La Iglesia y el Estado
Alberto Vieyra G. lunes 4, Jul 2022De pe a pa
Alberto Vieyra G.
Bajo la premisa fundamental de que la vida es sagrada e inviolable, la Iglesia colombiana sacó a esa nación de un baño de sangre que duró casi medio siglo, aunque los acuerdos de paz han sido trastocados por grupos paramilitares al servicio de las bandas criminales del narcotráfico, lo que ha motivado que la mitra católica insista en llevar a cabo un papel que corresponde al Estado colombiano incapaz de hacer valer los acuerdos de paz.
El ejemplo de la Iglesia en Colombia es un extraordinario referente para hablar del papel que en México está jugando la Iglesia a través de unos curas que de manera valiente y a costa de sus vidas están suplantando al Estado mexicano que ha renunciado a la pacificación del país con una infame estrategia gubernamental de “abrazos y no balazos” y de que “a los criminales se les debe proteger porque también son seres humanos”.
En Michoacán, por ejemplo, los curas de Aguililla se jugaron el pellejo haciendo que los retenes instalados por las mafias criminales fueran retirados para dar paso a que entraran en esa tierra caliente el ejército y la Guardia Nacional, suplantando al Estado mexicano que es el único que, por ostentar el monopolio de la violencia debe garantizar la sagrada e inviolable vida de todos los mexicanos. Hoy, esos curas permanecen en estratégico resguardo de la Iglesia ante el peligro de que sean ejecutados por las bandas criminales que le han cambiado a México el rostro de la paz por un rostro macabro.
En Guerrero, el obispo de la diócesis de Chilpancingo Chilapa, Salvador Rangel Mendoza, y el sacerdote de la iglesia de Zumpango, José Filiberto Velázquez, han lograron salvar con vida a decenas de personas que estaban en poder de grupos delictivos y han logrado que muchos de esos cárteles permitan el libre tránsito de lugareños y de las fuerzas armadas, evidenciando que la Iglesia está suplantando a un Estado fallido en sus tres niveles que se niegan a garantizar la vida y los bienes de los mexicanos.
Recordaré que el artículo 130 constitucional reformado durante el régimen salinista consagra la separación iglesia-Estado, pero de facto la Iglesia tomará el papel protagónico para suplantar al Estado sobre todo en momentos en que, de manera absurda e irracional, el presidente Andrés Manuel López Obrador se ha metido en una enconada bronca con los más de 11 mil curas que hay en México y con una Iglesia que no le tolerará agresiones como esa de que los curas “están apergollados por la oligarquía” y tacharlos además de “hipócritas”; solo porque han alzado la voz criticando su fallida estrategia en materia de seguridad diciendo que “los abrazos ya no alcanzan para contener los balazos” y todo a raíz del asesinato de dos curas jesuitas, Javier Campos Morales “Gallo” y Joaquín César Mora Salazar, “Morita” en la sierra Tarahumara.
¿Qué quería AMLO, que los curas guardaran silencio ante la barbarie que campea en México en el régimen de la cuarta transformación que nomás no puede con el paquete?
Cuánta capacidad tiene AMLO para pelearse con todo mundo. Todavía no sale del broncón que se echó con la mitra católica y ahora ya se peleó con la comunidad judía en México a la que ha tachado de “hitleriana” por las mismas críticas contra su régimen que ha convertido a México en macabros escenarios de muerte. Todo indica que AMLO no terminará bien si sigue por el camino de la confrontación y la división de los mexicanos.
No hay duda, que para pacificar a México tendrán que ser los hombres de Estado y aunque no quieran, requerirán de la ayuda de la Iglesia que hoy está viendo suplantada su autoridad moral por un gobierno federal que se dice humanista pero que es incapaz de garantizar la sagrada e inviolable vida de los mexicanos.