El perfecto lamebotas
Armando Ríos Ruiz viernes 12, Ago 2022Perfil de México
Armando Ríos Ruiz
Alguien que definitivamente debe odiarme, ha dado en enviarme una buena cantidad de videos en los que aparece el impresentable diputado Gerardo Fernández Noroña, uno de los más grandes aduladores del Presidente de México, incapaz de ocultar su pergeño. Al contrario, gozoso de abrirse a la ciudadanía como el perfecto lamebotas, a cambio de la sonrisa de su amo.
Cada vez que gana alguna mirada amable de su jefe, debe llegar a casa a contar a los suyos, derretido de emoción, que le guiñó un ojo y a solas debe reflexionar lleno de regocijo, sobre la gran ayuda que le significa actuar siempre como el mejor en el arte de proferir palabras sólo para conseguir la simpatía del gran jefe. Lo he visto sin querer, a la hora de leer la información que diariamente me hacen favor de enviarme las instancias políticas que coadyuvan con los periodistas para que realicen su trabajo y no he soportado arriba de un minuto sus defensas a los gobiernos populistas y dictatoriales que, en su forma de ver, son perfectos, pero sólo porque eso agrada a su patrón.
Si éste decidiera un día hablar maravillas de las verdaderas democracias, ese día, sin ninguna duda, el personaje que nos ocupa cambiaría sin pensarlo, las ideas que hoy expone. Lo hemos visto en fotografías en las que con cartelones en las manos, repudia la militarización del país, porque esa era una tesis que mantenía su jefe a capa y espada. Hemos sido testigos hoy también, de su férrea defensa de la militarización, porque su héroe cambió y ahora la pregona y la desea.
−No es posible olvidar que el Presidente pisa terrenos fangosos todos los días, que lo convierten en una persona a todas luces veleidosa. Un día es capaz de mentarle la madre a Estados Unidos y al otro, de besarle los pies a su homólogo en la nación vecina, instado por un jalón de orejas. Trump lo hizo ver como quiso y hasta declaró que “lo dobló” con el muro humano formado por mexicanos en la frontera, que por cierto, no le costó un centavo. “Le costó a México”. Presumió.
“El compañero Presidente” es la viva imagen de su dios. ¡Imagínense nomás! Mientras, es capaz en la Cámara, de pelear como mujercita en los lavaderos, con todas diputadas que no concuerdan con él. Pero no tiene empacho en rajarse como el peor de los cobardes, cuando un diputado le dice que está a sus órdenes para lo que guste y mande y puede responderle en el terreno que sea.
Entonces recurre a su edad, que apenas rebasa los 60 años, para decir que le echan pleito a un viejo. ¡Pero el valor no tiene edad! ¡Muere con el hombre, señor diputado! ¡Su argumento es cobardía pura que busca cobijo en los años cumplidos que, de otra forma, podría exhibir un alma llena de dignidad que no se raja a ninguna hora! ¡Podría tener 80 años y aun así, mostrar el coraje que sólo simula ante el sexo opuesto, al cual no dudaría enfrentar en un combate!
Si el Presidente dice que es necesario eliminar el INE, pese a su probada necesidad a la hora de elecciones, en las que ha demostrado ser el verdadero fiel de la balanza, el diputado dice que hay que eliminarlo porque sirve a intereses oscuros o a los neoliberales o a quienes añoran el pasado o a los conservadores que sólo buscan retener sus prebendas. Es decir, recurre a lo que a su amo agrada, con sus mismas palabras, para que no haya duda del gusto por sus botas.
Ahora dice también que es el futuro relevo en la Presidencia, porque las encuestas así apuntan. Señala que está por encima de todas las “corcholatas”, aun cuando no ha sido requerido por el gran elector como una de ellas y aun cuando no se sabe que alguna encuestadora seria lo haya tomado siquiera en cuenta. Tal vez sus encuestadores consultaron a su familia.
Se dice, como su señor, defensor de los pobres, ante quienes exhibe atuendos muy caros “que ni Obama tiene” y camionetas que asimismo, nada tienen de austeras. Estas cosas lo desnudan como el mentiroso que es, inclinado siempre hacia donde sopla el aliento de su dios. Complacido con el resultado de sus lisonjas.
Su vida no es más que una simulación. Una desvergüenza. Un desperdicio al servicio completo de una deidad de barro.