Dignidad
Alberto Vieyra G. miércoles 22, Jun 2022De pe a pa
Alberto Vieyra G.
“Si no pueden renuncien…”. Con esa histórica frase, Alejandro Martí, aquél 21 de agosto del 2008, hizo retumbar muros, paredes y la mente de una inepta y corrupta clase política, que lucra políticamente a más no poder con el poder, sin importarle la ética y la dignidad humana.
Nadie entonces, por dignidad y decoro renunció; nadie, en la actualidad, ha renunciado por dignidad y esa ineficiente e inmoral clase política, lo único que hace es apostarle a que el tiempo devore aquella frase de “si no pueden renuncien”, sabedora de que el tiempo lo borra todo.
La frase de Martí seguirá siendo válida, mientras esa inmoral clase política no entienda que cuando se pierde la dignidad y el decoro, los pueblos se hunden y se pudren por la galopante corrupción que se mete en el tejido social como la humedad.
Andrés Manuel López Obrador culpa todos los días de su ineptitud a su antecesor Felipe Calderón, pero los números y Pitágoras no mienten. En todo el sexenio de Felipe Calderón se registraron en México 120 mil 463 asesinatos dolosos y en tan sólo 42 meses, la actual administración de López Obrador registra 121 mil 655 muertes dolosas y todavía le faltan 28 meses de gobierno, con lo cual es muy fácil anticipar que tendremos el sexenio más macabro en la historia del presidencialismo mexicano.
Las cifras maquilladas que nos da el gobierno de AMLO son inmoralidad pura, corrupción envuelta en oropel. Eso lo dice todo y a los ojos de todos está claro que AMLO no puede, pero por falta de dignidad no renuncia. Qué va, renunciar al hueso sexenal que permite arreglar el problema económico de toda la familia para la eternidad, jamás. No se conoce la dignidad ni el decoro.
Y como los politicastros no conocen de dignidad y el decoro, el pasado 27 de mayo, el ilustre Joan Manuel Serrat, al ser condecorado con el Doctorado Honoris Causa por la Universidad de Costa Rica, nos recordó algo que la especie humana no debe olvidar:
“En los últimos años ha sido extraordinario el crecimiento tecnológico y científico que hemos experimentado, pero también ha sido muy grande la pérdida de los valores morales de nuestra sociedad. Se han producido daños terribles a la naturaleza (muchos de ellos irreparables), y es vergonzosa la corrupción que desde el poder se ha filtrado a toda la sociedad.
Más que una crisis económica, diría que estamos atravesando una crisis de modelo de vida, y, sin embargo, sorprende el conformismo con el que parte de la sociedad lo contempla como si se tratara de una pesadilla de la que tarde o temprano despertaremos. Espectadores y víctimas parecemos esperar a que nos salven aquellos mismos que nos han llevado hasta aquí.
Es necesario que recuperemos los valores democráticos y morales que han sido sustituidos por la vileza y la avidez del mercado, donde todo tiene un precio, donde todo se compra y donde todo se vende. Es un derecho y una obligación restaurar la memoria y reclamar un futuro para una juventud que necesita reconocerse y ser reconocida.
Tal vez no sepamos cuál es el camino, tal vez no sepamos por dónde se llega antes, pero sí sabemos qué caminos son los que no debemos volver a tomar. Espero que ustedes, gente buena, instruida y tolerante, sabrán juzgar mis palabras por su intención más que por la manera en que he sido capaz de expresarme. Mientras tanto, que los músicos no paren de hacer sonar sus instrumentos y que los poetas no dejen de alzar la voz. Que los gritos de la angustia no nos vuelvan sordos, y que lo cotidiano no se convierta en normalidad capaz de volver de piedra nuestros corazones”.