La Cumbre de las Américas, evento decisivo para AMLO
Miguel Ángel Rivera viernes 27, May 2022Clase Política
Miguel Ángel Rivera
Es de suponerse que, de un momento a otro, el presidente Andrés Manuel López Obrador anunciará si acude o no a la Cumbre de las Américas, que se realizará a partir del 6 de junio en Los Ángeles, California.
Aunque se trata de un foro multinacional, la decisión del primer mandatario mexicano será de gran impacto para las relaciones entre nuestro país y los Estados Unidos.
Es más que conocido que la nación vecina es la mayor potencia mundial y, en particular, el principal socio comercial de México, con el cual se tiene un intercambio comercial que, según cifras oficiales de la Oficina del Censo de los Estados Unidos, en 2021 el comercio bilateral sumó 661 mil 164 millones de dólares, la cifra más alta desde que hay registro y que incluye importaciones y exportaciones. Traducido a moneda nacional, a un cambio de 20 pesos por dólar, se llega una impresionante cifra de más de 13 billones (13 millones de millones), casi equivalente a dos veces el presupuesto anual del gobierno mexicano, que para este año asciende a poco más de 7 billones de pesos.
Cifras aparte, la interdependencia se refleja directamente en millones de personas que tienen parientes en los dos lados de la frontera, como no ha dejado de recalcarlo el presidente López Obrador al dar periódicamente informes acerca de las remesas enviadas por los migrantes, las cuales resultan básicas y hasta indispensables para sus familias que permanecieron en sus lugares de origen.
Además de las diferencias de desarrollo, esa cercanía e interdependencia es lo que hace vulnerable a México, como se evidenció cuando el ex presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, dobló la voluntad del gobierno nacional y obligó al gobierno de la llamada Cuarta Transformación a comprometer a miles de elementos de la Guardia Nacional y las fuerzas armadas a convertirse en agentes para contener a los migrantes que utilizan a México como puente para llegar a la Unión Americana.
Aunque el gobierno del presidente López Obrador no ha admitido ese convenio, lo cierto es que, en la práctica, los migrantes deben permanecer en territorio mexicano antes de recibir el beneplácito de los Estados Unidos.
Fuentes confiables dicen que las amenazas de Trump consistieron, básicamente, en imponer aranceles a las exportaciones nacionales, presionar a las empresas estadounidenses a retirar sus plantas o no invertir más en México y, eventualmente, bloquear o gravar las remesas de los migrantes.
A pesar de esas amenazas y de las constantes críticas contra los migrantes mexicanos, a los que calificaba de delincuentes, Trump siempre fue bien visto por López Obrador, quien al asumir el poder dejó en el olvido las críticas que le lanzó cuando era sólo candidato.
Al cambio de poderes en los Estados Unidos, el presidente mexicano asumió una actitud más rígida frente al nuevo presidente de la Unión Americana, el demócrata Joe Biden. Para empezar, se negó a reconocer de inmediato su triunfo electoral —como sí lo hicieron mandatarios de otras naciones— y esperó a felicitarlo hasta que se hizo oficial esa victoria.
Luego, el Presidente mexicano ha impulsado una reforma en materia energética —petróleo y electricidad— tendiente a reforzar el control del estado en esos sectores, lo cual contraviene la política de los Estados Unidos de impulsar el uso de energías limpias y, sobre todo, dejar esas áreas a la libre competencia de las empresas especializadas, mientras que el actual gobierno mexicano desea que Pemex y Comisión Federal de Electricidad (CFE) encabecen sendos monopolios estatales.
Aunque ya ha habido algunos roces, promovidos por las empresas afectadas por las nuevas disposiciones mexicanas, pero ello no ha trascendido porque Biden afronta el grave problema de la migración, pero no ha tenido oportunidad de modificar los procedimientos y ha tenido que solicitar a México mantenerse como “tercer país”, para retener en su territorio a los migrantes, como lo impuso Trump.
A últimas fechas lo que ha generado desacuerdos entre las administraciones López Obrador y Biden es la relación de los Estados Unidos con Latinoamérica y, en particular, con Cuba. El presidente mexicano ha denunciado el boicot estadounidense contra la isla.
