La temblorina de Bartlett
Alberto Vieyra G. jueves 28, Jul 2022De pe a pa
Alberto Vieyra G.
La recaptura del narcotraficante Rafael Caro Quintero, aquél que fanfarroneaba con pagar él solito la deuda externa de México, puso a temblar a más de 3 en México y Estados Unidos. En México, uno de ellos se llama Manuel Bartlett, quien mucho sabe de los asesinatos del periodista Manuel Buendía y del agente de la DEA, Enrique Camarena Salazar, asesinado por Caro Quintero y sus huestes en 1985; así como de los asuntos torcidos del narcotráfico en la nación azteca.
Sobre ambos episodios, el periodista norteamericano Jack Anderson, uno de los padres del periodismo de investigación moderno, publicó en The Washington Post, el 21 de agosto de 1990, una columna que a Bartlett le provoca insomnio y temblorina. Decía Anderson: “Como uno de los periodistas de investigación más famosos de México, Manuel Buendía había pisado muchos dedos en el momento en que fue asesinado, en mayo de 1984. Pero resulta que su asesinato fue más que una mera retribución de uno de los muchos funcionarios corruptos y narcotraficantes, él había desenmascarado su investigación.
Ahora parece que Buendía, conocido por algunos como el Jack Anderson mexicano, fue asesinado en un encubrimiento generalizado de una red internacional de tráfico de drogas que contaba con la complicidad del gobierno mexicano y que incluso, había llegado a la CIA. El intrépido Buendía se había acercado incómodamente a las operaciones de drogas ilegales protegidas por la versión mexicana del FBI (la Federal de Seguridad), utilizada por la CIA para enviar armas a la contraguerrilla en Nicaragua.
Su columna “Red Privada” había ganado los premios de periodismo más prestigiosos de su país. El entonces presidente Miguel de la Madrid asistió a su funeral. Sin embargo, las autoridades mexicanas se esforzaron por investigar su asesinato. El gobierno acusó a José Antonio Zorrilla. En el momento del asesinato, Zorilla era jefe de la Dirección Federal de Seguridad o DFS, el FBI de México (era más bien una CIA). Las acusaciones alegaban que Zorilla planeó el asesinato por temor a que el periodista revelara sus vínculos con el narcotráfico. La culpabilidad puede no terminar con él. Las investigaciones de Buendía sobre la CIA, el tráfico y la corrupción oficial le dieron enemigos en lugares aún más altos.
Los documentos de la Drug Enforcement Agency revelados recientemente en un juicio en Los Ángeles por el asesinato de un agente de la DEA demuestran que Buendía estaba investigando cifras en el gobierno y la industria de la droga. Los informes de la DEA revelan entrevistas de la agencia con un estadounidense, Laurence Victor Harrison, que estableció las comunicaciones de radio para los barones de la droga mexicanos a mediados de la década de 1980. En una entrevista, en febrero pasado, Harrison dijo que sabía con información privilegiada que Buendía estaba investigando los vínculos entre el narcotráfico y los funcionarios mexicanos. Entre los oficiales sobre los que estaban haciendo preguntas estaba Manuel Bartlett Díaz, y luego el jefe de Zorrilla como ministro del Interior.
Harrison le dijo a la DEA que Buendía recibió algunas pistas de Javier Juárez Vásquez, entonces editor del periódico (veracruzano) Primera Plana. El cuerpo torturado de Vásquez fue encontrado un día después del asesinato de Buendía. Vásquez le había contado a Buendía sobre un rancho supuestamente propiedad de narcotraficantes y usado por la CIA para entrenar guerrilleros. Aparentemente, la fuente de Buendía también había revelado información sobre pistas de aterrizaje propiedad de capos de la droga y utilizada por la CIA para llevar armas a los contras (nicaragüenses).
El informe de la DEA dice que a los pilotos que transportaban armas se les permitió hacer el viaje de regreso más rentable recogiendo cocaína en Colombia. Se recargarían en las pistas de aterrizaje en ruta a Miami.
Cuando le preguntamos al vocero de la CIA, Mark Mansfield, sobre las acusaciones, insistió en que la CIA nunca usó traficantes de drogas en territorio mexicano como un conducto para apoyar a ningún tipo contra los contras. Pero los contras le dijeron a nuestro asociado Dean Boyd que las pistas de aterrizaje mexicanas habían figurado en el esfuerzo armamentístico. Los investigadores del Senado confirmaron que eran los mismos manejados por narcotraficantes.
Buendía lo había conseguido todo, pero lo que podría haber sido su mayor primicia nunca la pudo publicar”.