De jesuitas, judíos y estatuas
¬ Luis Ángel García miércoles 6, Jul 2022Por la Derecha..!
Luis Ángel García
La crisis de seguridad en el país, que se agravó con el cobarde asesinato de dos sacerdotes jesuitas en Chihuahua, encendió los focos rojos en el gobierno de la 4T, no para presentar una estrategia emergente contra la inseguridad, sino para abrir un nuevo frente de defensa al proyecto político del Presidente. El nuevo adversario fue la Compañía de Jesús y la jerarquía eclesiástica católica. Lejos de reconocer el grave problema social de la inseguridad, que ha sido el talón de Aquiles de esta administración, arremetió contra la Iglesia, a la que acusó de conservadora, hipócrita, defensora de los gobiernos neoliberales y promotora de la violencia para combatir la violencia.
A toro pasado, se realizó un aparatoso operativo militar que sólo ha arrojado la captura de familiares del presunto autor material de los homicidios, un jefecillo local de la mafia que operó con gran impunidad en años recientes. Pero no se ha esclarecido el artero y ruin atentado en contra de los clérigos y un civil. Aunque las arremetidas contra la grey católica continuaron.
No bien se arregla el conflicto con las autoridades apostólicas, el inquilino de Palacio Nacional abre un nuevo frente de guerra con la comunidad judía. Más allá de las críticas, fundadas o no, contra el publicista Alazraki, pondera desde su tribuna matutina ataques racistas e imputa juicios temerarios a un segmento de los semitas.
Con bastante desdén ve la 4T la influencia política, económica y social que tiene la Iglesia católica y la comunidad judía en México. Solo hay que recordar la enorme cicatriz que dejó la Guerra Cristera en el siglo XX y el forzamiento para el establecimiento de relaciones diplomáticas con el Vaticano, en virtud de ser la religión mayoritaria en el país.
Precisamente con otro gobierno populista, el de Luis Echeverría, hubo un incidente no menor que provocó el boicot judío al turismo en México. Las declaraciones del Presidente fueron tomadas como expresiones antisemitas y obligaron al entonces canciller a retractarse a nombre del gobierno mexicano y ofrecer una disculpa pública.
Por eso no es menor lo desafortunado de las últimas intervenciones presidenciales en un afán de autodefender sus políticas de gobierno, a pesar de los evidentes fracasos. Tal vez no respondan estos dos poderosos sectores y actores políticos en estos momentos, pero para el proceso sucesorio del 2024 pueden tener una influencia determinante.
Mientras tanto, el inquilino de Palacio Nacional busca otros distractores que mantengan ocupada a la opinión pública en temas que no sea la inseguridad, narcotráfico, inflación, migración, la pandemia o la falta de crecimiento económico. Por ello, ahora pretende iniciar una campaña en defensa del fundador de WikiLeaks, Julian Assange, a quien declaró dará asilo político para que no sea juzgado en los Estados Unidos, luego de su extradición. Ahora quiere que se desmantele la Estatua de la Libertad en Nueva York, ya que, desde su perspectiva, condenar a cadena perpetua o a muerte al programador, cancela la libertad de expresión en aquel país.
Seguramente la ocurrencia intervencionista del mandatario mexicano mueve a risa en La Casa Blanca y al norteamericano de la calle, pero distrae a la opinión pública, ocupa los espacios mediáticos y la conversación pública olvida los verdaderos problemas de la agenda nacional. Efímero será el efecto de la descabellada iniciativa presidencial, pero gana tiempo en lo que se reúne con su homólogo en Washington.
El efecto de los incidentes con los jesuitas y los judíos será a mediano plazo y parece que eso no lo visualiza el gobierno. No será perenne la popularidad del Presidente y en todo caso, no estará —esperemos—, su nombre en las boletas electorales de 2024 y entonces sabremos de qué tamaño fue el daño causado.