En este ámbito, aunque se había manifestado reacio a los asuntos de política exterior —”la mejor política exterior es la política interior”, era el lema de AMLO— las circunstancias lo llevaron a asumir el papel de líder latinoamericano que siempre se le ha atribuido a México, aunque no siempre se ha ejercido cabalmente.
Esta posición se reforzó al acercarse la fecha para la realización de la mencionada Cumbre de las Américas, sobre todo cuando trascendió que el gobierno de Biden no planeaba invitar a los gobiernos de Cuba, Nicaragua y Venezuela, a los que acusa de no ser democráticos.
A querer o no, el Presidente mexicano asumió el papel de líder, al demandar que en esa reunión no se excluya a nadie, con lo cual se colocó del lado de los antiimperialistas mexicanos que mantienen su acusación contra los Estados Unidos e intervencionista y de promover el derrocamiento de regímenes democráticos aun a costa de financiar gobiernos dictatoriales.
Esa imagen del mandatario mexicano se reforzó cuando otras naciones secundaron su exigencia de que se invite a todos. Los presidentes de Bolivia, Luis Arce; y de Honduras, Xiomara Castro de Zelaya, también anunciaron que no acudirían a una reunión de la que se excluye a otras naciones de la región. Aunque no canceló su participación, el presidente de Argentina, Alberto Fernández, también se sumó a los que piden que nadie sea marginado.
“Tengo pensado ir (a la cumbre), pero le pido a los organizadores lo mismo que les pidió (el presidente de México, López Obrador): que invite a todos los países de América Latina”, afirmó Fernández en una entrevista en Berlín con el canal DW en español.
La respuesta definitiva del gobierno de Joe Biden se conoció ayer.
El coordinador de la Cumbre de las Américas, Kevin O’Reilly, dijo que no se invitó a Venezuela ni a Nicaragua.
“Rotundamente no. No lo reconocemos como un gobierno soberano”, dijo Kevin O’Reilly, coordinador de la Cumbre, a un comité del Senado cuando se le preguntó sobre la participación del gobierno de Maduro.
En su comparecencia ante senadores, al responder preguntas sobre la posible participación de representantes del gobierno cubano, el funcionario dijo que la Casa Blanca estaba a cargo del asunto, pero que a su entender ninguna invitación había sido enviada aún.
En realidad, esa invitación no era necesaria. El presidente de Cuba, Miguel Díaz-Canel, anunció el miércoles que “en ningún caso” asistirá.
En conferencia conjunta, el canciller de Argentina, Santiago Andrés Cafiero, y el secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard Casaubón, insistieron en que “no debe haber exclusiones”.
El representante del gobierno de Alberto Fernández señaló que Argentina, que preside la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), también se opone a que haya exclusiones.
El diplomático argentino recordó que la CELAC es un “testimonio muy valioso” en materia de relaciones regionales, pues “es un foro sin exclusiones, en el que todos los países participan y son respetados”.
Aseguró que esto no quiere decir que no haya diferencias entre los países, pero afirmó que “de esa diversidad surge la fortaleza” del modelo de integración latinoamericano y caribeño que busca la CELAC.
Aseguró que esto no quiere decir que no haya diferencias entre los países, pero afirmó que “de esa diversidad surge la fortaleza” del modelo de integración latinoamericano y caribeño que busca la CELAC.
Como dicen los cronistas deportivos, ahora “el balón está en la cancha de López Obrador”.
El mandatario mexicano está ante el dilema de distanciarse más del gobierno de Joe Biden, al confirmar que no asistirá a la cumbre, o quedará mal con los mandatarios latinoamericanos, quienes seguramente estarán atentos de la reacción del político tabasqueño.
También habrá repercusiones en México. De no asistir, el líder y guía de la llamada Cuarta Transformación se ganará todavía más la admiración de los antiyanquis, pero también recibirá reacciones de inconformidad del sector que considera demasiado riesgoso atraerse la animadversión del principal socio económico de nuestro país.