México, más violento que bronco
Armando Ríos Ruiz viernes 24, Jun 2022Perfil de México
Armando Ríos Ruiz
Estudios de diversas organizaciones colocan a México entre los países más violentos del mundo, situación que se ha agravado sustancialmente durante el presente sexenio, durante el cual, los crímenes han aumentado de manera evidente, ante la complacencia de las autoridades, que han preferido cruzarse de brazos que combatir el mal, con una estrategia burlonamente equivocada, que aconseja dar abrazos y acusar con sus madres a la delincuencia despiadada.
Actualmente se pretende minimizar, desde las conferencias mañaneras, todo lo que nos hace mal que, más que usarse para anunciar la aplicación de grandes remedios a un país que cada día empeora en todo lo que le hace daño, se utilizan para fomentar abiertamente la participación del crimen.
Esta enfermedad que se parece al cáncer en lo incurable, por lo menos hoy, es invitada distinguida de la autoridad, que de manera cómoda asiste a los funerales con grandes reconocimientos a su colaboración en la vida diaria de los habitantes, de tal manera que la ha convertido en auxiliar o más bien en la encargada de las tareas de pacificación y en fuerza para someter, infundir miedo, secuestrar y asesinar abiertamente durante los tiempos de elecciones.
Desde el principio del sexenio se inventó la frase: “abrazos, no balazos”, como una especie de homenaje al crimen y para transmitirle que tiene patente de corso para que actúe a sus anchas, imbuido de una conciencia que ha crecido a tal punto, que la luz del día no representa un límite para cometer sus fechorías. Hoy, circulan en las redes sociales videos en donde se ven convoyes repletos de delincuentes frente a un Ejército convertido en un adorno demasiado caro.
Hoy, México ocupa el primer lugar en América Latina, en asesinatos de periodistas y el segundo en asesinatos de defensores de derechos humanos, sólo por debajo de Colombia. Además, pelea contra otros países del mundo por escurrirse a los primeros lugares como el más violento. Hay que señalar que otros lugares de África y de Arabia están arriba, porque están en guerra.
Elaboro un semanario de lunes a domingo con los asuntos más relevantes. Durante las últimas semanas, el tema que se ha convertido en el más abundante es el que se refiere a la delincuencia que pervive en todos los rincones del país y que provoca una vida de verdadera zozobra y espanto de los habitantes, que no se resignan a vivir con miedo durante todas las horas del día. El crimen de los dos sacerdotes en Chihuahua, Javier Campos y Joaquín Mora, no es más que una pequeñísima muestra de lo que ocurre. Es bastante sonoro, por tratarse de dos personas dedicadas a difundir la paz, incapaces de causar el menor daño a nadie, pero que toparon con las ansias de enfermos mentales que alimentan su ego y experimentan un gran alivio a su enfermedad, con el placer que les provoca arrebatar vidas humanas.
No había absolutamente nada en contra de ellos. Los criminales actuaron como los soldados llevados a mi pueblo, que solían hacer rondines en la sierra, mucho antes de que el Ejército fuera rebasado por la delincuencia. Cuando regresaban al cuartel comenzaban a protestar con los ojos rojos por la mariguana: “nomás nos traen de excursión como niños bonitos”. La expectativa de locura comenzaba a crecer y el capitán que los dirigía permitía que asesinaran a alguien por mero gusto, para tranquilizar las ansias.
El sacerdote Javier Ávila, amigo de los dos asesinados, declaró que los abrazos que recomienda un Presidente irresponsable o que tal vez sabe perfectamente lo que hace y cuál es el objetivo, son inútiles y no constituyen tranquilidad para los mexicanos. Están rebasados. No sólo eso. La estrategia nació rebasada. Como un permiso para la delincuencia, de actuar a su capricho.
He escuchado mucho hablar del México bronco, para aludir a los mexicanos que no permiten abusos de autoridad. Pero ese México bronco sufrió más bien una mutación en el México violento. ¿Por qué? Porque una autoridad alentó y alienta la conversión en este sentido para su propia conveniencia.