Los mineros y el pajarito
Alberto Vieyra G. lunes 15, Ago 2022De pe a pa
Alberto Vieyra G.
Dos de las primeras momias que figuran en el panteón municipal de Santa Paula en la capital de Guanajuato, inaugurado el 13 de marzo de 1861, fueron el médico francés Remigio Leroy y un trabajador minero, muerto por asfixia en la histórica mina La Valenciana.
Al médico francés Remigio Leroy, los ingeniosos trovadores le harían algunos versos con motivo del día de muertos: “Aquí yace la momia de Remigio Leroy y se conserva también, ayer como hoy”.
Del humilde minero se sabe poco. No faltan quienes aseguran que se trata de El Pípila, Juan José de los Reyes Martínez, aquel heroico minero oriundo de San Miguel de Allende quien se colocó en sus espaldas una losa y con una enorme tea de ocote encendida prendió fuego a unas de las puertas de la Alhóndiga de Granaditas durante la toma de ésta por el cura Hidalgo y las huestes insurgentes. La realidad es que son dos historias diferentes.
Los mineros de aquella época solían entrar a los laberintos de la tierra llevando consigo un pajarito en una jaula para detectar los altos niveles del gas metano que es incoloro, inodoro e insoluble en agua, pero mortal que llega a producir explosiones trágicas o la muerte silenciosa a los mineros, si el pajarito moría, era una señal inequívoca de que los mineros debían ponerse a salvo.
¿Por qué hago historia? Mire usted.
En Sabinas, Coahuila, ha ocurrido una nueva tragedia minera con saldo de cuando menos 10 mineros muertos en esas catacumbas en busca de carbón para venderlo al único comprador oficial: la Comisión Federal de Electricidad, que sigue produciendo energía cochina a base de carbón y combustóleo.
Se supone que, en tiempos de la modernidad tecnológica, los mineros ya no se auxilian llevando el pajarito en jaula, sino que deben llevar sofisticados aparatos, capaces de detectar cualquier indicio del mortífero gas metano, que por cierto produce los temibles gases de efecto invernadero.
En el caso de la tragedia de los mineros de Sabinas, nadie conocía esos sofisticados aparatos, todo a valor mexicano, todo a lo güey. De acuerdo con los protocolos que una empresa minera debe presentar a la Secretaría del Trabajo, de Economía y a la CFE para autorizar su funcionamiento y en el caso de la empresa que comanda Manuel Bartlett para que autorice la licitación, se comprometen a que los mineros deben poseer máscaras antigases, botas, usar ropa de algodón que no sea capaz de producir chispas, los dichosos aparatitos para detectar la presencia del gas metano y contar con seguro social, además de un seguro de vida.
Nada de eso ocurre en las prácticamente clandestinas minas de carbón de Sabinas. Pero, además el gobierno federal a través dichas dependencias tiene que supervisar permanentemente los trabajos de las minas que, además deben de contar con planos actualizados periódicamente para determinar en qué punto se encuentran en las profundidades de la mina. Nada de eso ocurre. En esta industria hay explotación inmisericorde, hay esclavismo y lucro con la miseria de muchas familias que no tienen más oportunidades que emplearse en las minas, aunque sea sin pajarito y sin nada en las profundidades de las minas.
Los héroes trabajadores en la minería en México han dado monumentales fortunas a empresas, en su gran mayoría extranjeras y a connacionales que hacen multimillonarios negocios bajo la cobija del poder económico y político.
¿Quiénes son los politicastros que están detrás de este lucrativo negocio de la corrupción oficial? ¿No que en el gobierno de AMLO ya se acabó la corrupción?
La tragedia minera habla de todo lo contrario y que no salgan con que uno está inventando. Se habla de muchos prestanombres, pero en voz baja se mencionan nombres de politicastros priístas y morenistas, como el ex alcalde de Sabinas, Régulo Zapata Jaime, y su esposa, Martha Carolina Morales Iribarren, actual subsecretaria estatal del Trabajo en el gobierno de Miguel Ángel Riquelme o bien el senador morenista Armando Guadiana Tijerina, de quien se dice que le sobran prestadores de negocios turbios en el estado de Coahuila y otros nombres que aquí barajaremos próximamente.
Pero no olvidemos que una máxima de la política azteca es “tapaos los unos a los otros”.