¿A dónde va el gasto público?
Armando Ríos Ruiz miércoles 6, Jul 2022Perfil de México
Armando Ríos Ruiz
En lo que va de la presente administración, el Presidente ha dado muestras clarísimas de no entender para nada, una de las materias que en su vida de estudiante se le transformó en una especie de crucigrama indescifrable: Economía. Que no nació para la escuela y que no tiene ninguna vocación y por ello decidió dedicarse a las actividades políticas, pero con los ojos vendados.
Hoy, convertido nada menos que en Presidente de México, no atina más que a pelear todos los días y a desdecirse al siguiente, con culpas visibles de lo que hizo, pero adjudicándolas al neoliberalismo o a otras cuestiones. Ejemplo, el caso de los sacerdotes que le exigen cumplir con una de las prioridades: la seguridad que se niega a dar con pretextos de toda índole, que hoy como nunca, tienen postrados a millones de mexicanos ante los criminales.
Primero, los llenó de insultos. Los llamó hipócritas y luego les reclamó no haber exigido lo mismo a Calderón, en su tiempo. Inclusive se refirió a Porfirio Díaz con la frase de “mátenlos en caliente”. Dedicó mañaneras para fustigarlos con todo el coraje de su pecho, para, de un momento a otro querer disculparse con decir que la “mano negra” de los conservadores quiere echarle encima a las iglesias, pero lleva buena relación con los sacerdotes.
Parecen (¿o son?) las revelaciones de un hombre que no está nada bien de sus facultades mentales. Fustigar. Decir todos los improperios que le llegan a la cabeza en contra del gremio. Señalar el tiempo de Calderón, cuando bien o mal emprendió una batida contra la delincuencia e inclusive citar tiempos remotos para acallar la voz de los religiosos, bien pueden enmarcarse en un desajuste mental.
Baste lo anterior para ubicarnos en otro tema. El del dinero o el del asunto del subejercicio ejercido por las instituciones públicas y organismos autónomos, durante los más de tres años del presente gobierno. Los medios acaban de dar cuenta de que asciende a 383 mil 98 millones 500 mil pesos, de acuerdo con la cuenta pública de la Secretaría de Hacienda.
La periodista Ana Karen García, de “El Economista”, nos dice que el subejercicio del gasto público es el que resulta de restar el gasto observado al gasto programado por el gobierno y que se incurre en él cuando una entidad pública no ha gastado lo previsto en un ejercicio fiscal.
Por lo tanto, el subejercicio de todo el presente sexenio, dice el economista Rolando Cordera, no significa para nada un ahorro, sino un mal manejo del gasto público. Se trata de “una falla en la planeación presupuestaria del gobierno, en la que opta por cifras por encima de lo que se requerirá, con una planeación sensata o apegada a la realidad.
Pero ¿por qué el subejercicio durante tres años es tan alto? ¿Por qué muchas dependencias dejaron de gastar lo que les correspondía, cuando sus titulares deben saber de sobra que lo no gastado se devolverá a Hacienda para que sea reasignado para otras actividades siempre importantes?
Cabe también preguntar: ¿Por qué algunas instituciones lo sobre ejercieron en 100 por ciento, como la de Energía, Pemex, Defensa y Turismo? Muy sencillo. Parece que alguien ordena a algunas instituciones no ejercerlo, para que Hacienda reasigne el dinero y emplearlo en las obras faraónicas que, lejos de haber respondido a la planeación de costo inicial, se han ido hasta el cielo.
Además, en obras que han quedado en entredicho, como el Aeropuerto de Santa Lucía o como la recién inaugurada refinería de Dos Bocas y como el Tren Maya que, de acuerdo con expertos, están destinadas al fracaso, a la inoperancia o a la creación de productos nocivos para la vida en general. El subejercicio sobrepasa con mucho, el costo que hubiera tenido el destruido aeropuerto de Texcoco, que hoy ya estaría en funciones y produciendo.
Pero así es como se desgobierna y se lleva a un país directo al “despeñadero”. Frase inventada para aludir al Presidente anterior, pero que cuadra con las intenciones de hoy, que responden a meros caprichos.