El Presidente zapoteco
Alberto Vieyra G. martes 19, Jul 2022De pe a pa
Alberto Vieyra G.
“Me está usted quemando, doctor… doctor, me está usted quemando”.
Era el agónico reclamo que el indio zapoteco que llegó a ser Presidente de México le hacía a su médico de cabecera el doctor Ignacio Alvarado. Eran las nueve de la noche de aquel histórico 18 de julio de 1872, hace siglo y medio, cuando a 25 pasos del actual despacho presidencial, Benito Pablo Juárez García sufrió de un infarto que lo obligó a azotarse en su cama. El doctor Alvarado hacía esfuerzos desesperados por salvarle la vida al Benemérito de las Américas, el Presidente más grande que ha tenido la República Mexicana. Le aplicaba en el pecho agua hirviendo para mitigar los agudos dolores provocados por una angina de pecho y para reactivar el corazón. Todo fue en vano, cerca de la medianoche, la muerte le había arrebatado el poder al Presidente, que por cierto ya se estaba encariñando con la silla presidencial después de haberse sentado en ella por poco más de 14 años.
Benito Juárez había nacido un 21 de marzo de 1806, en San Pablo Guelatao, un pueblo de escasas 20 familias enclavado en la sierra zapoteca de Oaxaca. A los 3 años quedaría huérfano de padre y de madre, uno de sus tíos que poseía un buen número de ovejas lo recogió para cuidar el atajo, advirtiéndole: “El día que pierdas tan sólo una oveja, después de sonarte con este garrote te voy a colgar de las puras orejas”. Pronto se le perdió la primera oveja y el indio Benito partió con rumbo a Oaxaca. El tío no le vio ni el polvo.
Allá en aquella ciudad lo recibió otro tío, un honesto y erudito hombre dedicado a empastar libros y el chiquillo se convertiría en su gran ayudante. Por las noches, Benito alumbrado con teas de ocote y velas, estudiaba los libros que llegaban a las artesanales manos de su tío. Luego, estudiaría la primaria y jurisprudencia en la Escuela de Ciencias y Artes de Oaxaca. Benito Juárez jamás reprobó ni se tardó en la carrera de Derecho 14 años como quien usted ya sabe. ¡Qué abismal diferencia!
El tío le había enseñado hermosos y nobles principios universales comenzando por el respeto, la pulcritud en su aseo personal y el arte en el hablar. El indio Benito poseía una envidiable memoria, como los elefantes y era inteligente como muy pocos oaxaqueños y mexicanos. A su corta edad había leído a los grandes teóricos del derecho y la ilustración, entre ellos Jean-Jacques Rousseau.
Pronto, Benito Juárez hablaba un pulcro español. Se convirtió en juez, secretario de Gobierno en Oaxaca, tres veces gobernador, diputado federal y presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. A la caída de Ignacio Comonfort de los Ríos, por ministerio de ley, Juárez se convirtió en Presidente de la República en 1858, año en el que México tuvo 3 Presidentes de la República simultáneamente: Juárez, Comonfort quien se arrepintió de haber dejado el poder y regresó a tomar la silla presidencial y el tercero sería Miguel Miramón y Tarelo, quien a los 28 años de edad se convertiría en el Presidente más joven que ha tenido México.
Sin Benito Juárez no se puede entender el aciago México del siglo XIX, asombrosamente transformó a la República. Echó de México a los franceses que buscaban hacer de la nación azteca un protectorado, en lo que es considerado como la segunda Independencia de México; instituyó las leyes de reforma que marcaron la separación iglesia-Estado; nos heredó el Registro Civil y sacó los panteones de las iglesias, sin embargo, él descansa en la iglesia de San Fernando. Supo encabezar un gobierno de Estado con muchos hombres de Estado, no como un México de un solo hombre. No era de los que le echaba la culpa de sus hierros a Santa Anna ni a nadie.
¿Dónde están aquellos hombres de Estado en el dizque gobierno de la cuarta transformación? Y ¿sabía usted que Benito Juárez murió envenenado?