La estrategia de seguridad, ¿funciona?
¬ Augusto Corro jueves 23, Jun 2022Punto por punto
Augusto Corro
La espiral de violencia crece incontenible en México y parece que no se tiene la fórmula o la estrategia adecuadas para erradicarla. La seguridad es un sueño cada vez más lejano. En el presente sexenio, suman 124 mil 741 homicidios dolosos. Los asesinatos van desde los feminicidios hasta las masacres. La delincuencia organizada actúa impunemente en territorios que domina, en los que es notoria la presencia de los representantes de la ley.
Los datos sobre la ola de violencia se refieren también a los miles de desaparecidos y a los crímenes que se cometen en contra de personas inocentes. Los delincuentes no reflexionan sobre su conducta que agrede a todos sin distinción alguna. Con la impunidad que protege a los maleantes los lleva a cometer toda clase de delitos. Si no hay castigo y no se aplica correctamente la ley a los asesinos, estos no tendrán razón alguna para preocuparse.
Han perdido la vida violentamente periodistas, activistas, políticos, mujeres de todas las edades, narcos, policías, etc., y un número considerable de personas ajenas a las pugnas entre los cárteles de la droga y del huachicoleo. En la mayoría de los casos, la impunidad es permanente; de ahí la necesidad de que las autoridades federales, estatales y municipales revisen las leyes para que brinden resultados positivos en la lucha contra la delincuencia organizada.
Pero el tiempo avanza y las noticias con sus tintes sangrientos siguen presentes. Se dijo que el problema empezó desde 2006, cuando el entonces presidente Felipe Calderón declaró la guerra a la delincuencia organizada. Algo falló que la estrategia no ofreció resultados positivos. Los cárteles se dividieron y sus actividades delincuenciales se multiplicaron. Ya no se dedicaron solamente a la producción, traslado y venta de droga, sino que buscaron en la extorsión y el secuestro más formas para delinquir.
La multiplicación de actividades criminales y el abandono territorial a los cárteles de la droga convirtió a zonas del país en territorios sin ley, como se aprecia en Michoacán, Guerrero, Colima, Guanajuato, Tamaulipas, etc. Son pues, varios sexenios en los que se aplicó una estrategia fallida. Ya en el gobierno del presidente López Obrador se decidió por una nueva política en contra del crimen organizado basada en “abrazos, no balazos”, que ha sido interpretada como una manifestación de debilidad por parte de la autoridad.
El mandatario tabasqueño se inclina más por la solución del problema con una estrategia que se aplica a las causas, a los orígenes; con atención a los jóvenes para evitar que ingresen a las filas de la delincuencia. Quizás, la idea es buena, pero en el presente se requiere de un plan que ofrezca resultados inmediatos: rápidos y efectivos. Es importante que se note la presencia de las autoridades, que les respete. En otras palabras, que la fuerza pública vuelva a ofrecernos la anhelada seguridad.
Como ustedes saben, dos sacerdotes jesuitas: Javier Campos, de 78 años; y César Joaquín Mora Salazar, de 80 años, fueron asesinados en un templo ubicado en el municipio de Cerocahui, en la sierra Tarahumara de Chihuahua. Los sicarios también ultimaron a balazos a un guía de turistas. Los delincuentes se llevaron los cuerpos de sus víctimas. Uno de los criminales fue identificado como José Noriel Portillo (a) “El Chueco”, presunto líder de “Los Salazar”, brazo armado del Cártel de Sinaloa en esa región.
El legislador Ricardo Monreal, presidente de la Junta de Coordinación Política (Jucopo) del Senado, exigió al gobierno de Chihuahua y a las fiscalías del estado y de la República una aclaración de los cobardes asesinatos de los sacerdotes mencionados. Agregó que es momento de reflexionar en el Congreso y de revisar y de abordar la estrategia de seguridad, “sin tabúes, sin ideologías, sin intereses partidistas y sin actitudes egoístas”. Ojalá y las autoridades correspondientes escuchen el planteamiento de Ricardo Monreal.
¿Usted qué opina amable lector?