para ir al fondo, a la raíz del problema, que no ha hecho más que empeorarlo, porque en la invasión a todo el país, por grupos que han aparecido por todos lados, el único que gana es el crimen. ¿La razón? No hay autoridad que lo someta.
Podrán matarse entre ellos. Pero el daño a la sociedad inerme y normal no podrá borrarlo en ningún momento, una sentencia que se repite todos los días, para burla de los mexicanos que entienden más que el mismo que la profiere. Por ello, no hay duda de que se trata de una burla que conlleva la finalidad de decir que quien manda en el país es quien la inventó. Así se trate de una pifia del tamaño mismo de todo México.
Alguien dijo: “nos engañó con la verdad. No lo comparto. Más bien trata de engañarnos con el cinismo. Porque en eso se traduce decir desde su micrófono mañanero, que los delincuentes merecen respeto porque también son humanos. Pero la forma de consumar crímenes nada tiene de eso. Lo visto en las redes sociales es de caníbales que no experimentan el mínimo dejo de raciocinio.
Son como las bestias que sólo obedecen sus instintos, pero éstas, para satisfacer el hambre. La diferencia, si es que la hay, es que algunos son capaces, no sé si de pensar. Si de hablar, pero no de sospechar el dolor ajeno. Se mata por nada o porque el de enfrente representa a un enemigo. Se inflige el mayor daño posible, aunque no sea necesario porque el sufrimiento acaba después de la muerte. Pero sólo para ejemplo de los que quedan vivos.
Reciben su premio traducido en aliciente, que significan las palabras de aliento proferidas desde Palacio Nacional, para felicitarlos por su buen comportamiento durante las elecciones. Esto, después de que se dedicaron a intimidar, a secuestrar y hasta a asesinar a los candidatos que no estaban en su lista de agraciados. El consejo de abrazos, no balazos no es para ellos. Por eso pueden disponer a sus anchas de las vidas de sus semejantes.
Tampoco es para los ciudadanos comunes, que de por sí nada pueden hacer por la defensa de su vida llegada la hora. Es para las autoridades encargadas de perseguir el delito. Es para contener a los empleados que usan uniformes para identificarse con la fuerza que tiene encomendada la salvaguardia del país y la seguridad de sus habitantes. Los hemos visto vejados, insultados, golpeados y contenidos en su inmenso coraje por responder.
También existe la complicidad de los líderes con camuflaje verde olivo, responsables de la salvaguarda de la patria. Dicen. Pero silenciosos en extremo por salvaguardar las nuevas condiciones de trabajo, con presupuestos jamás vistos y con empleos muy lejanos a su quehacer constitucional. “Poderoso caballero, diría el ingenioso y mordaz Francisco de Quevedo.
Hoy ese es el destino de los mexicanos. Un día durmió y despertó con una pesadilla que jamás imaginó. Por no imaginar, muchos están hoy arrepentidos de no haber tenido el cuidado de analizar lo mínimo, a la hora de votar con el coraje almacenado en el corazón y la ausencia de razón en la cabeza.