Los policías, en el olvido
¬ Luis Ángel García viernes 27, May 2022Por la Derecha..!
Luis Ángel García
Acaban de suceder dos eventos que debieron sacudir la conciencia de “la sangre azul” (los policías) de los gobiernos y de la sociedad misma. Fallecieron dos grandes servidores públicos que dieron su mayor esfuerzo por la seguridad e integridad de los ciudadanos. El primer superintendente Marco Antonio del Prado Rodríguez, “Jefe Azteca”, con más de cincuenta años en la policía preventiva de la CDMX y uno de los mandos que dignificaron a los agrupamientos. También dejó huella el “Jefe Vulcano”, Raúl Esquivel Carbajal, casi cinco décadas como bombero de la CDMX, 17 años como jefe.
“Vulcano” hizo célebre la frase, cuando por algún percance, por radio, contestaba: “vamos para allá”; cuando lo inquirían por qué iba hasta a los rescates de los gatos: “para nosotros, todas las vidas son importantes”. Dedicó su vida a salvar vidas, fue testigo de terremotos, inundaciones, incendios de gran magnitud como la conflagración del edificio Miravalle por la glorieta de la Cibeles, o las tragedias en mercados, fábricas, casas o edificios, escuelas como la Universidad Ibero en Las Torres.
Dignificó a los “traga-humo”, se preocupó por mejorar sus salarios, darles equipamiento, uniformes, herramientas y unidades de primer nivel; lo que requería una gran ciudad. Se enfrentó a varios jefes del Departamento del Distrito Federal o de Gobierno, incluso con jefes de la Policía. Sacrificó a su familia para cuidar a los capitalinos, sin importar su condición social.
El “Jefe Azteca” fue otro personaje especial, policía de carrera, egresado de la Academia de Policía, ocupó todas las posiciones, desde policía raso, de crucero, patrullero, jefe de sector. Recorrió todas las posiciones hasta llegar a ser director de Agrupamientos. Comandó lo mismo a Granaderos que a la Montada o a los policías de élite de la Fuerza de Tarea. Los motorizados, conocidos primero como “troyas”, luego como “potros”. No era hombre de oficina, siempre al frente de los granaderos en las marchas, manifestaciones o bloqueos. Rescató rehenes, controló motines en penales y en consejos tutelares; todo el tiempo al lado de sus elementos, se ganó a pulso ascensos y grados.
Ambos personajes, más el “Jefe Azteca”, dejan este mundo sin el reconocimiento de la sociedad, de las autoridades, de sus subalternos o pares. Sólo el cariño y recuerdo familiar. Sin apoyo gubernamental, con pensiones de miseria, únicamente con la añoranza de glorias pasadas. Ingrato el servicio público, omisa la autoridad, una sociedad que olvida los servicios prestados. Ellos son ejemplo de los miles de buenos policías y bomberos que no son valorados por su esfuerzo en el activo y mucho menos en el retiro.
A la ingratitud de los gobiernos, se suma la corrupción que priva en las cajas de previsión de la policía, donde se esfuman las aportaciones de elementos y los mandos, con pésimos servicios médicos, sin prestaciones, negándoles los préstamos de su propio dinero, con onerosas “administraciones” en la Caprepol.
Dice el poeta “en vida hermano, en vida”, pero sociedad, gobiernos y compañeros no lo entienden. Se van estos héroes sin el aprecio a su entrega, los homenajes póstumos de nada sirven. El “Jefe Azteca” ni esa satisfacción tuvo, se fue sólo, sin honores, sin laureles. Las malagradecidas administraciones deben pensar en un esquema eficiente de previsión, sin corruptelas, para los policías y bomberos que todos los días arriesgan la vida.
Solo por no dejar: Mientras candidatos opositores se desgastan en estériles debates televisivos sin audiencia, Américo Villarreal propuso en los foros “voces de esperanza de los tamaulipecos” un nuevo esquema de paz y seguridad para la entidad basado en el principio de que la justicia será para todos. El candidato morenista refrendó su compromiso de sacar a Tamaulipas de la lista de entidades con más desapariciones forzadas, así como crear la Guardia Estatal y tener más coordinación con federación y estados.